Benedicto XVI, mensaje y legado

“Sal de la tierra y luz del mundo” (Mt 5:13-16). No hay mejor expresión del Evangelio que describa al papa emérito Benedicto XVI que este último día del año 2022 partió a la Casa del Padre. Descanse en Paz el querido y amado Joseph Ratzinger.

Su elección como sucesor de Juan Pablo II en 2005, al parecer, sólo fue sorpresa para él. Pues muchos reconocían que su intensa labor desde la Congregación de la Doctrina de la Fe lo hacían ideal para ocupar la cátedra de Pedro, asumiendo uno de los nombres más populares entre los papas: Benedicto, el que “dice el Bien”.

Ese “decir el Bien”, sin duda, lo refleja muy bien. De hecho, el sello de defensor de la fe hace creer que Benedicto XVI será nombrado Doctor de la Iglesia. Sería un reconocimiento que seguramente él rechazaría, pero resulta difícil cuestionar su gran aporte en la teología actual aun por sus detractores. Es inocultable que una de las notas más destacadas de su andar en la Tierra fue el poner su brillante inteligencia al servicio de Dios, buscando profundizar en el conocimiento de la fe y actualizando el mensaje del Evangelio en un mundo cada día menos abierto a creer.

La aportación de Benedicto XVI es muy relevante en términos del magisterio de la Iglesia, es decir, de esa serie de conocimientos teológicos que pueden parecer que se alejan de la realidad de las vicisitudes de los cristianos de a pie; pero que al contrario cuando nos acercamos a ellas se convierten en fuente de consolación y guía para confirmarnos como discípulos de Cristo, alimentando tanto nuestro corazón como nuestra razón, dos de los pilares de nuestra humanidad.

Por ello, reconocemos que la aportación de Benedicto XVI a la plena vivencia del cristianismo en estos tiempos ha sido determinante y es un legado que permitirá a nuestra generación y a las venideras continuar profundizando en nuestra fe para vivirla más plenamente.

Esa búsqueda de la Verdad y de vivir conforme a su dictado hizo que su papado no fuera fácil, pues le tocó enfrentar una de las crisis más dolorosas para la Iglesia, como son los numerosos casos de pederastia. Benedicto XVI se distinguió por enfrentar el problema, promover los cambios necesarios para crear canales adecuados para evitar el encubrimiento, castigar los casos y prevenirlos.

Es necesario valorar en toda su dimensión esa aportación que en mucho evoca a Jesús sacando a los mercaderes del Templo, así como el asombroso ejemplo de humildad que fueron sus casi 10 años como papa emérito vividos en el silencio, el recogimiento y la oración que resuenan en los 30 años en los que Jesús se mantuvo oculto.

Asimismo, se necesita ver, como ha destacado el papa Francisco, que Benedicto XVI fue un pastor, que vivió los tres momentos de ese papel: ser líder, caminar juntos e ir en la retaguardia sin dejar a nadie atrás. Benedicto XVI cumplió tanto en su papado activo, como en su vida previa y posterior con esos momentos de una manera singular.

Como singular será el evento del día de mañana en que un papa en funciones presidirá el funeral de un papa emérito. Y sin embargo este hecho es más que una curiosidad pues es muestra de la Iglesia sigue viva y seguirá viva, y los estilos de presidirla, por supuesto, que serán acordes con la humanidad de cada uno de los sucesores de Pedro, pero que la promesa de que la Iglesia fue fundada sobre una roca y los poderes del Infierno no prevalecerán sigue en pie y seguirá por los siglos de los siglos hasta que Cristo vuelva.

Es así que agradecemos la vida y testimonio de Benedicto XVI, y procuraremos afianzarnos en la fe, alentarnos en la esperanza y quemarnos en el servicio animados por la caridad.

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