El contagio de la negligencia

El verdadero peligro para la comunidad: el contagio de la negligencia, la proliferación de la necedad y la estulticia.


 Evitar contagios


El problema de las medidas para enfrentar la crisis del COVID-19 no es la reacción tardía de las autoridades. Bueno, sí lo es, pero sólo en cierta medida.

También lo es, aunque sólo parcialmente, la contradictoria actitud del presidente de la República, que hace lo contrario de lo que recomienda el único funcionario que sabe del tema en la cuatroté, que es Hugo López-Gatell.

Se suma otro factor: la proverbial negligencia de millones de mexicanos que no se cuidan ni cuidan a los demás, y que, sin más fundamento que su imaginación, aseguran de modo categórico que el virus fue “sembrado”, que la pandemia es un circo mundial y que quienes lo inventaron tienen el control de lo que pasará en cada país.

Se suma a la fórmula la megalomanía galopante de “amlovers” cuyas cuentas en redes sociales se dedican a minimizar el problema y a culpar a los tres anteriores presidentes del país de las desgracias que, si ellos propiciaron o si no, le toca arreglar al actual.

¿O no sabía el mesías de Macuspana que se enfrentaría a ese reto? Entonces, ¿para qué peleó casi dos decenios por la silla presidencial?

Pero lo peor de todo es la ceguera de miles, millones de mexicanos, casi los mismos 30 millones que votaron por poner a la cabeza de las instituciones al mismísimo personaje que, en su momento, las mandó al diablo.

Esos millones de ciegos, que recuerdan la maravillosa novela de José Saramago, son el más grave de los peligros de cara al crecimiento exponencial del contagio de coronavirus.

Ese es el peor factor, el verdadero peligro para la comunidad: el contagio de la negligencia, la proliferación de la necedad y la estulticia.

Esa enfermedad propia de los que no son capaces de pensar, y prefieren asumir como propias opiniones absurdas como las de Epigmenio Ibarra, Gerardo González Noroña, Luis Miguel Barbosa y otros lamebotas que siguen aplaudiendo al paso del emperador con su traje nuevo de inmunidad y fuerza moral.

Por eso es digna de aplauso la persistencia de quienes, en las redes sociales y desde diversas organizaciones de la sociedad civil, insisten en lograr que la gente se tome en serio la necesidad de guardar cuarentena y quedarse en casa.

Ojalá que esas voces encuentren algún eco, antes de que sea demasiado tarde. Ojalá.

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