Las palabras sí importan

El actual titular del Ejecutivo se ha distinguido por soltar todo tipo de frases; algunas han sido grandilocuentes, muchas sarcásticas, muchas imprecisas, muchas más superficiales y las más de ellas falsas; y en general, han suscitado resonancia en la opinión pública a través de las redes. Al parecer, la búsqueda de esa reacción sí es parte del diseño de la comunicación de este gobierno; pero este diseño parece destinado a creer que las palabras del Ejecutivo sólo tienen efectos positivos o mediáticos y no es responsable de lo efectos negativos. Sin embargo, en la realidad las cosas son al revés. Hay pocos efectos positivos y muchos negativos.

Durante las mañaneras, en varias ocasiones el titular del Ejecutivo ha afirmado que la corrupción ya no existe; pero no hay evidencia de que esto haya ocurrido; sino que al contrario ésta se ha extendido y las acciones para contenerla han sido igual de inefectivas que en el pasado; y además se han vulnerado los sistemas que se han ido creando para en la realidad combatirla como son el Sistema Anticorrupción y el INAI, entre otros.

Las promesas de que se resolverá el desabasto y que gozaremos de un sistema de salud del primer mundo se han acompañado con juramentos de incluso cambiarse el propio nombre en varias ocasiones; pero la realidad es que ni poniendo a un militar al frente de la tarea de solucionar este tema no se resolverá en 2023 y de la fortaleza del sistema de salud cualquier familia puede dar cuenta de cuánto más ha tenido que poner de su bolsillo para paliar lo que antes medianamente sí le daba el IMSS, el ISSSTE o el sistema del Seguro Popular.

Estos dos ejemplos valen por muchos otros en los que la palabra carece de la fuerza mesiánica del “hágase”. En este renglón quizá sí se deba hacerse una excepción, entre diputados y senadores de su partido y sus aliados sí logra que su palabra tenga exactamente los efectos que desea. Pues nada más amenazó con vetar su propuesta de cambios legales a las leyes electorales por el único cambio que se hizo sin su aprobación y obtuvo que se plegaran a lo que quería.

Sin embargo, los efectos negativos que tienen las palabras del titular del Ejecutivo llegan a comprometer las relaciones exteriores, la estabilidad económica y la integridad física de sus “enemigos”.

Cuando un jefe de Estado con ligereza dice que las relaciones con otro país están “en pausa” como ha reiterado tanto respecto de España como de Perú, generan inestabilidad, alejan inversiones de esos y otros países, y por supuesto, suponen un enrarecimiento que el secretario de Relaciones Exteriores por tener menor rango que el presidente no puede atajar del todo. Resulta evidente que el peso internacional que en organismos internacionales tuvo México hoy también está “en pausa”.

Esos efectos negativos también llegan a las empresas que son mencionadas en las mañaneras, ya sean mexicanas o extranjeras. El valor de sus acciones en la bolsa de valores se afecta al corto plazo luego de una mención negativa y muchas otras han alterado sus planes de crecimiento; pues la incertidumbre jurídica que inicia con declaraciones en la mañanera se traduce más tarde en actitudes y acciones que las afectan directamente o que las llevan a tomar la decisión de retirarse del mercado mexicano.

Sin embargo, los efectos negativos que resultan más inmediatamente dolorosos son los que se pueden ver sintetizados en un caso emblemático como el intento de asesinato a Ciro Gómez Leyva, donde se interpreta que quienes buscaban atentar contra el periodista quizá lo hacían buscando vengarse de algún reportaje específico o de alguna revelación hecha en las últimas fechas, pero que si hubieran triunfado no sólo habrían completado su intención; sino que habrían librado al titular del Ejecutivo de una voz incómoda y plural.

Esa especie de “plus”, condenable desde luego, se puede dar precisamente por otro de los más nefastos efectos de las palabras del titular del Ejecutivo. Los que se derivan de llamar “señor” al Chapo Guzmán y poner apodos a sus críticos; de sostener la importancia de los “derechos humanos” de los delincuentes casi sobre los derechos de los demás ciudadanos y, por supuesto, de la defensa de los “abrazos y no balazos” como pilar del combate a la delincuencia organizada. Palabras que además sí se ha acompañado de actos como el famoso saludo a la mamá del Chapo, las constantes visitas a Baridaguato, Sinaloa, y claro, del otro lado con la intervención en las elecciones en 2021, este último hecho mereció lo que parecía una ambigua felicitación, que luego quedó más clara la intención.

No obstante, la ligereza de este estilo de gobernar sin sopesar el efecto de sus palabras ya está teniendo efectos que le serán negativos al titular del Ejecutivo (pensemos por un momento que la sociedad no importa) pues la relajación de la persecución al crimen organizado no sólo cobra víctimas entre los periodistas o los sacerdotes del país, ya ha costado la vida de dos mandos destacados: uno del Ejército y otro de la Guardia Nacional, además de crecientes eventos donde miembros de las Fuerzas Armadas han sido sometido y vejados. La contundencia de esos ataques sí es notable y si no inédita en sí, sí lo es en su frecuencia.

Cabe destacar que esas muertes no han suscitado en la mañanera el uso de palabras condenatorias fuertes o siquiera equivalentes a las usadas para crear el clima de animadversión contra los periodistas, como se decía antes. Dicho de otra manera, el titular del Ejecutivo no parece dispuesto a ponerse firmemente del lado del Ejército, la Marina y la Guardia Nacional su misión esencial: combatir al crimen organizado. Esa tibieza resulta muy inquietante, casi tanto como su denostación constante a cualquiera que no esté de acuerdo con él. Las palabras sí importan; pero los silencios también.

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