Funerales

Hace unos días murió Fidel Herrera, político priista veracruzano que entre los múltiples puestos que tuvo fue el de gobernador de su estado. Herrera era un priista que siempre daba de qué hablar: de él, de su gestión o de su partido. Entre las curiosidades de este político está la de haberse ganado dos veces el premio de la Lotería. Dicharachero, priista por todos lados, Herrera representaba en la vida pública ese PRI viejo que no acababa de irse. En sus últimos años, las enfermedades lo postraron y desapareció de la escena. Pero, mientras estuvo en ella fue todo lo que pudo.

Su frase más famosa salió de una grabación telefónica que se hizo pública: “estoy en la plenitud del pinche poder; tengo el gobierno en la mano”. Más priista no se podía ser. Aunque fuera por teléfono, la confesión de Herrera dibujaba al priista prototípico: enamorado del poder, fascinado con las posibilidades que da el ejercicio de gobierno, Herrera se encontraba “en plenitud” en el año de 2010. Después de él llegó otro priista al gobierno de Veracruz, Javier Duarte, que terminó en la cárcel y desde ahí se pronunció sobre la muerte de Herrera mencionando que había sido “mi director de tesis en mi licenciatura, mi testigo en mi boda, el padrino de bautizo de mi primer hijo, mi jefe, mi maestro y mi amigo”. Como se ve, Herrera fue de todo.

Con la muerte del exgobernador veracruzano, uno inevitablemente recuerda la pavorosa situación en que se encuentra el partido tricolor. Ya en el panteón esperando las últimas paladas que posiblemente se las vaya a dar su dirigente: el famoso Alito. El priismo no muere, vive en Morena (y está pasando por grandes momentos), pero el PRI como partido, los priistas como clase política son ya parte del pasado. De hecho, para ver priistas reunidos pues hace falta precisamente un funeral o algo similar que los congregue.

No deja de ser paradójico que mientras el partido vive sus más bajos momentos (en todos los sentidos), el expresidente priista que entregó el poder a la oposición, Ernesto Zedillo, dé un debate con la presidenta y el morenismo sobre la muerte de la democracia. Es una discusión que parece dar solamente Zedillo, no lo acompaña el partido del que fue candidato y líder. El priismo lo deja solo porque ya no puede defender lo que fue (esto al margen de que en el PRI realmente nunca quisieron a Zedillo, fueron los primeros en tacharlo de “neoliberal” y “entreguista”).

En unos cuantos años, el priismo pasó de “la plenitud del pinche poder” a la insignificancia de ser una oposición perdida que no encuentra si quiera la forma de participar en un debate público; de “tener el gobierno en la mano”, a no tener nada. Ni siquiera posibilidades.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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