El primer debate electoral presidencial de 2024

En nuestro país, los debates electorales tienen una corta tradición porque son parte fundamental de la democracia, y nuestro país tiene poco de tenerla; el espíritu detrás del debate es lograr un voto más informado; pero los efectos son variados, y no siempre van de la mano con los resultados electorales.

Fue para la elección de 1994 cuando ocurrió el primer debate entre Zedillo, Fernández de Cevallos y Cárdenas, que fue fruto de la presión social y no eran normados por ninguna institución. Fernández de Cevallos fue dado como ganador y se recuerdan frases como “Sabemos que usted ha sido un buen chico, con altas calificaciones”, refiriéndose a Zedillo. Paradójicamente, su presencia en la campaña fue mermando supuestamente para prepararse para un segundo debate que nunca tuvo lugar y Zedillo ganó las elecciones.

En contraste, en 2000 fue la ausencia del debate entre nuevamente Cárdenas, con Labastida y Fox que este último se ganó muchas voluntades con el “hoy, hoy, hoy”, que lanzó cuando los otros candidatos se negaban a debatir en la fecha pactada (ese día) y querían posponerlo sin razón clara. Los analistas de entonces vendieron esa frase como una muestra de terquedad, sin embargo, fue crucial en resonar en la urgencia de la sociedad mexicana para lograr la transición “hoy”. Esa falta de debate también le pasó cuentas en 2006 cuando el hoy titular del Ejecutivo se negó a asistir al último y los otros candidatos debatieron con una silla vacía que señalaba su desdén a la ciudadanía.

En 2018, los debates fueron momentos estelares para el lucimiento del actual titular del poder Ejecutivo gracias sus chistes. Resultaron una especie de “tráiler” de las mañaneras que hemos padecido desde el primer día de su gobierno. Claramente, la “implantación” de esas frases, de esos motes tuvieron un efecto más allá. Los efectos de los debates se construyen antes, durante, pero especialmente después de los mismos, y quien gane el espacio y la narrativa entre la ciudadanía y no necesariamente entre los analistas, como los ejemplos anteriores muestran.

El primer debate de esta elección estaba centrado en la figura de Xóchitl Gálvez, porque había quien incluso dudaba si Sheinbaum se presentaría. Y acaso algún optimista de Movimiento Ciudadano deseaba que su candidato resultara una revelación o “brillara” con alguna frase como el Bronco con “mocharle la mano al que robe” (que algún voto le regaló en las boletas). El fuego cruzado al que la sometieron los dos contendientes comprobó que el papel de MC es ser comparsa, pues no se ataca a los aliados, sino a las amenazas. A este comportamiento se le ha dado poco relieve, pero puede ayudar a diluir el miedo a que el voto opositor en algún mínimo porcentaje se vaya a MC.

Es innegable, pues, que los ojos estaban más sobre Gálvez, por su personalidad que es suelta y hábil para el revire; porque se atribuye al debate en sí efectos “mágicos” sobre los indecisos, y, esperaban un despliegue de habilidad retórica, que si bien no sucedió; sí plantó frases vitales que pueden, a la larga, extenderse con efectos positivos como llamar a Sheinbaum “dama de hielo”, frase muy atinada por la rigidez, frialdad e incluso desprecio que mostró esta última que ni siquiera tuvo la sororidad de llamarle por su nombre a su oponente.

Sheinbaum se mantuvo en una actitud estudiada, contenida, mostrando un absoluto desdén, no se diga a los cuestionamientos, sino a las preguntas mismas, cambiando el tema que le resultaba incómodo. Mientras Gálvez se mostró humana, vulnerable, solidaria, y capoteó un formato que favoreció que Sheinbaum evadiera los cuestionamientos torales y que pudiera salirse con la suya mintiendo con desfachatez en la cara del país y de las víctimas de las políticas que defiende. Porque, justamente, se ha dejado de lado que Gálvez se hizo acompañar en el estudio por víctimas representativas de los múltiples errores de este gobierno, buscando humanizar los temas, poner cara a las consecuencias de los errores. Resulta doloroso que esas víctimas que nadie quiere ver, también se hayan desdibujado en la cobertura mediática, y dice mucho del cerco que se le pone a Gálvez, que veladamente (y a veces con descaro) revela que no hay piso parejo.

Los efectos de este debate y de los que están pendientes no son, como se ha señalado, inmediatos, y las lecturas del círculo rojo, distan de las lecturas de los electores. Y el mejor postdebate es el de los ciudadanos que apoyan a Gálvez porque quieren seguir en el camino de la democracia, la libertad y la alternancia pueden hacer con sus allegados, moviendo a la participación activa el 2 de junio.

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