Embate desde el poder

Hablar de transformación democrática cuando se censura y descalifica la opinión de los no partidarios del gobierno de Morena resulta aberrante.



Aunque desde Palacio Nacional se empeñen en asegurar que vivimos tiempos políticos inéditos, la realidad es que estamos a muy poco de vivir una época negra que superaría o al menos igualaría a aquella que México atravesó durante la dictadura de Porfirio Díaz.

Hablar de transformación democrática cuando se censura y descalifica la opinión de los no partidarios del gobierno de Morena resulta, por decir lo menos, aberrante.

Despreciar a las instituciones y los protocolos sociales para enviarlos directamente “al carajo” desde la silla presidencial, eso sí que es inaudito. Es la traducción pragmática –y estúpida– de un “si no me sirves, te suprimo”.

Y no es para asustarse la enconada lucha por convencer a los ingenuos y los manipulables, lucha que se da cada tres años y con más fuerza cada seis. No, no es para asustarse.

Lo que espanta es la descarada utilización de las herramientas de gobierno, comenzando por el dinero que los contribuyentes aportamos al erario para enderezar todo hacia una meta mezquina, caprichosa y personal.

Es absurdo hablar de democracia cuando quien ostenta el Poder Ejecutivo es capaz de pontificar desde el púlpito de la “mañanera” para justificar su intervención cínica en el desarrollo de la contienda electoral. No debería sorprender su argumento, porque es el mismo de siempre, el único que puede esgrimir, aunque no probar: “Estaban preparando un fraude”.

Claro. Como el “fraude” que le impidió vencer a Calderón. Como el “fraude” que le cerró el camino en la carrera contra Peña. Este es otro fraude. Fraude imaginario también, factor que lo hermana con los de hace nueve y quince años.

Ante ese embate partidario, anticonstitucional, antidemocrático y arbitrario del señor López, los ciudadanos, quienes pagamos para que gobierne y vemos que hace todo menos gobernar, tenemos que actuar.

La acción se traduce en la obligación de equilibrar los poderes mediante el ejercicio libre y razonado del voto, el 6 de junio. Necesitamos emitir votos útiles, no por el partido de nuestra preferencia necesariamente, sino por aquel partido, en coalición o no, que realmente tiene posibilidades de desplazar a Morena en cada región, en cada estado, en cada distrito y sección.

Se trata de votar por quien pueda frenar el atropello dictatorial en progreso.

Se trata de votar, lo hemos dicho y lo repetiremos, por la democracia. Las preferencias partidarias ya se ejercerán cuando vuelva el respeto a la división de poderes.

 

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