Cuando votar no es democracia

Paso a paso, la frágil democracia mexicana se erosiona. Las instituciones están siendo transformadas para consolidar el poder de un solo grupo político, en un proceso que recuerda al peronismo argentino, pero con un sello mexicano. Las reglas del juego están cambiando para que, aunque los ciudadanos voten, no elijan libremente. 

Elecciones no equivalen a democracia

Es un mito que ir a las urnas garantiza una democracia genuina. En muchos países, las elecciones existen, pero no reflejan la voluntad libre de los ciudadanos. Factores como la manipulación del voto, la represión de la oposición, el control estatal sobre los organismos electorales y la censura a los medios convierten los comicios en una farsa que perpetúa regímenes autoritarios. Según el Índice de Democracia de The Economist (2023), países como China, Rusia, Venezuela, Nicaragua y Cuba ilustran este problema.

En China, los ciudadanos mayores de 18 años pueden votar, pero el Partido Comunista ejerce un control absoluto, eliminando cualquier competencia real. En Rusia, las elecciones son frecuentes, pero la oposición enfrenta detenciones, censura y restricciones legales. En Venezuela, Nicaragua y Cuba, los partidos en el poder ganan invariablemente, perpetuando a líderes como Maduro, Ortega y al régimen cubano. En estos casos, los gobernantes hablan de “democracia” y “voluntad popular”, pero es como un partido de fútbol con un árbitro comprado: el juego existe, pero el resultado está decidido de antemano.

En México, el próximo 1 de junio de 2025, los ciudadanos han sido convocados a votar para elegir jueces y magistrados. Sin embargo, este proceso no garantiza una democracia genuina. Por el contrario, parece diseñado para someter al Poder Judicial —el último bastión con cierta independencia— al control del partido en el gobierno. La narrativa oficial presenta esta elección como un ejercicio de participación popular, pero oculta un sistema que limita la libertad de elección.

Por primera vez en este siglo, el conteo de votos no estará plenamente en manos de ciudadanos, sino de un organismo electoral cuya autonomía ha sido cuestionada. Este cambio, junto con la falta de pluralismo y transparencia en el diseño del proceso, amenaza con convertir las elecciones en una herramienta para consolidar el poder, del grupo en el gobierno.

Tras las elecciones, se debatirá la legitimidad de los resultados, la idoneidad de los candidatos electos y la baja participación ciudadana. También se cuestionará el diseño del proceso, que favorece al partido en el poder. Para que un sistema sea verdaderamente democrático, debe cumplir con principios como el pluralismo, la transparencia, el respeto a las libertades civiles y un sólido estado de derecho. Sin estos elementos, el voto se convierte en un ritual vacío.

La comunidad internacional y los ciudadanos mexicanos deben permanecer atentos a estas dinámicas, exigiendo estándares democráticos que vayan más allá de la simple realización de comicios. La democracia no se mide por el acto de votar, sino por la capacidad de ese voto para reflejar una elección libre y justa. Hace casi 2 mil años, una multitud manipulada eligió liberar a Barrabás en lugar de buscar justicia. Hoy, México enfrenta el riesgo de que un proceso viciado, permita que figuras como la de aquel Barrabás salgan elegidas para administrar la justicia. 

El México libre debe prepararse para reconquistar la libertad y la democracia que está siendo arrasada con estos procesos destructivos.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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