El papa que rompió el techo de cristal en la Iglesia

Cuando el papa Francisco llegó al pontificado en 2013, declaró que se necesitaba una “profunda teología de la mujer”. A once años de aquel gesto inaugural, su legado respecto al liderazgo femenino es visible, concreto y –para muchos dentro y fuera del Vaticano– revolucionario. Sin alterar la enseñanza católica sobre la ordenación exclusivamente masculina, ha multiplicado los espacios en los que las mujeres ejercen liderazgo pastoral, administrativo y sinodal.

“La Virgen María es más importante que los apóstoles. La Iglesia es femenina”, dijo en sus primeros meses como pontífice. Bajo esa convicción, se desplegaron reformas que han cambiado el rostro institucional y espiritual de la Iglesia.

Reforma de la Curia: abrir la puerta, también a ellas

En 2022, con la promulgación de la Constitución Apostólica Praedicate Evangelium, Francisco eliminó el requisito de ser clérigo para encabezar dicasterios vaticanos. Así, mujeres laicas y religiosas comenzaron a ocupar cargos hasta entonces exclusivos para obispos o sacerdotes.

Entre los nombramientos más notables están:

  • Francesca Di Giovanni, primera mujer en la Secretaría de Estado.
  • Raffaella Petrini, número dos del Governatorato del Vaticano.
  • Barbara Jatta, directora de los Museos Vaticanos.
  • Tres mujeres, entre ellas Sor Yvonne Reungoat, nombradas en el Dicasterio para los Obispos, participando directamente en la selección de futuros prelados.

“Por primera vez, sentimos que nuestra voz tiene consecuencias reales”, dijo en entrevista Sor Raffaella Petrini.

Liturgia y ministerios: institucionalización del servicio femenino

Con el motu proprio Spiritus Domini (2021), Francisco modificó el Derecho Canónico para que los ministerios de lector y acólito pudieran ser conferidos a mujeres. En 2022, con Antiquum Ministerium, creó el ministerio de catequista, reconociendo formalmente a quienes ya ejercían ese rol, muchas de ellas mujeres en las periferias del mundo católico.

También permitió la inclusión femenina en el rito del lavatorio de pies el Jueves Santo y, de forma simbólica pero significativa, habló repetidamente de “superar el clericalismo” como forma de exclusión, recordando que “una Iglesia sin mujeres se derrumba”.

Voz y voto en el Sínodo

Uno de los hitos más significativos ocurrió en el proceso sinodal iniciado en 2021. Por primera vez, mujeres laicas y religiosas no solo participaron en las asambleas, sino que votaron las propuestas junto a cardenales y obispos.

En 2019, durante el Sínodo para la Amazonía, muchas se quejaron de que las religiosas lideraban comunidades pero no podían votar. Francisco escuchó. En 2021, Sor Nathalie Becquart, religiosa francesa, fue nombrada subsecretaria del Sínodo de los Obispos con derecho a voto, rompiendo una barrera histórica.

“Ser la primera mujer con voto en un Sínodo es un signo profético”, dijo Becquart. “Abre un camino para futuras generaciones de mujeres en la Iglesia”.

La palabra también es suya: el primer sermón de una mujer a la Curia Romana

Un gesto que simboliza el cambio profundo tuvo lugar en 2024: por primera vez en la historia, una mujer predicó el sermón del retiro espiritual de la Curia Romana. La elegida fue Linda Ghisoni, teóloga y madre de familia, subsecretaria del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida.

“No se trató de una concesión simbólica, sino de un reconocimiento a su sabiduría espiritual”, explicó un alto funcionario vaticano.

Durante el retiro, Ghisoni habló sobre el rostro maternal de Dios, la vocación bautismal y la necesidad de integrar el lenguaje femenino en la teología eclesial. Su intervención fue aplaudida por cardenales presentes.

Querida Amazonia: no clericalizar, sino visibilizar

En su exhortación Querida Amazonia (2020), el Papa Francisco rechazó la idea de que la ordenación sea el único camino para dar lugar a las mujeres. Propuso en cambio “servicios eclesiales estables” y un cambio cultural que reconozca su papel en la transmisión de la fe, en la guía comunitaria y en las decisiones pastorales.

“Sin las mujeres, la Iglesia se habría caído a pedazos”, escribió con contundencia.

Este documento marcó una pauta para imaginar nuevos liderazgos sin replicar la lógica clerical.

María Inés Silva, catequista en la Amazonía brasileña, relata:

“Durante años fui la única que mantenía encendida la llama de la fe en mi comunidad. Ahora, gracias a las reformas del Papa, me han instituido oficialmente como catequista. Mi servicio ya no es invisible”.

Teóloga Laetitia Calmeyn, miembro de la comisión doctrinal de la Conferencia Episcopal Francesa, añade:

“Francisco no quiere que las mujeres imiten al clero, sino que brillen con su propia luz”.

Más allá del pontificado

Hoy, bajo Francisco, las mujeres ocupan más cargos de responsabilidad en la Iglesia que en ningún otro momento. Representan el 22% del personal vaticano (frente al 17% en 2010), y muchas ejercen funciones clave en economía, diplomacia, cultura y formación.

La teóloga Marianne Schlosser resume el momento actual:

“Se trata de crear juntos una Iglesia sinodal. No de que la mujer copie al varón, sino de que aporte sus dones allí donde más se necesitan”.

El Papa Francisco no ha cambiado la doctrina sobre el sacerdocio, pero ha transformado radicalmente el lugar de la mujer en la Iglesia. Su legado no es una ruptura, sino una evolución coherente con la tradición, que reconoce que la voz femenina enriquece, construye y revela un rostro más completo de la Iglesia Madre.

Las reformas, gestos y documentos de su pontificado constituyen un parteaguas que su sucesor tendrá que asumir, profundizar o reinterpretar. La revolución silenciosa ya está en marcha.

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