El mes de julio de 2025 marcó un nuevo episodio en la larga historia de la narcopolítica mexicana. El nombre que ahora acapara los reflectores es el de Adán Augusto López Hernández, senador, exsecretario de Gobernación, exgobernador de Tabasco y uno de los políticos más leales y cercanos al expresidente Andrés Manuel López Obrador.
El escándalo estalló tras hacerse pública una investigación contra Hernán Bermúdez Requena, exjefe de la Policía de Tabasco y presunto operador de La Barredora, célula del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) en el sureste del país.
Bermúdez, quien durante años fue protegido y promovido por López Hernández, hoy es prófugo de la justicia y buscado inclusive por la Organización Internacional de Policía Criminal (Interpol) la cual emitió una alerta roja –de localización y detención provisional– ya que es considerado un elemento fundamental de una red criminal que operaba bajo la fachada institucional de la seguridad pública. De acuerdo con información de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC), desde el 26 de enero, Bermúdez Requena está huyo del país.
Las autoridades locales y federales tardaron años en actuar, pero finalmente, en julio, la Fiscalía de Tabasco y la Fiscalía General de la República (FGR) reconocieron lo que los informes militares advertían desde 2021: el exsecretario de Seguridad Pública no sólo protegía al crimen organizado, sino que lo lideraba.
La crisis comenzó a escalar tras la filtración de documentos judiciales que evidencian cómo Bermúdez Requena tejió alianzas con el CJNG, manejando extorsiones, tráfico de drogas y robo de combustibles desde el corazón de las instituciones de seguridad. El expediente también incluye testimonios sobre desapariciones forzadas, ejecuciones extrajudiciales y protección a huachicoleros.
El caso se compara ya con el de Genaro García Luna, por la cercanía del acusado con altos niveles del poder político y por el manto de impunidad que le protegió durante años. La oposición exige respuestas: ¿cómo un personaje con ese perfil pudo mantenerse tanto tiempo al frente de la seguridad en Tabasco sin el conocimiento de su jefe, Adán Augusto López?
Las preguntas son incómodas porque Adán Augusto López no puede alegar distancia. Su relación con Bermúdez es de años muy atrás y de mutua confianza.
¿Quién es Hernán Bermúdez?
Abogado de formación, Bermúdez hizo carrera en el sistema penitenciario de Tabasco durante los gobiernos priistas de los años noventa. Su ascenso fue lento pero constante. En 2019, fue nombrado por el entonces gobernador tabasqueño, Adán Augusto López, como secretario de Seguridad Pública en la entidad, cargo que mantuvo hasta 2021.
Bermúdez había sido señalado por organizaciones civiles y por informes de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) como facilitador del crimen organizado en municipios estratégicos como Huimanguillo y Cárdenas. Pero esas acusaciones fueron desestimadas sistemáticamente por la administración estatal.
En 2023, Hernán Bermúdez Requena fue admitido formalmente como militante de Morena.
En enero de 2024 huyó del país. En febrero fue emitida la ficha roja de Interpol, pero no fue hasta julio cuando se confirmó que la fiscalía local tenía elementos suficientes para vincularlo con el crimen organizado.
El vínculo entre Adán Augusto López y Hernán Bermúdez Requena es directo y personal. No se trató de un nombramiento administrativo cualquiera. Se conocen desde finales de los años noventa, cuando López era subsecretario de Gobierno en Tabasco. En 2019, al llegar al gobierno estatal, López no dudó en darle el control total de la seguridad pública a Bermúdez.
Durante ese tiempo, ambos compartieron estrategias, informes y objetivos. López presumía entonces que Tabasco era uno de los estados más seguros del país. Hoy, esas cifras se miran con sospecha.
Datos publicados por el periódico Reforma indican que “en la gestión de Adán Augusto López, con Bermúdez como jefe de la Policía de Tabasco, los homicidios dolosos en el estado aumentaron en un 83 por ciento”.
Cuando López dejó el gobierno estatal para integrarse al gabinete de López Obrador como secretario de Gobernación, Bermúdez se mantuvo firme en su puesto, protegido por las redes políticas construidas en Morena y por la vieja amistad con su jefe.
Este es el punto medular del escándalo: Adán Augusto es uno de los hombres más cercanos y leales a López Obrador. Durante el sexenio obradorista, fue su operador político, su encargado de las negociaciones más difíciles y su carta fuerte para contener crisis internas. Inclusive fue uno de los precandidatos a la presidencia de la República por Morena.
Grietas pegadas con diurex
En Morena, la respuesta oficial ha sido de contención. El senador Gerardo Fernández Noroña fue el primero en blindar a López Hernández, tachando el caso de “ataque mediático de la derecha”. La dirigencia nacional repitió la consigna: “No hay pruebas contra Adán Augusto”.
Luisa María Alcalde, presidenta de Morena también salió en su defensa al señalar que “él no tiene nada que aclarar”. Pero en el fondo, el discurso revela fisuras. Claudia Sheinbaum, aunque no lo ha desautorizado, ha sido cuidadosa. Declaró que todos deben responder ante la justicia, pero evitó mencionarlo directamente. “No se protege a nadie, ni se fabrican culpables”, dijo.
Morena suspendió los derechos partidarios de Bermúdez Requena y abrió un proceso de expulsión para deslindarse.
En contraparte, desde el Congreso la oposición ha sido contundente. PAN y PRI exigen que López comparezca ante el Senado y rinda cuentas sobre su vínculo con Bermúdez.
Además, las bancadas opositoras han solicitado a la FGR, a la Unidad de Inteligencia Financiero (UIF) y al Senado que esclarezcan posibles vínculos patrimoniales y políticos. Hasta ahora, no hay indicios de que López esté siendo investigado, pero la presión crece.
Para López Hernández, el daño es profundo. Su defensa —calificar todo como “politiquería”— suena hueca ante los hechos: su mano derecha en seguridad hoy es buscado internacionalmente por narcotráfico.
El caso de Hernán Bermúdez Requena es más que un escándalo local: es un espejo que refleja las contradicciones del obradorismo. López Hernández no es cualquier senador: es uno de los últimos hombres del círculo íntimo de López Obrador. Si Morena decide protegerlo, el costo político podría ser alto. Si lo sacrifica, confirmará que los vicios que prometió erradicar siguen vivos en su interior.
En Tabasco, el crimen organizado sigue operando. Y Bermúdez, su protector, sigue prófugo.
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