No estamos a salvo

La resolución de la Suprema Corte de Justicia de la Nación rechazando, por la forma como fue aprobado, el Plan B de la reforma electoral, fue una bocanada de aire fresco en el entorno político de México. Sin embargo, siempre quedará la duda acerca de la constitucionalidad del fondo de lo aprobado, aunque seguramente también habría razones para rechazar una propuesta en la cual se autorizaba a las autoridades a intervenir en el proceso electoral, eliminando la equidad en la contienda. Hecho, que, por cierto, ya ocurre con las mañaneras del presidente.

Sin embargo, la reacción de Andrés Manuel López Obrador, que era de esperar, nos revela cuál es su propósito y ánimo. Ahora no solo ha anunciado que insistirá en sus propuestas, sino que también retoma la peregrina idea de que sea el pueblo el que elija a los ministros de la Suprema Corte. Una y otra vez, en tanto que algunas de sus propuestas han sido rechazadas, se ha lanzado contra los ministros, su supuesta corrupción y sus privilegios, algunos de los cuales exhibió en días pasados. Sin embargo, no habla de los propios, como ser hospedado, mantenido, transportado y medicado, entre otros, a costa de los mexicanos.

La agresión ha sido propia del candidato y presidente López Obrador. Lo mismo cuando en Tabasco tomó las instalaciones petroleras, que cuando bloqueó reforma y ordenó a sus legisladores la toma de la Cámara de Diputados para impedir la protesta del presidente Calderón. Es, como la del alacrán, su condición. Por ello desde la mañanera insulta a todos aquellos que no son sumisos y aplaudidores de sus actos, sus palabras y disposiciones. Lo propio es contar con un grupo de seguidores borregos, incapaces de disentir. Y eso que dice que no es igual a los de antes. Cierto, no es igual a los del pasado inmediato, pero si lo es, o peor, que los del viejo PRI, del cual formó parte. Tiempos idos que él añora.

Sin embargo, hay que reconocer que durante la “dictadura perfecta”, y por eso lo era, se cuidaban las formas, aunque hubiera momentos donde la fuerza irrumpió para acallar a los disidentes. Durante el desarrollo estabilizador e incluso durante las crisis recurrentes, el sistema evitaba las confrontaciones directas, se “abría” al diálogo, escuchaba, aunque no atendiera, pero en ocasiones cedía o movía sus posiciones frente a la crítica o resistencia social. Ahora no, van derecho, aunque tengan que atropellar a quien se ponga enfrente.

El estilo de la 4T es atrabiliario, irrespetuoso y lépero. El discurso presidencial busca alebrestar al pueblo que lo sigue, y ya sea por él mismo, instigado o pagados por alguien, ya se han dado muestras de que lo que provoca es la violencia, tal como ha ocurrido afuera de la Suprema Corte, donde un grupo de manifestantes han agredido a quienes llegan al recinto, bloqueando y golpeando los vehículos, ante la indiferencia expectante de los policías que observan los hechos. Se trata de intimidar a quienes tendrán que juzgar la segunda parte del Plan B.

Quizá la segunda parte del conjunto de reformas, que buscan dar la vuelta al rechazo que hizo el legislativo al no obtener Morena los votos necesarios para reformar la constitución, requiera de otros argumentos para ser rechazada, aunque no falta quien señale que también hubo irregularidades de fondo en su aprobación. Lo que habrá de discutirse es lo que afecta directamente al INE y el proceso electoral, de tal suerte que de ello dependerá la subsistencia de los avances democráticos que hemos logrado.

Sea cual sea la resolución de la Corte en esta materia, y que confiamos en que rechazará el retroceso democrático, lo cierto es que no estamos a salvo de muchas reformas legales que pudieran darse con la mayoría simple que sí tienen Morena y sus aliados en las Cámaras. La forma sumisa como han actuado nos muestran que son capaces de aprobar cualquier cosa.

Ciertamente que los ministros de la Corte merecen nuestro reconocimiento por el valor e independencia que han demostrado frente a las agresiones presidenciales y a las físicas que se han alentado desde el Poder Ejecutivo. No es de pensar que ahora se intimidarán, porque con ello no harían que cambiara la animadversión presidencial hacia ellos.

Pero recordemos que ya el Secretario de Gobernación, primero, y el presidente después, han amenazado con el Plan C, es decir, con la cargada electoral el año próximo, no sólo para conservar la Presidencia, sino para alcanzar la mayoría calificada que requieren para hacer las reformas legales que les vengan en gana. Por ello hay que insistir en que no estamos a salvo, y seremos los ciudadanos quienes tendremos la obligación de contener el Plan C, con nuestro voto el año próximo.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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