Hay bombas enterradas que explotan cuando menos se espera y suelen dañar a los mismos que las enterraron para ponerlas fuera de la vista porque podrían explotar y dañarlos. Estamos presenciando unos de esos casos con el Huachicol Fiscal. Esta bomba tiene ondas expansivas que no solo afectan a los cercanos, sino aún a distancia.
La cantidad de combustible que se importó ilegalmente y cruzó limpiamente las aduanas encomendadas a la Marina, ponen en evidencia el fracaso de la honestidad valiente de quien, con la promesa de acabar con la corrupción, llegó a la Presidencia de la República, noble bandera que atrae a los mexicanos. Una oferta reiterada desde el pasado del PRI con sus sucesivas ofertas de moralización, pero que siempre concluyeron con más corrupción.
Esta historia se repitió con la Cuarta Transformación, hereda en línea directa del antiguo sistema priista, pero renovado por el ex priista Andrés Manuel López Obrador, que tomó el pelo a los ingenuos y a muchos de sus propios partidarios, pero lo que bien se aprende, jamás se olvida.
Desde el gobierno del Distrito Federal, López Obrador eludió la transparencia y buscó ocultar la información sobre sus obras públicas, como los segundos pisos que, por cierto, se realizaron bajo la responsabilidad de Claudia Sheinbaum, que se vinculó a él como si fuera un cometa que la atraía.
Entre los otros datos que fueron parte de su narrativa sistemática, la destrucción de obras (el aeropuerto en el Lago de Texcoco) y de instituciones (al diablo las instituciones) cuya culminación fue el Poder Judicial. Eso justificaba las nuevas instituciones con las que pretendía construir la Cuarta Transformación, eso siempre implicó grandes gastos, como fue el incremento de los costos de Tres bocas, el Tren Maya, el AIFA, etc. Los costos están bajo reserva, no vaya a ser que se descubran los desvíos, los sobrecostos, etc.
La sombra de la corrupción cubrió todo el sexenio pasado, pero no era fácil demostrarlo. Se dijo que el Huachicol se había cancelado. Fue parte de la historia del sexenio cuando nos dejó sin gasolina durante un buen tiempo, cerrando los gasoductos y suspendiendo o dosificando la distribución de gasolina. Lo soportamos porque no nos quedaba otra. Sufrimos las grandes filas y los daños que eso representó. Pero nos estábamos renovando y purificando al país de los corruptos huachicoleros, a los cuales se dio formalmente por muertos. Para asegurar que se restableciera el abasto de gasolina, se compraron pipas nuevas y se inauguraron las comercializaciones del bienestar.
Se nos olvida el costo que tiene (así, en presente) la cancelación el aeropuerto de Texcoco, escándalo semejante al del FOBAPROA al que se refirió sistemáticamente; se fundó un instituto para devolverle al pueblo lo robado, y los encargados se cobraron a lo chino; Segalmex dio la muestra de lo que se podía hacer impunemente, la Auditoría Superior de la Federación documentaba de manera permanente las cantidades no comprobadas, la CFE es paradigmática, pero la cereza de la corona es el Huachicol Fiscal, por ahora.
El descubrimiento -por denuncias y revelaciones de marinos, algunos de los cuales están muertos., permitieron el descubrimiento de una gran red del crimen organizado bajo el nombre de Huachicol Fiscal, que está vinculado a otros delitos más allá del tráfico de combustibles importados con ramificaciones insospechadas. ¿Hasta dónde llegarán las investigaciones? No se puede creer que los ahora mencionados sean los principales y únicos implicados. Esto parece ser la piedra de toque de López Obrador.
Cuando acusó a los presidentes del pasado, dijo que ellos estaban informados de todo, principalmente de los grandes delitos, que no podían realizarse sin su conocimiento. De acuerdo con eso, él no podía ser menos.
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