El otro medio milenio

Fue hace más de treinta años (en 1992 para ser exactos) cuando en México un grupo de intelectuales decidió celebrar por todo lo alto los quinientos años del Descubrimiento de América.

Aquella celebración también fue conocida como el Encuentro de Dos Mundos y se conmemoró lo que en aquel entonces fue conocido ya fuese como el V Centenario o ya fuese como el Medio Milenio que, a fin de cuentas, viene a significar lo mismo.

Con motivo de aquella celebración, se agruparon los más prestigiosos intelectuales del Mundo Hispánico que procedían tanto de Argentina como de Colombia, de Chile como de Puerto Rico, de Centroamérica como del sur de los Estados Unidos y –por supuesto- de México y España.

Fue así como nació FUNDICE composición de palabras que en un principio significó: Fundación para la difusión cultural del Medio Milenio en América.

En un principio, FUNDICE estuvo presidida por el arquitecto don José Luis Ezquerra de la Colina quien posteriormente entregó la estafeta al abogado don Jesús Hernández Ramos.

FUNDICE organizó varios congresos internacionales, publicó numerosas obras históricas, realizó cursos a lo largo de todo México, programó visitas a museos y lugares históricos que tenían relación con los valores hispánicos y católicos de la nación mexicana.

En síntesis se puede decir que la labor de FUNDICE fue todo un éxito puesto que a partir de entonces la mentalidad de quienes tenían vocación de historiadores empezó a cambiar.

Aquel luminoso 12 de octubre de 1492 ya no fue visto como el inicio de la esclavitud y exterminio de los aborígenes del continente americano.

Aquel luminoso 12 de octubre de 1492 empezó a ser aquilatado en su valor real: Significó el fin de la barbarie y la llegada de la civilización occidental a tierras del Nuevo Mundo.

Y quienes lo quisieron interpretar a la luz de la Fe Católica dijeron que 1492 fue el año del Descubrimiento porque, a partir de entonces, América descubrió a Cristo.

Todo esto viene a tema porque –a diferencia de lo que ocurrió en 1992 gracias a FUNDICE- estamos en vísperas de otra efeméride que bien pudiera pasar desapercibida.

Es muy probable que una vez que hubo consumado la Conquista de Tenochtitlán (13 de agosto de 1521) Hernán Cortés haya sentido un peso agobiante sobre sus hombros.

Los aztecas estaban vencidos lo cual significaba la liberación de infinidad de pueblos que a ellos estaban sometidos.

Sin embargo, es muy probable que el Conquistador se haya sentido impotente al ver cómo –a pesar de haber vencido en lo material- sería muy difícil vencer en lo espiritual.

Preocupado ante el peligro de edificar sobre arena, Cortés decidió construir sobre cimientos sólidos.

Esa fue la razón por la cual le pidió al Emperador Carlos V que enviase misioneros a las tierras recién conquistadas.

Y es que Cortés comprendía mejor que nadie que si todos los pueblos recién incorporados al Imperio Español abrazaban la Fe de Cristo sería muy fácil proporcionarles los beneficios materiales de la civilización occidental.

Y fue así como el 13 de mayo de 1524 desembarcaron en San Juan de Ulúa (Veracruz) un grupo de doce frailes franciscanos a cuyo frente venía Fray Martín de Valencia.

Cortés sale a su encuentro y al estar frente a ellos los recibe de rodillas.

Esta actitud de Cortés la comenta Salvador de Madariaga, historiador liberal, del siguiente modo:

“Esta fue la primera piedra espiritual de la Iglesia Católica en México…Era además un acto en que el conquistador, hombre de fuerza, ponía su fuerza a los pies del espíritu. Hermosa escena para poner al lado de aquella otra en que Cortés, saltando sobrenaturalmente con la barra de hierro en la mano, se alzó para atacar el rostro repugnante del dios de la sangre” (Hernán Cortés. Páginas 578 y 579)

Quien viaje hasta los volcanes que están al oriente del Valle de México y se acerque al pueblo de Ozumba, podrá ver en la portería del viejo convento una antigua pintura mural que data del siglo XVI y que recuerda tan significativa escena: Cortés arrodillado ante los misioneros.

El año entrante, o sea en 2024 se cumplirán quinientos años o sea Medio Milenio de que llegaron a México los primeros misioneros dispuestos a iniciar de un modo sistemático la Evangelización de los pueblos aborígenes.

Qué bueno fuera que dicha efeméride no cayese en el olvido y que se celebrase por todo lo alto.

Una efeméride que es el antecedente espiritual de las Apariciones del Tepeyac que habrían de tener lugar siete años más tarde.

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