Es la hora de los cristianos en la vida nacional

Ya pasó el 2 de junio. Ya debe haber un nuevo gobierno en el país. Los que votaron a favor de la presunta candidata ganadora estarán felices: su proyecto de país podrá acercarse a su realización plena. El equipo de la que probablemente será la presidenta estará ya ocupado preparando su gabinete, y todas las demás cosas necesarias para su gobierno. Quienes votaron por la otra candidata estarán reflexionando sobre las causas de la derrota y, de haber presunción de fraude, estarán preparando los procedimientos legales para tratar de revertir el resultado. Y esto mismo se estará replicando a nivel estatal y municipal en todo el país ya que la ciudadanía debió haber votado para elegir varios gobernadores, todo el Congreso de la Unión, legislaturas estatales y miles de alcaldías. Se esperan cambios substanciales a lo largo y ancho de la nación.

Ya sabemos los ciudadanos, basados en las promesas de campaña de los candidatos, y en el historial de los partidos o grupos sociales que los apoyan, lo que debemos o podemos esperar de los nuevos gobernantes. Y creo que ya también debemos haber entendido que lo que suceda en el país de aquí para adelante no deberá ser ni culpa ni mérito exclusivo del gobierno. La ciudadanía será tan merecedora de alabanza como el gobierno si todo resulta bien, o tan culpable como el gobierno si las cosas salen mal. Y a ese respecto conviene reflexionar en un par de cosas. La primera es de orden histórico. México, a lo largo de su vida independiente, no ha logrado establecer, a diferencia de otras naciones, un sistema de gobierno cuyas instituciones permanezcan estables y capaces de garantizar a todos los ciudadanos las condiciones mínimas de bienestar aún durante las diferentes crisis que necesariamente enfrentará. Gobiernos van y vienen y nada parece vaticinar una vida mejor para millones de compatriotas. Privan los partidismos, los favoritismos, la corrupción, otras maldades semejantes… y el ausentismo social. Y la culpa de todo ello, en gran medida, ha sido de la abulia social y política de los ciudadanos. Hemos callado culpablemente durante demasiado tiempo. Sin chistar, hemos dejado que los diferentes gobiernos hagan y deshagan a contentillo, cuando en otros países los ciudadanos han forzado la desaparición de gobiernos por estupideces y crímenes mucho menores que los que vemos aquí. ¿Cuántas injusticias -por ejemplo- cuántas corruptelas y mentiras, cuántos crímenes sangrientos, cuántos niños muertos por carencia de medicinas, cuántos desastres evitables, cuántos proyectos suspendidos a la mitad hemos visto y sufrido durante los últimos seis años sin hacer nada capaz de frenar esa maldad? Fue solamente a finales del sexenio, cuando ya la situación era insostenible, que empezamos a levantar la voz como pueblo. Y era insostenible porque no habíamos reaccionado a su tiempo como deberíamos haberlo hecho. No podemos, entonces, culpar sólo al mal gobernante. Si México está en el estado en el que está es en gran parte por nuestra abulia. Y eso debe cambiar.

Si la victoria en las elecciones se la lleva finalmente la candidata elegida por la voluntad omnímoda del aún presidente, la abulia nacional únicamente servirá para agravar la situación creada por él, e incluso para permitir a su sucesora acabar con todo lo que hasta hoy hemos conocido como México. Si la victoria corresponde a la candidata de la ciudadanía, la abulia nacional hará que todas las esperanzas que se han depositado en su gobierno terminarán esfumándose como humo; habrá sido un sueño más, una decepción más.

Afortunadamente, la abulia puede ser vencida con la práctica de las virtudes. La diligencia y la fortaleza pueden superar esa indolencia que nos ha identificado mundialmente durante un largo tiempo. De ese modo, la ciudadanía virtuosa puede hacer que fracasen los planes destructivos de un gobierno empeñado en aniquilar las instituciones y transformar el país en un infierno socialista. El ciudadano virtuoso saldrá a defender -con los medios legales con que cuenta y apalancado con la terquedad y la fortaleza que se requiera- todo aquello que le da sentido y valor a la nación. La ciudadanía virtuosa, si el gobierno electo es el fundado libremente en la sociedad, será un protagonista eficaz y entusiasta de la construcción de instituciones, empresas, organismos al servicio del bien común. En resumidas cuentas, es la hora de la ciudadania mexicana virtuosa. Las tareas que continúan estando pendientes en México: pobreza, marginación, salud, educación, empleo, justicia, etcétera, deberán estar en la “to do list” de cada ciudadano. El gobierno no podrá resolverlas solo.

Y si de virtudes y de participación social y política se trata, los cristianos estamos, por nuestra fe, obligados a poner el ejemplo. No me cansaré nunca de citar esa frase que se lee en la “Carta a Diogneto”: “Los cristianos son en el mundo lo que el alma es en el cuerpo”. Creo que más que en ninguna otra época de la historia mexicana esta es la hora de los católicos. De los laicos católicos mexicanos.

Termino transcribiendo un párrafo del Compendio de Doctrina Social de la Iglesia: 543 Es tarea propia del fiel laico anunciar el Evangelio con el testimonio de una vida ejemplar, enraizada en Cristo y vivida en las realidades temporales: la familia; el compromiso profesional en el ámbito del trabajo, de la cultura, de la ciencia y de la investigación; el ejercicio de las responsabilidades sociales, económicas, políticas. Todas las realidades humanas seculares, personales y sociales, ambientes y situaciones históricas, estructuras e instituciones, son el lugar propio del vivir y actuar de los cristianos laicos. Estas realidades son destinatarias del amor de Dios; el compromiso de los fieles laicos debe corresponder a esta visión y cualificarse como expresión de la caridad evangélica: « El ser y el actuar en el mundo son para los fieles laicos no sólo una realidad antropológica y sociológica, sino también, y específicamente, una realidad teológica y eclesial ».

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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