El gran robo

Nos han robado, hemos sido despojados de un gran tesoro y muchos ni siquiera lo han notado, nos han saqueado y tristemente y sin darnos siquiera cuenta hemos sido muchas veces cómplices de nuestros propios victimarios, y hoy andamos desposeídos de muchas de nuestros más valiosos valores que nos han sido quitados.

Hoy en día, por ejemplo, estamos lamentando tener un congreso al servicio del presidente, y no del pueblo que los eligió para representar los auténticos intereses democráticos y vemos cómo pese a las manifestaciones populares, a los análisis de especialistas, a muchos comunicadores profesionales y asociaciones de diversos tipos se han aprobado reformas para debilitar al INE y fortalecer la injerencia del Estado en las elecciones marcando un franco retroceso democrático.

Todo esto sucede en este final de año, para rematar un 2022 lleno de problemas de todo tipo, donde se destaca el de la inseguridad y las malas decisiones económicas y políticas, pero, además, y esto viene ya desde algún tiempo anterior, se nos está quitando el auténtico sentido de lo que era una gran fiesta de esta época específica que producía sentimientos de paz, reconciliación y verdadera alegría que es la Navidad.

Hace tan solo algunos años durante este mes era común que las personas al saludar o despedirse de cualquier otra, conocida o desconocida dijera siempre: “Feliz Navidad”. Todos los adornos en lugares  públicos como los pequeños y  grandes centros comerciales, y aún los edificios gubernamentales adornados con luces multicolores decían la misma frase con la que las personas se saludaban o despedían, y todos además sabían que la Navidad se refería al mayor acontecimiento de la historia universal que es el nacimiento de Jesús que vino a dividir la historia en un antes y un después, pero poco a poco y de una forma casi imperceptible esa cálida frase de “Feliz Navidad” se fue sustituyendo poco a poco por un frío y superficial: “Felices fiestas”, que es totalmente impersonal e indefinido.

Esto que parecería de poca importancia, en realidad no es así, es un síntoma del enfriamiento de la unidad social y de uno de los lazos más importantes que nos unían a los mexicanos, cada día más difíciles de encontrar, y perdiendo estos símbolos y muchos de los valores morales y sociales sobre los cuales nos fuimos formando como nación no será fácil lograr la verdadera unidad para defendernos del saqueo que estamos padeciendo cada vez con más intensidad, y que sin darnos cuenta van poniendo en riesgo la propia libertad para ir dando paso a un estatismo cada vez más peligroso.

Hay muchas cosas que tenemos que hacer, pero por lo pronto empecemos por una que puede parecer muy sencilla, pero que en el fondo tiene una gran importancia porque refleja esos sentimientos de armonía que tanto se requieren hoy en día, y nos hacen hacer un alto para reflexionar sobre el propio sentido que estamos dando a nuestra vida, recordando que seguramente durante nuestra juventud teníamos una serie de sueños e ideales, más allá de nuestras propias conveniencias, que nos impulsaban a enfrentar inclusive riesgos, porque tal parece que como decía Anacleto González Flores: “Hemos perdido el sentido más profundo, más característico de la juventud: la pasión del riesgo, la pasión del peligro. Hoy formamos una generación de viejos que no saben más que calcular, más que contar, más que comprar, vender, prestar a interés devorador y atesorar, encendidos por la fiebre característica de la vejez, que es la avaricia”.

Digamos a todos los que se crucen en nuestro camino “Feliz Navidad”, y recordemos con esto que una de nuestras características más importantes como nación y que es una parte muy importante de nuestra cultura es la fe, que aunque muy disminuida sigue estando ahí presente como una gran posible fuerza de unidad entre los mexicanos.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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