No hay nada tan malo…

Hay algo de cierto en el dicho de que: “no hay nada tan malo que no tenga algo de bueno”. O, como se decía en el siglo pasado: “no hay mal que por bien no venga”. En este inicio del 2024, ¿qué tanto se pueden aplicar estos dichos?

Si le creemos a una parte de la clase política, antes de los finales del 2018, no había nada que no fuera totalmente malo y perverso, en opinión de los adherentes a la 4T. Por otro lado, aquellos a los que se les está diciendo permanentemente fifís, conservadores y otras lindezas parecidas, consideran que todo lo que ha ocurrido a partir de diciembre del 2018, es una colección de males irremediables. No cabe duda: este es uno de los aspectos sobresalientes de la polarización que está sufriendo nuestra sociedad.

Cierto, es difícil encontrar aspectos buenos en los gobiernos de la dictadura perfecta o en los de la transición democrática. Y es difícil también considerar que todo lo que ha ocurrido de diciembre del 2018 a la fecha ha sido totalmente bueno. Tan es así que todas las situaciones que no han salido a la perfección se explican hablando de la maldad de una oposición de la que, se dice, está moralmente derrotada, pero que, de acuerdo con la opinión de la administración actual, conserva tanto poder como para descarrilar los planes que, de acuerdo con la 4T, estaban planeados sin falla.

De acuerdo, me dirá usted. Supongamos que le hacemos caso. ¿Qué bienes estamos encontrando en la Sociedad Mexicana después de 5 años de la susodicha transformación? Es cierto que ha habido logros. También es cierto que cuestiones, que no se habían atendido suficientemente por décadas, se les está dando atención. Claramente, somos muchos los que creemos que se han puesto de manifiesto problemas reales, aunque no podemos estar de acuerdo con las maneras como se les está resolviendo. O, al menos, intentando resolverlos.

En mi opinión de un ciudadano sin poder, me parece que el mayor logro de esta media década es un despertar de la Sociedad. Se percibe en la ciudadanía una preocupación por asuntos sociales que claramente no estaban en la discusión del electorado. Muchas veces eran temas que se tomaban como banderas políticas, para incluir grupos de poder que podrían influir en la Sociedad. Cuestiones cómo la pobreza, los llamados ninis, la salud, el reparto desigual de la riqueza, el maltrato a la mujer y otros similares, raramente formaban parte de la discusión diaria. Puntos de los que se hablaba poco y mucho menos se intentaban posibles soluciones. 

Cuestiones que ahora están en la agenda pública, como pueden ser la violencia, la debilidad de las estructuras gubernamentales y la de las sociedades intermedias, la importancia de la discusión de las leyes y la omnipresente corrupción, eran puntos que se veían como parte del paisaje, una característica de nuestra idiosincrasia para la que no se veían soluciones. Asuntos de alguna manera permitidos y casi perdonados. Cuestiones buenas para el chisme y la discusión de los que forman parte del afamado círculo rojo, los allegados al poder. Ya no es así. Cada vez más se discute en familia, en grupos sociales, en las famosas redes, cuestiones que han estado presentes en nuestra Sociedad desde tiempo inmemorial, pero que no habían despertado mayor preocupación.

Esto es un cambio fundamental. El hecho de que la Sociedad, el ciudadano común, esté discutiendo estos puntos, a favor o en contra, es algo extraordinariamente importante. No hay modo de hacer funcionar una sociedad cuando la mayoría de sus miembros ve con indiferencia las grandes cuestiones nacionales.

Pero estamos aprendiendo y, creo yo, de buena manera. Cada vez se puede ver más cercana una conciencia de lo que significa verdaderamente la democracia. Por ejemplo: que no basta que exista el voto y que los votos se cuenten, bien contados. Nos damos cuenta de que no basta con votar: hay que analizar, debatir e informar sobre los diferentes puntos de vista, para los grandes asuntos nacionales. Porque no basta con tener muchos votos para que la democracia sea efectiva. Se necesitan votos razonados, fruto del conocimiento y discusión. Y también la conciencia de que una democracia auténtica limita la dictadura de las mayorías. Situación que, algún momento, se planteó como la justificación de la dictadura perfecta, que decía actuar en nombre de las grandes mayorías.

De modo que en este momento estamos encontrando un gran bien: el despertar del ciudadano común, el empoderamiento de los que tradicionalmente han estado sin poder. Un desencanto con los políticos y sus partidos, que puede llevar a un cambio importante en una ciudadanía que, por muchos años, ha estado ausente de las grandes cuestiones nacionales. Y de su discusión, es de esperarse que logremos un mejor balance en nuestra Sociedad.

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