El saldo de la pandemia a dos años de su inicio

La sumisión de la jefa de gobierno de la Ciudad de México dejó entrever que en la estructura del gobierno federal la pandemia causó más fracturas que las que vemos.



Formalmente la pandemia por COVID-19 fue declarada como tal el 11 de marzo de 2020, es decir, hace dos años unos días y, aunque, todavía podría presentarse alguna sorpresa, todo apunta a que estamos viendo los últimos días de este evento histórico que marcó un antes y un después.

En México, el consenso general se puede resumir en dos grandes afirmaciones: el gobierno falló en casi todos los frentes siendo una mediana excepción la campaña de vacunación; y la segunda, deriva de la primera: los ciudadanos tuvieron que buscar por sus propios medios cómo sobrevivir.

La primera afirmación es posible constatarla en el número de muertos que es de los más elevados en el mundo habiendo llegado en números oficiales a más de 321 mil, pero que según algunos cálculos se puede estimar que sería de por lo menos el doble. Cabe destacar que somos de los países con un mayor índice de trabajadores de la salud fallecidos, lo cual apunta al desorden que imperó desde el inicio de la emergencia.

El sistema de salud a duras penas pudo resistir la embestida y hoy se sostiene apenas con lo mínimo, pues justamente en enero de 2020 entró formalmente en operación el INSABI que venía a sustituir al Seguro Popular. El usar la palabra “formalmente” es justo para indicar que sólo en las “formas” se lanzó el INSABI pues en la realidad ha sido un fracaso que ha dejado a uno de cada tres mexicanos sin acceso a la salud. De paso, no hay estrategia para la atención de las secuelas pos-COVID. Médicamente está probado que muchos de quienes padecieron esta enfermedad sufren, no se sabe por cuánto tiempo, insuficiencias pulmonares, daños neurológicos, insuficiencia renal y otras secuelas variadas.

En el renglón de salud, se apuntaba a que hay consenso en que la campaña de vacunación es el único renglón donde medianamente se puede decir que se fue efectivo sobre todo en las grandes urbes. Aunque en el tema hay claroscuros. Uno de los más oscuros fue negar al personal de salud de instituciones privadas la vacunación al inicio. No sólo porque se hizo una discriminación absurda, sino porque muchas de esas instituciones cooperaron directamente y con pérdidas para absorber procedimientos que el sector salud no podía atender por priorizar la atención al COVID. Otro aspecto que fue y sigue siendo muy oscuro, fue la negativa constante con falsas aseveraciones de vacunar a los menores de 5 a 15 años incluso cuando la variante ómicron mostró que eran un grupo vulnerable. La negativa sigue hasta hoy.

Pero si los menores, estuvieron expuestos en el campo de la salud, el menoscabo en su educación fue y será todavía más severo y la extensión del daño todavía no es posible evaluarlo. De entrada, los estudiantes mexicanos fueron de los que más tiempo pasaron fuera de las aulas y el regreso despertó muchos temores porque la autoridad, aunque tuvo tiempo, no ofreció seguridad y certeza. Los pocos materiales que se distribuyeron por escrito no consideraban los variados escenarios que un país con una geografía tan diversa y con tantas diferencias socioeconómicas. Los materiales de limpieza eran pocos y, según determinaron, expertos no iban a lo principal: evitar el contagio vía aérea. Y todavía más grave, a la fecha no hay un plan de recuperación ni en los aspectos generales ni en los particulares de cada alumno. Los profesores y las profesoras están teniendo que lidiar como mejor se les da con esta situación.

Ahí es donde comienza la segunda afirmación que es válida para el personal de educación, lo fue para el personal médico y fue explicitada para el sector productivo con el famoso “si van a quebrar, que quiebren”. El resultado fue una pérdida severa de empleos que apenas a dos años se comienza a recuperar en números, pero esos números sólo son en sí mismos buena noticia, si se les mira de cerca no pintan tan bien.

En otras palabras, las cifras del IMSS están en los mismos niveles de antes de la pandemia, pero con empleos, con menos ingresos, con una distribución diferenciada por estado, y además, el empleo de las mujeres sigue rezagado y, por otra parte, esas cifran indican que toda la fuerza laboral que debería incorporarse cada año no ha tenido lugar para hacerlo. En contraste, el empleo en el sector informal ha crecido. En algunos estados, el 100 por ciento del nuevo empleo es en este sector. El uso de la palabra empleo resulta entonces un tanto engañosa, pues se trata de puestos que no tienen ninguna prestación y mucho menos seguridad. Evidentemente, esto se puede resumir en el crecimiento de los niveles de pobreza y pobreza extrema como no se habían visto en varias décadas.

En el aspecto político, también se pueden leer algunos resultados. Hubo liderazgos locales que resultaron fortalecidos, como en Jalisco o recientemente en Nuevo León cuyo gobernador fue el primero en decretar que ya no se usen cubrebocas en actividades externas. En claro intento de no quedarse atrás, salió a decretar lo mismo la jefa de gobierno de la Ciudad de México quien tuvo la oportunidad de deslindarse del gobierno federal a finales de 2020 y no lo hizo. Tardíamente ha tratado de remontar, sin embargo, su sumisión dejó entrever que en la estructura del gobierno federal la pandemia causó más fracturas que las que vemos. Es obvio que el eslabón más débil ahora es Hugo López Gatell quien pasó de la figura más brillante al inicio a ser fruto de las burlas con el “Tú cállate, Hugo” que inunda las redes.

El saldo de la pandemia es deudor, el gobierno federal y la mayoría de los gobiernos locales quedaron a deber en salud, educación y economía, por sólo mencionar tres aspectos de la vida de los mexicanos.

 

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