La exclusión de Dios de la sociedad produce un grave deterioro en la moral, en el desarrollo intelectual, en la identidad de las personas, en la cohesión de las familias.
La ausencia de la presencia habitual de los progenitores, por la infidelidad, el divorcio o las demandas laborales tienden a compensarla con la sobreprotección de los hijos.
Utilizamos cookies para asegurar que damos la mejor experiencia al usuario en nuestra web. Si sigues utilizando este sitio asumiremos que estás de acuerdo.Acepto