La autoridad es necesaria para la buena marcha de la sociedad y para coordinar y administrar los recursos materiales y humanos para conseguir el bienestar de todos en los aspectos corporales y espirituales con la finalidad de alcanzar el cuidado, el desarrollo, la justicia y la paz. Cuando varias personas buscan la solución a un asunto y todas opinan, alguno al ver el estancamiento propone que alguien tome las riendas y decida. Todos lo admiten.
Esto muestra la natural inclinación a tener al frente una persona capaz de escuchar a todos, tomarlos en cuenta y con esos datos hacer una síntesis para seguir una trayectoria inclusiva y benéfica. El origen de la palabra autoridad muestra la universal necesidad de tener alguien que nos una y decida lo mejor sin excluir a nadie, tomando en cuenta todas las necesidades y puntos de vista. Ha de perseguir el bien para todos, el bien común.
La autoridad incluye significados como: crédito, prestigio, estimación, jurisdicción, poder, garantía, influjo, reputación. Es difícil encontrar alguien con todos esos atributos, aunque debe tener muchos, pues lo esperado de su gestión es muy importante. Los romanos entendieron la autoridad como la fuerza que sirve para sostener y acrecentar, y a quien la asume le consideran: el que sostiene y desarrolla.
La justificación de quien tiene la autoridad ha de manifestarse en las capacidades naturales, y en la obediencia para solventar las peticiones de quienes le eligieron. Por eso los electores deben explicar los motivos de su elección, y el elegido debe explicar cómo ha resuelto las peticiones de quienes le eligieron. Así se conserva la unidad entre la autoridad y su pueblo.
Quien no tiene características naturales ha de reconocerlo y renunciar. Quien se olvida del encargo encomendado y se deslumbra por su posición, ha de reconocerlo y renunciar. No hacerlo distorsiona esa necesidad natural y provoca degradación y corrupción pues desorienta de tal manera que los demás identificarán la autoridad con poder, totalitarismo, autoritarismo, dictadura, despotismo o tiranía. Y todo ello confunde a la sociedad y a los pueblos hasta su corrupción pues desacreditan una necesidad totalmente natural.
La autoridad se gana por prestigio, el poder por imposición. Se distinguen, pero es necesario cuidar el ejercicio de la autoridad, pues hay momentos de cercanía entre estos conceptos y si queda solamente el poder hay una clara
deformación. Es innecesario insistir en los resultados gravísimos en las personas y en la sociedad al corromper el ejercicio de la autoridad o al ser un pueblo perezoso que deja hacer sin colaborar o deja pasar acciones y decisiones irresponsables. Un derecho humano de todos los pueblos es el de tener un buen gobierno y otro derecho humano es vivir en paz con los demás, aquí se sobreentiende la necesidad de colaborar con la autoridad.
Recordemos que el 10 de diciembre de 1948, las Naciones Unidas proclamaron la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Y ahora nos damos cuenta que muchos países los violan y otros los consideran obsoletos. Esa mala imagen es un incentivo para replantear nuestro papel en la sociedad. Y nos puede incentivar el dicho “todo pueblo tiene el gobierno que se merece”. Y eso es verdad porque si no estamos de acuerdo tendríamos que ver cómo ayudamos para mejorarlo o cambiarlo, y si estamos de acuerdo apoyarlo y cuidarlo para que siga así y no se deteriore.
La autoridad bien entendida y bien ejercida no se opone a la libertad, pues la autoridad consigue los deseos del pueblo y la misma autoridad los disfruta, esto es bien común, todos disfrutan de los logros. Sin embargo, para que los deseos del pueblo beneficien a la sociedad se requiere un pueblo educado. Sin educación lo hasta aquí expuesto resulta una utopía. Un peligro puede darse si la autoridad se pervierte y en vez de buscar el bien común solamente persigue el bien para sí. Entonces tratará de someter a la sociedad halagando a los adultos y deteriorando la educación de los niños y adolescentes.
Por lo tanto, le educación es un asunto que compete cuidar hoy. Solamente así se garantizará un buen relevo con la niñez y la adolescencia actual para forjar a los futuros ciudadanos. Una educación abierta a los auténticos conocimientos como buena base para elegir una carrera. A la vez con tintes humanistas que fomente el interés por las necesidades de los demás y también fomente el sentido de colaboración.
Introducir a los jóvenes en el mundo real, en una visita a los ancianos o a los discapacitados, a los pobres o a los migrantes, les lleva a experimentar la alegría de acoger y dar, de ofrecer un poco de consuelo a las personas vulnerables y abandonadas. Como vemos, una buena autoridad es imprescindible en toda sociedad porque logra impedir que los ciudadanos se degraden en seres aislados, incoherentes o egoístas. Esto nos indica que el fundamento natural de la autoridad es extraer en cada ciudadano su capacidad de sociabilidad.
Quienes asumen la autoridad han de procurar hacerlo bien, les puede ayudar admitir correcciones y esforzarse por hacer crecer a sus colaboradores para ponerlos en condiciones de ser sus sucesores. Santo Tomás de Aquino al estudiar los principios del régimen explicaba que el fundamento natural de la autoridad se debe a que las personas necesitan vivir en compañía de otras, esto es en sociedad, pues solas no pueden conseguir todo lo que necesitan, pero en unidad requieren de alguien que les gobierne para evitar que cada quien se ocupe de su propio interés, así nadie se disgrega y sí se preocupan del bien común.
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