Mientras el mundo se asombra por el robo del Louvre, en México nos siguen vaciando los bolsillos desde el poder… sin escaleras ni scooters, pero con impunidad.
Los damnificados por las lluvias son la mejor muestra: prefieren que les den a ellos tres u ocho mil pesos en mano, a que esa lana dada a muchos se use para reparar las calles y la infraestructura porque eso resulta lejano y abstracto.
La narrativa de la “honestidad” comienza a desgastarse cuando la realidad exhibe grietas que ya no se pueden ocultar. ¿Cuánto tiempo puede sostenerse una imagen cuando la corrupción y el descontento empiezan a manchar la tapicería del poder?
Desde hace décadas en este país estamos esperando que caigan los “peces gordos”, y no ocurrió ni en el sexenio de Fox, ni en el de Calderón, ni en el de Peña, ni en el de López.
Noroña es una defectuosa creación del sistema político mexicano y la expresión más grotesca del mismo, porque se empeñar en creerse hijo del pueblo, pero por encima del pueblo lo han hecho un marginal.
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