El síndrome del marido borracho y golpeador

Pareciera que México está bajo el mando de un presidente que promete todo y cumple muy poco y a medias.


Amlo


Doña Pelos en medio del gran festejo de su sobrina-nieta, vio, como siempre y es costumbre en tales eventos celebratorios, la presentación de Inocencia en sociedad –ella obligaba a todo mundo que le dijeran “Chenny”, en vez de Chencha– y el festejo trajo varias reacciones.

La primera fue, que acababa de cumplir los 30, pero siempre faltó presupuesto –igual que en la 4T– para que se lo celebraran con chambelanes, hielo seco y lucecitas. El sobrepeso –así se le llama elegantemente a la obesidad de Chenny– le había sacado un par de hernias a los chamacos que la debieron cargar al compás de algún reguetón; pero por obvia resolución, se canceló el numerito.

De inicio, el padre de la quinceañera –con tres o cuatro estocadas de tequila entre pecho y espalda, y medio cartón de caguamas– en medio de la pista de baile, le puso tremendo sopapo a un chambelán, porque según el padre de la Chenny, el jovenazo le había testereado el prominente frontispicio a la quinceañera.

La mamá del joven entró al quite y la madrina de la Chenny, con un par de patadas voladoras la dejó noqueada en el borde la barra libre. “Los Lepras”, pandilla de gandallas a los que pertenecía el chambelán, sacaron el arsenal que les permite la nueva Ley de Amnistía y empezó una zacapela de pronóstico reservado.

Llegaron los guardianes del orden y al ver que el padre de la quinceañera le ponía un par “ganchos al hígado” y le hacía la “Huracarrana” a una señora, con el tolete y a la Bruce Lee, dejaron al abusador en calidad de fardo. La señora se levantó fúrica y hecha un energúmeno le reclamó al genízaro: “¡¡¡Inschi poli… déjelo que me pegue, que pa’eso es mi marido!!!”

–Oiga, Susanita, perdone usté pero no me aguanto la risa.

–¡Caramba, doña Pelos, ¡ya ni la amuela usté! Ve la cruz y no se hinca. Ya desgreñaron a la Chennychienta, y a mi comadrita también. Su viejo le puso un par de mandarriazos como si fuera del colectivo de las que pintaron el Ángel.

–Exactamente, Susanita. De eso me río; pero, es que, la verdad sea dicha. Estamos en presencia de lo que la escuela de psicología humanista de Viena le llama “el síndrome del marido borracho y golpeador” ¿A poco no? Y es que esas actitudes son como todo lo que se ve en la 4T.

–Ora sí… ¡no le entendí ni maíz!

–¡No está tan difícil, Susanita! Imagínese a su marido: llega y le promete, le jura por lo más sagrado que tiene –y que no es su jefecita– que van a crecer al 4 por ciento. Y usté se da cuenta que no crecieron nada, por el contrario. Su viejo le dice que se reparte mejor el dinero; y usté no acaba de ver esa lanita porque nunca llega a sus manos. Su marido le insiste en que en cuanto venda su cochecito, se van a pagar todas las deudas de la casa, el predial, las cuotas de la escuela, todo lo que se debe en la tienda. ¿Y qué cree? Que ni ha vendido el cochecito, ni lo usan, y nada más lo tiene guardado pagando las lavadas, a los chavos que le dan mantenimiento, el estacionamiento… ¡Ah!, y otra cosa. Usté se da cuenta de que el dichoso vehículo nunca fue de su marido porque era alquilado porque ya no les fían.

–¡Ay, doña Pelitos! Me está usté asustando.

–Eso no se queda ahí, Susanita. Cuando usté le reclama, su viejo pide la desaparición de poderes en la familia. O sea, que a usté ya no le obedecerá ni el perro. Pero, cuando aumentan los reclamos de todo el resto de la familia, su marido les dice que, en cuanto venda el cochecito, les va a pagar el agua (porque no tienen) igual que en Zacualtipán e Iztapalapa.

–¿Y luego?

–Que su viejo se trae mareada a toda la familia, porque si llegara a vender algo, tampoco habría ganancias, sólo se alcanza a cubrir el 86% de todas las deudas de la familia. Lo peor de todo, Susanita, que a todo mundo le ha dicho que con lo que entre por la venta del coche, el dinero se empleará para pagar todas las obras sociales como la visita de la suegra, el cumpleaños del compadre rico; el mueble que rompió en la casa de los vecinos y los libros que les hacen falta a los chicos.

–O sea, qué el viejo anda ofreciendo a todo el mundo, un dinero que no existe y que quién sabe si llegue a la casa, ¿no?

–Así es; pero hay algo más. En nombre de la austeridad decretada por su marido, todo mundo se bañará cada 3 o 4 semanas, les haga o no falta. Para gastar menos luz, los niños se dormirán con el uniforme puesto, para evitar el gasto en planchar. Y en vez de focos, se alumbrarán con velas de cebo que son más baratas.

–Doña Pelitos, y si me le paro enfrente al viejo y le digo que, si sigue así, me voy con mi mamá…

–Ya lo tiene previsto. Le quitará a usté los productos de “topergüer” y los perfumes de “yafra” que va a entregar a sus clientes de usté, porque se trata de una campaña en contra de su marido, para desprestigiarlo y hacerlo quedar mal ante todo el vecindario.

–Doña Pelos… ¿Qué, ese síndrome del marido borracho y golpeador, no es más o menos lo que está pasando en el país?

–¿Sí, verdad? Porque en cuanto uno expresa su libre opinión, salen miles y miles de bots, mentándole la madre a uno. O sea, de que me robe Peña o los panistas, a que me robe López… mejor que me robe López…

 

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