La esclavitud que México no quiere ver

El 23 de septiembre, el mundo recuerda que la esclavitud no es un capítulo cerrado de los libros de historia. La trata de personas y la explotación sexual constituyen una de las violaciones más graves a la dignidad humana, afectando principalmente a mujeres, niños y adolescentes. Según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), esta actividad ilícita es la tercera más lucrativa del crimen organizado en el mundo, generando miles de millones de dólares anualmente, solo detrás del narcotráfico y el tráfico de armas.

En México, esta realidad se hace aún más dolorosa cuando se cruzan factores como la pobreza, la desigualdad y la migración forzada. “La trata es la esclavitud del siglo XXI; y mientras no exista justicia ni políticas integrales, seguirá atrapando a las personas más vulnerables”, advierte la antropóloga Marta Torres Falcón, experta en temas de género y derechos humanos.

Una herida que crece en silencio

Hablar de trata y explotación sexual en México es hablar de miles de historias ocultas detrás de puertas cerradas, bares clandestinos o rutas migratorias. Según el Diagnóstico Nacional sobre la Situación de la Trata de Personas en México (2023), elaborado por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), se registraron 3,575 víctimas reconocidas oficialmente en los últimos cinco años, aunque organizaciones civiles estiman que el número real podría ser diez veces mayor, debido al subregistro y al miedo a denunciar.

Las víctimas son, en su mayoría, mujeres jóvenes y niñas, reclutadas mediante engaños laborales, promesas de amor o falsas oportunidades de estudio. También los migrantes centroamericanos son presa fácil: viajan sin redes de apoyo y muchas veces caen en manos de traficantes que los convierten en mercancía.

“El enganche fue fácil. Me prometieron trabajo en una tienda de ropa en la Ciudad de México. Cuando llegué, me quitaron mis documentos y me llevaron a un bar. Tenía 16 años”, cuenta Mariana (nombre ficticio), una sobreviviente originaria de Oaxaca que hoy, a sus 25 años, estudia enfermería gracias a una asociación civil que la rescató. Su testimonio refleja el patrón de manipulación que los criminales han perfeccionado.

La industria de la explotación: ganancias criminales, vidas rotas

El Informe Mundial sobre la Trata de Personas (UNODC, 2022) señala que el 50% de los casos a nivel global corresponden a explotación sexual. Esta industria no solo destruye cuerpos y almas, sino que también es un negocio multimillonario: la Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que genera 150 mil millones de dólares al año en el mundo.

En México, la complejidad aumenta por la corrupción y la complicidad de ciertos actores. Zonas turísticas como Cancún, Acapulco o Tijuana han sido señaladas por organismos internacionales como focos rojos de explotación sexual infantil y trata.

El sacerdote Alejandro Solalinde, reconocido defensor de migrantes, lo resume así: “La trata existe porque hay un sistema que la permite. Desde funcionarios corruptos hasta clientes que pagan, todos son responsables”.

Víctimas en contextos de mayor vulnerabilidad

No todos tienen el mismo riesgo de ser capturados por estas redes. Entre las poblaciones más expuestas se encuentran:

  • Migrantes: miles de centroamericanos que cruzan México son secuestrados o cooptados por tratantes.
  • Niños y adolescentes: el DIF nacional ha advertido que las víctimas menores de edad representan un porcentaje creciente.
  • Mujeres en situación de pobreza: muchas son engañadas con promesas laborales.
  • Comunidades marginadas: en regiones indígenas, los tratantes se aprovechan de la falta de oportunidades educativas y laborales.

El Banco Mundial subraya que la desigualdad estructural alimenta este fenómeno: donde hay pobreza extrema, la posibilidad de caer en la trata se multiplica.

Corrupción y complicidad: los eslabones ocultos

Uno de los principales obstáculos para combatir la trata es la colusión de autoridades con el crimen organizado. De acuerdo con un informe de Freedom House (2023), en México hay múltiples denuncias de policías y funcionarios que toleran o incluso participan en estas redes.

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ha señalado que el fracaso en la protección de las víctimas responde a falta de coordinación institucional, escasez de recursos y corrupción. Sin justicia real, los tratantes operan con impunidad.

Lo que sí se está haciendo: avances y pendientes

El Día Internacional contra la Explotación Sexual y la Trata de Personas busca visibilizar y fortalecer acciones. En México, se han implementado medidas como:

  • La Ley General para Prevenir, Sancionar y Erradicar los Delitos en Materia de Trata de Personas (2012).
  • El Protocolo de Palermo, ratificado por México, que establece mecanismos internacionales de cooperación.
  • Fiscalías especializadas en algunos estados.
  • Programas de atención a víctimas impulsados por OSCs como Sin Trata o Coalición contra el Tráfico de Mujeres y Niñas en América Latina y el Caribe (CATWLAC).

Sin embargo, especialistas advierten que falta mucho. Teresa Ulloa, directora de CATWLAC, sostiene: “No basta con leyes en papel. Necesitamos políticas públicas sostenidas, refugios dignos para las víctimas y sanciones ejemplares a los tratantes”.

Una lucha que también es cultural

Combatir la trata no es solo responsabilidad de policías o fiscales. Se trata de un problema cultural y social: la cosificación del cuerpo humano, la demanda de prostitución y pornografía infantil, y la normalización de la violencia contra las mujeres alimentan este mercado.

La persona no puede ser reducida a objeto de consumo. El Papa Francisco ha denunciado que la trata “es un crimen contra la humanidad que desfigura a la víctima y corrompe al que la practica”.

El 23 de septiembre no es solo una fecha en el calendario: es un llamado a no normalizar la esclavitud moderna. México necesita enfrentar de raíz la pobreza, fortalecer la justicia y garantizar oportunidades para quienes son presa fácil de los tratantes.

Como sociedad, queda preguntarnos: ¿cuánto estamos dispuestos a hacer? ¿Denunciamos? ¿Educamos en la dignidad y el respeto?

La voz de Mariana resuena con fuerza: “No quiero que otras niñas vivan lo que yo viví. Hoy estudio porque alguien me tendió la mano. Ojalá el mundo despierte y entienda que nadie debe ser tratado como mercancía”.

El combate a la trata y la explotación sexual exige políticas firmes, justicia verdadera y una sociedad activa. Porque la dignidad humana no se negocia.

 

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