La migración, otro problema sin afrontar

El crimen organizado parece haber agregado una nueva “rama” de trabajo en el tráfico de personas, según arrojan recientes investigaciones.



En tres años de este gobierno, la política migratoria sí ha sufrido una “transformación”. Pasamos de que se recibiera a los migrantes con mariachis, como hizo Layda Sansores, hoy gobernadora de Campeche, y se anunciara que el país les ofrecería empleos a una política de contención con el uso de la Guardia Civil, con prácticas rayando en lo ilegal y con poco respeto a los derechos humanos por parte del Instituto Nacional de Migración y constante palabrería sobre la idealista solución del problema usando los programas sociales “exitosos” para que la gente decida quedarse en sus países.

En términos generales, la llegada de Biden no ha resultado en un cambio significativo a lo realizado por sus antecesores (en números de migrantes expulsados, la administración de Obama sigue llevándose las palmas) aunque ha anunciado una iniciativa para regularizar a 11 millones que ya viven en Estados Unidos, el sueño de “la enchilada completa” del gobierno de Fox vuelve por sus fueros. Pero por lo pronto, hace unos días por acciones de la justicia estadounidense se retoma la política conocida como “Quédate en México” iniciada con Trump. Por esta política se regresa a México a quienes ya cruzaron la frontera para que esperen aquí la audiencia que le permitiría pasar legalmente a algunos.

El gobierno mexicano directamente no manifestó su desacuerdo a esta reactivación que también trae consecuencias a los mexicanos sobre todo en las ciudades fronterizas tanto de norte y sur de nuestro país. El impacto de cientos de miles de personas en “tránsito” es enorme y no está siendo abordado a cabalidad desde el gobierno federal y no hay cooperación con los gobiernos locales.

Esta indiferencia también se traduce en pasividad ante situaciones ilegales como dejar que un grupo numeroso de migrantes avance ocupando los tres carriles de circulación de la carretera México-Puebla afectando el derecho a la libre circulación. Esta inacción abona a un incipiente sentimiento antiinmigrante entre los mexicanos. Se teme que los migrantes se queden los pocos empleos disponibles o que sean proclives a las actividades delictivas y no faltan los que difunden que se les dan indiscriminadamente credenciales del INE para que en las próximas elecciones se asegure el triunfo de Morena.

Por otra parte, estamos ya muy lejos de los días donde el flujo de migrantes era desorganizado y quienes emprendían el camino lo hacían bajo su propio riesgo y sólo pagaban para cruzar a Estados Unidos. Hoy detrás de ellos hay redes organizadas que ofrecen “opciones” de transporte y otros “recursos de apoyo”. Y esos “servicios” se ofrecen por sumas muy elevadas, que según algunos rondan en promedio los once mil dólares por persona. El crimen organizado parece haber agregado una nueva “rama” de trabajo en el tráfico de personas, según arrojan recientes investigaciones.

Esas redes, para funcionar, se apoyan en la corrupción a todos los niveles de autoridades mexicanas y es evidente que con esas tarifas les sobran recursos económicos para callar a muchos. El reciente tráiler accidentado de Chiapas que transportaba hacinadas a 160 personas es muestra de ello, pues pasaron por lo menos tres retenes sin problema. Se supo de ese caso, pero se puede suponer que hoy en las carreteras de nuestro país debe haber muchísimos más tráileres dando tan inhumano “transporte”.

El Ejecutivo, fiel a sí mismo cabe señalar, cuando fue cuestionado sobre ese tema en lugar de asumir la responsabilidad de lo que ocurre en nuestro país con los migrantes, mira a Estados Unidos y reclama “no queremos maltrato a los mexicanos que están en EE. UU. y no queremos que se le falte el respeto a México”. En una cita bíblica de las que tanto le gustan retrata su actitud: “ve la paja en el ojo ajeno, pero no la viga en suyo”.

Sobra decir, con todas estas aristas, que la migración es un tema muy complejo en todos los tiempos y lugares del orbe. No en vano, desde 1914 la misma Iglesia Católica instauró Jornada del migrante y del refugiado como un espacio de oración y reflexión en torno a esta problemática. En el marco de estas jornadas, especialmente el papa Francisco ha subrayado algo que se pierde en el ardor y la política: cada uno de los migrantes es un ser humano. Esa verdad que parece tan sencilla sí puede ser el punto de partida para encontrar caminos de solución, los cuales en términos cívicos se deben traducir en el respeto a los derechos fundamentales de esos seres humanos a través de políticas y legislaciones que estén a la altura de ese reto.

Este tema no se va a solucionar en lo que queda del sexenio, incluso si en verdad el gobierno buscara cómo acotar el problema actual de los que cruzan el país para que por lo menos lo hagan de forma ordenada, o si concretaran planes de fondo que apunten a resolver las causas de la migración en los países expulsores (no los espejitos de los programas sociales que promociona el Ejecutivo). Sin embargo, como ciudadanos debemos presionar para que el país afronte el problema sin simulaciones, considerando a las afectaciones a los mexicanos y a los migrantes.

Entre más tiempo pasemos sin acciones planeadas, contundentes y de largo alcance, más crecerá el problema y afectará a otras ciudades; más criminales verán en esto una mina de oro; más servidores públicos caerán en la tentación de la corrupción; pero, sobre todo, más seres humanos sufrirán todo tipo de abusos en su persona y en sus derechos.

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