Para Claudia Sheinbaum, el 2026 será un año decisivo. La incógnita reside en si continuará cobijando al “Grupo Tabasco”, encabezado por López Obrador, o permitirá que Omar García Harfuch avance con los objetivos estratégicos —marcados desde Washington— para combatir al crimen organizado y sus nexos con políticos del sexenio pasado. Servir a dos amos podría debilitar aún más su administración; aunque el Gobierno Federal concentra cada vez más facultades, este parece estar al servicio de una facción específica. La evidencia de los últimos acontecimientos sugiere que el poder real reside en Palenque.
A partir de ahora comienza el movimiento de aspirantes buscando posicionarse para ser “palomeados” a mediados del próximo año. Este proceso desatará un conflicto interno en el partido gobernante de cara al 2027: la confrontación definirá si la selección de candidatos emana de Palacio Nacional o si la lista se impone desde Palenque.
Con este fin, López Obrador prepara una gira junto a su hijo. Se realizará en espacios cerrados para no eclipsar públicamente a Sheinbaum, pero con la clara intención de conectarse con las bases de Morena y ungir al “hijo predilecto” para dar continuidad al proyecto hacia el 2030.
Otro factor de doble filo es el Mundial de Fútbol. Si bien puede traer noticias positivas, también corre el riesgo de ser utilizado como herramienta de presión política, similar a lo ocurrido en 1968. Con las miradas del mundo puestas en México, fuerzas aliadas al crimen organizado podrían detonar violencia para chantajear al Gobierno Federal. Actos de terrorismo, como el coche bomba en Michoacán, ya son visibles. Todo esto ocurre bajo la presión de Estados Unidos y su nueva lista de extraditables, quienes no quedarán de brazos cruzados.
En lo económico, la revisión del T-MEC será crucial. Este proceso es clave para la administración Trump y para la iniciativa privada estadounidense, que ya ha manifestado inquietud ante la reforma judicial y la extinción de organismos autónomos en México. Estos cambios en las reglas del juego amenazan con sacudir aún más el entorno financiero.
Finalmente, las finanzas públicas seguirán bajo estrés, comprometiendo la estabilidad fiscal por mantener la dispersión de recursos en los programas sociales. Sin margen para modificar los montos —cuyo objetivo es asegurar el voto cautivo para la elección intermedia—, se continuará erosionando la estabilidad de una economía que acumula siete años de debilidad, visible en el deterioro de la salud, la educación y la infraestructura.
El 2026 se perfila como un año de creciente inestabilidad política y económica. Es probable que Morena se radicalice aún más, dado que el costo político no recaerá sobre el “arquitecto” del movimiento, sino sobre quien hoy administra la marca del Gobierno.
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