La semilla de la paz

La primera experiencia del contacto con otras personas la tenemos en la familia. Así nos familiarizamos con la presencia de las mismas personas y comprendemos las diferencias entre ellas. Este aprendizaje es natural y sumamente importante por la huella que deja. No es el tema de este artículo revisar la huella negativa de quienes carecen de una familia, pero lo hemos de pensar ahora que se destruyen fácilmente las familias o no las quieren formar.

En la familia se imita y se manifiesta la intimidad, así como el modo de relacionarse. Inicialmente es imitación y poco a poco van apareciendo las características personales. La huella de esas experiencias en la infancia es enorme. Todo es por primera vez, se asume sin objeción, no hay punto de comparación. Eso vendrá después, cuando aumente el radio de acción.

La responsabilidad de los padres y de otros adultos presentes en el hogar es inédita. Esto explica la nítida remembranza de esos acontecimientos en la ancianidad. Fueron las primeros y se grabaron para permanecer sin confrontación con otros. Por eso los recientes se olvidan, son sucesos compartidos con los de toda una vida y se difuminan, reaparecen los primeros.

Por supuesto, la paz que todos anhelamos, tiene sus raíces en esos primeros años. Gracias a la libertad las personas con malas experiencias en la infancia no están determinados a excluirse de la paz, pero tendrán dificultades de las cuales pudieron ahorrarse si los adultos con quienes convivieron hubieran estado más preparados para dar buen ejemplo.

Cuando las familias logran mantener la paz, el amor y la solidaridad, hay una repercusión en la sociedad. Recordemos que los miembros de la familia también son miembros de la sociedad civil, y a ella transfieren sus valores y vivencias, o sus problemas, crisis y tensiones. Por otro lado, tampoco podemos culpar a la familia de toda la violencia que vivimos. Para construir la paz se requiere el interés y el trabajo de todos: gobierno, instituciones, empresas, sociedad y familias.

En muchas ocasiones encontramos consejos para cultivar la paz. Son ayudas para tomar en cuenta, pues a otros les ha dado resultado. Tampoco son sugerencias mágicas. Ninguna persona cambia de la noche a la mañana. Todos tenemos defectos y muchas veces ocasionan problemas. Esa realidad es la nuestra y sin esperar la total perfección, hemos de actuar para el bien y a continuación tenemos consejos para ello.

Procurar actividades divertidas con los miembros de nuestra familia. Promover la inventiva de todos y secundar aquello que se decida. Esto es básico para la unidad y para fortalecer las costumbres domésticas como: arreglos en el hogar, festejos, revivir historias familiares, etc. De este modo, indirectamente se contrarresta el individualismo y aislamiento provocado por el uso de la tecnología.

Los adultos, principalmente los cónyuges han de evitar las discusiones sorpresivas que fácilmente provocan controversias apasionadas y sin solución. Pero frente a los hijos es natural que haya confrontaciones, si éstas son respetuosas son auténticos ejemplos para aprenda a dialogar. Los adultos han de poner todos los medios para eliminar la violencia al expresarse o al discutir.

Periódicamente se ha de promover la exposición de los contenidos de las conversaciones con los amigos, de las propuestas de las redes sociales, del cine, la televisión, el teatro, las lecturas, u opiniones sobre los acontecimientos. En algún momento convendrá exponer las opiniones sobre pornografía, drogas, videojuegos, etc. Será un modo de enseñar a escuchar con serenidad a otros e ir dominando los propios impulsos.

Evitar las palabras hirientes, los insultos y las faltas de respeto entre la pareja y entre los hermanos. Recordar que los hijos observan todo el tiempo a sus padres y la forma en que se relacionan. Estas formas son las que después utilizarán en su vida adulta. Algunas veces los padres fallarán, pero si se piden disculpas y siguen unidos será doblemente valioso el ejemplo.

Perdonar y pedir perdón. Es bueno que los hijos lo vean, entenderán que los apasionamientos o el mal humos tiene remedio. Y si surgen conflictos entre hermanos, los padres tendrán autoridad para corregir. Estas experiencias ayudan a los padres a conocer mejor las tendencias de los hijos y a ejemplificar problemas que pueden provocar si no aprenden a controlarse. También estas tendencias pueden dar ocasión de una posible elección profesional.

Esta confianza facilita llegar a conocer a tiempo las influencias ideológicas tan nocivas que se han adoptado en los planes de estudio y en los medios de entretenimiento. Los padres deben prepararse para neutralizar los errores e incluso dar argumentos para que los jóvenes sean auténticas barreras de esas falsedades, y salven a sus conocidos.

Cuando los hijos crecen, pueden impulsarse actividades para influir en la sociedad, después de haber propuesto la observación del entorno y descubrir carencias. Cada uno o como familia, ver qué pueden hacer por los demás y hacerlo. A su vez, estas actividades retroalimentan los diálogos familiares. A la vez, se pueden integrar a esas actividades otras personas.

Estas iniciativas familiares renovadas, sostienen la cordialidad entre los miembros de la familia y al incluir a personas cercanas hacen posible la real influencia de la familia en la sociedad porque todos dan su tiempo y su trabajo en sitios con carencias.

Estos hechos concretos mejoran las relaciones humanas, el agradecimiento por la oportunidad de dar o recibir, según el caso. Y todas estas actividades promueven la paz.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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