La marea rosa defendió la democracia

El 26 de febrero de 2022 ya es una fecha histórica. La marea rosa que inundó la Plaza de la Constitución, como enfáticamente recalcó el ex ministro de la Suprema Corte de Justicia, José Ramón Cosío, demostró que los errores de la actual administración, el autoritarismo u populismo personalista y el desmantelamiento de las instituciones, que ahora se lanzó contra el INE, ha colmado la paciencia de los ciudadanos y generado un civismo comprometido como no era esperado y es necesario para defender la libertad y la democracia.

Pero no sólo fue la Plaza de la Constitución, más de ochenta ciudades, del norte al sur y del este al oeste, se cubrieron de rosa con el mismo propósito: manifestar su defensa al Instituto Nacional Electoral (INE) y de la posibilidad futura de que su voto se cuente en un proceso electoral que dé certeza y transparencia a la expresión de la voluntad ciudadana.

Durante la “dictadura perfecta” -Vargas Llosa dixit-, el sistema electoral fue controlado por el Gobierno desde la Secretaría de Gobernación, y “calificado” por los diputados y senadores que se auto aprobaban como apoyados sistemáticamente por el pueblo. Fue una historia de fraudes que llegó a desanimar a los mexicanos, quienes momentos vieron que su voto no contaba.

Hubo también erupciones ciudadanas, aunque aisladas, en donde el hartazgo ciudadano lograba romper la inercia de la pasividad y obtenía triunfos, que eran desconocidos con violencia, para imponer a los candidatos del oficialismo. No es exagerado decir que hubo hechos de sangre, como el recordado por Hugo Villalobos en León, cuando el 2 de abril de 1946 desde las azoteas de la plaza que hoy lleva ese nombre, se disparó contra la multitud, matando sin distinción de edad, a hombres y mujeres. Y no fue el único caso.

Tengo la convicción de que en las elecciones del 2000, si el presidente Ernesto Zedillo no se hubiera adelantado al mismo IFE para reconocer la derrota de su partido, éste hubiera intentado el fraude mientras los ciudadanos dormíamos, como lo hizo, por ejemplo, cuando Manuel Bartlett Díaz se “le cayó el sistema”. Se podría decir que gracias a un acto autoritario fue posible el arribo a la democracia. Pero eso fue posible por el empuje ciudadano que en un largo proceso logró la transformación del sistema electoral, presionando al Congreso.

No se puede ignorar que en aquellos tiempos América vivía una ola de democratización en el sur del continente que provocaba transiciones sorprendentes y alternancias pacíficas en el poder. Pero hoy, lamentablemente, en la misma región se vive un proceso regresivo que ha cancelado democracias que parecían maduras y, curiosamente, a través de procesos democráticos se han instaurado nuevas dictaduras.

Parecería, entonces, que ahora en México, el Gobierno pretende sumarse a esa corriente y para ello ideó una reforma electoral antidemocrática y demagógica, que con el pretexto de la austeridad económica, que no se practica en otros rubros, se pretende desmantelar el INE y con él a todo el sistema democrático que durante los últimos años permitió alternancias en los poderes municipales, estatales y el federal. Parecía que la normalidad democrática había llegado, cuando un Presidente que logró una legitimidad electoral indiscutible engañando al pueblo, se ha vuelto en contra de lo que, en parte, ayudó a construir cuando era miembro  de la oposición.

Pero sus intenciones y lo torpe de su propuesta no pasaron desapercibidos ni a la sociedad ni a la oposición, que del mismo modo como lo hizo el año 2000, ahora se están uniendo para defender la democracia mexicana que apenas, a estas alturas, tiene 26 años (a partir de 1997). Esto significa que, finalmente, los mexicanos nos hemos asumido demócratas, a pesar de no haber sido educados para ello.

Sin embargo, hay que tener cuidado, apenas se acaba de dar a conocer el Índice de Desarrollo Democrático (IDD) 2022, elaborado gracias a la colaboración de la Fundación Konrad Adenauer, la COPARMEX, el CEPOS y la Confederación USEM, y que realiza PoliLat, y que refleja preocupantes retrocesos en la vida democrática del país.

Quizá la falta de experiencia democrática hizo que los mexicanos nos confiáramos en que ya se había consolidado plenamente este sistema, no sólo en lo electoral, en el país, cuando no es así. La vida democrática no es estática, si no se le practica en todos los órdenes, retrocede. Eso es lo que está reflejando la medición del año pasado. Esperemos que la movilización del domingo 26 sea un fenómeno permanente, no sólo para defender al INE y al voto para 2024, sino para que todas las dimensiones de la vida democrática avancen en el país.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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