Hay trabajos que no aparecen en ninguna nómina, pero sin ellos muchas comunidades simplemente no funcionarían. Son esas horas que alguien dedica a acompañar a un enfermo, a limpiar un río, a dar clases gratuitas o a levantar una colonia tras una inundación. Ese es el corazón del voluntariado: una fuerza que no cobra, pero que sostiene, une y repara.
El voluntariado está en todas partes. En hospitales donde se ofrece apoyo emocional. En escuelas y tutorías donde se cierran brechas educativas. En brigadas que responden cuando un desastre golpea primero a las colonias más vulnerables. También en organizaciones que defienden derechos humanos o protegen el medio ambiente.
Y hoy, además, se ha movido al terreno digital. Personas que no pueden salir de casa apoyan desde una computadora: asesoran, traducen, enseñan o coordinan donaciones. El alcance se multiplica.
A escala mundial, se calcula que alrededor de mil millones de personas hacen algún tipo de labor voluntaria. Es un músculo social enorme, equivalente a millones de empleos de tiempo completo si se midiera con criterios económicos.
En México las cifras varían según cómo se cuente, pero apuntan al mismo mensaje y hay mucha más gente involucrada de lo que parece. Más de dos millones participan en organizaciones sin fines de lucro. Y, si se suma el trabajo comunitario o el apoyo a otros hogares, encuestas recientes estiman que una de cada cinco personas realizó alguna tarea voluntaria durante 2024. Otras mediciones hablan de alrededor de ocho millones de mexicanos que han hecho voluntariado en años recientes.
No son números pequeños. Son manos reales que atienden necesidades que, de otra manera, quedarían olvidadas.
¿Por qué se celebra este día?
El 5 de diciembre se conmemora el Día Internacional de los Voluntarios. La fecha nació en 1985, cuando Naciones Unidas decidió reconocer públicamente la labor de quienes, sin esperar paga, trabajan por la paz y el desarrollo. No es sólo un agradecimiento simbólico. Es un llamado a los gobiernos para que protejan, apoyen y formen a quienes realizan este trabajo.
Cada año la ONU impulsa campañas para visibilizar al voluntariado y poner temas en la conversación pública: inclusión, cambio climático, respuesta a crisis humanitarias o reconstrucción tras emergencias globales.
Cuando hay una emergencia como un incendio, una inundación, un derrumbe, las primeras personas en llegar no siempre llevan uniforme, sino que son vecinos que conocen su territorio y actúan sin esperar instrucciones.
El voluntariado mueve es fundamental para llegar a donde nadie llega, pero todavía no tiene la protección o el reconocimiento que merece. Harían falta protocolos más claros, seguros básicos, capacitación y una mejor coordinación institucional. Y también una regla esencial: el voluntariado no debe sustituir al Estado, sino complementarlo donde haga falta.
Otro reto es la inclusión. Participar no siempre es fácil para personas jóvenes, mujeres con cargas de cuidado o habitantes de zonas rurales. Incluirlas requiere políticas específicas, no sólo voluntad.
En un mundo que mide casi todo en cifras económicas, el voluntariado recuerda algo distinto: la vida también se sostiene con cuidado, empatía y tiempo regalado. Celebrar el 5 de diciembre es reconocer que ese esfuerzo no puede seguir siendo invisible.
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