Ciudadanos, no es momento de aflojar ni el paso, ni la exigencia

Hace unos días, se anunció formalmente que la Alianza Va por México, formada por el Partido Acción Nacional (PAN), el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD) se ha restablecido para las elecciones de 2023 y del 2024.

En esta ocasión, se está hablando de una alianza quizá más clara que la establecida antes de las elecciones de 2021, pues ya se están aterrizando las bases para prever un gobierno de coalición en el Ejecutivo y gestando reglas internas de funcionamiento para, en teoría, que haya claridad en qué sí van juntos y en qué podrán diferir en el Legislativo.

Tal vez, mal que bien se ha aprendido de lo ocurrido en esta legislatura, en la que el PRI unió fuerzas con Morena y aliados para lograr una reforma electoral que si bien no era la propuesta por el titular del Ejecutivo la cual buscaba mudar a la Guardia Civil a Sedena mutando de forma definitiva su carácter civil. En lugar de eso, se hizo una extensión del plazo permitido para que las Fuerzas Armadas tengan injerencia en la seguridad interna.

Esa aprobación tensó la situación entre los integrantes de la Alianza al punto de ponerla en una larga pausa. En lo poco que se puede defender al PRI es su pálido intento de proponer que los mandos militares se presenten en el Poder Legislativo para informar sobre sus acciones; rescatar en papel, por lo menos, la importancia de las policías locales y su necesidad de otorgarles presupuesto. Es evidente que esos dos aspectos no se materializarán en lo que queda del sexenio, pero podrían ser un buen inicio para reencaminar a la entidad que se encargue de la seguridad interior (sea la Guardia Nacional u otra) para que recupere su carácter civil y se enfatice la importancia del trabajo en estados y municipios en esta área.

Independientemente de ese posible beneficio, la tensión que levantó en su momento parecería superada entre las cúpulas, sin embargo, el PRI tendrá que ser muy claro, coherente y solidario en los próximos meses para que en la ciudadanía pueda recuperar la confianza que se sintió profundamente traicionada en meses pasados. No es poca la gente de a pie que internamente se resiste a apoyar a la Alianza por ese evento amargo, además de por el liderazgo cuestionable de Alejandro Moreno y por la huella de 70 años de hegemonía priista que no parece tan fácil de borrar.

Pero esta sensación de incomodidad con la Alianza no es sólo provocada por el PRI. En el caso del PRD, la gente tiene claro que su presencia es cada vez más testimonial, que su registro como partido está muy comprometido y finalmente se tiene en mente que el actual titular del Ejecutivo comenzó su demolición de la democracia desde que fue presidente de partido y candidato perdedor en dos ocasiones bajo sus siglas. Lo cual no les ha impedido ya poner algunas objeciones a la repartición de candidaturas, reclamo que pasó bastante desapercibido en la sociedad, casi como ellos los últimos cuatro años.

El Partido Acción Nacional, sobre todo en amplios sectores de clase media, tiene una imagen menos negativa, y los gobernantes que han emanado de sus filas, en contraste, son considerados más eficientes y con una reputación de menor corrupción (sin que se nieguen sus grandes excepciones). Y precisamente ahí radica la reluctancia de algunos, pues tienen la ilusión de que yendo en solitario el PAN ganaría y saldría reforzado casi por el solo hecho de no ser Morena, no ser PRD y no ser PRI.

Es evidente que todas esas situaciones, y muchas más pueden ensombrecer el camino de la alianza, pero por desgracia la situación del país y la posibilidad real de que Morena continúe otros seis años dominando abrumadoramente la escena política, hace necesario (aunque sea doloroso) el adoptar una postura más pragmática y cerrar filas en torno en los partidos políticos, por lo pronto.

Y es que hoy por hoy la ciudadanía real, comprometida y participativa no tienen otros instrumentos de acceso al poder que no sea de la mano de los partidos políticos. De hecho, como se recordará, uno de los mandatos explícitos que tienen que cumplir el INE es proteger al sistema de partidos. Pero sería un grave error que esa ciudadanía no perciba como un logro propio y legítimo que esta Alianza se haya dado para 2021 y se esté renovando para los años venideros. Si se requiere una imagen para valorar ese peso, sería la marcha del 13 de noviembre cuando los miembros de partidos políticos se ubicaron en la retaguardia, pues se vieron forzados a subordinar sus intereses a la voz ciudadana.

En otras palabras, si alguna cosa buena puede salir de estos seis años donde han privado la ineficiencia, la ideologización, la vulneración de la unidad nacional y la degradación de la ley es el crecimiento de la voz ciudadana; la conciencia de que sí somos un factor de diferencia cuando nos decidimos a serlo y que si cedemos un ápice a nuestras exigencias el precio nunca lo pagan los políticos sino nosotros mismos que padecemos malos (y hasta riesgosos) servicios; que nuestros hijos reciben una educación que apenas merece ese título; que vemos nuestros ingresos mermados por una imparable inflación y que tememos que nuestro negocio o la empresa en la que laboramos desaparezca.

Bienvenida la Alianza Va por México, pero que prive la alianza ciudadana por encima de cualquier otra. Ciudadanos, no es momento de aflojar ni el paso, ni la exigencia.

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