La fumata en la capilla que hace temblar al mundo

El umbral entre el cielo y la tierra

Cuando el cardenal uruguayo Daniel Sturla entró por última vez a la Capilla Sixtina, confesó: “sentí una presión que no era política, sino espiritual. Era como si cada pincelada me preguntara si estaba dispuesto a escuchar la voz de Dios”. Su testimonio resume lo que muchos príncipes de la Iglesia viven en el momento más decisivo: elegir a quien guiará a más de mil millones de católicos.

La Capilla Sixtina no es solo un museo ni una joya del Renacimiento: es un espacio sacro donde se condensa la historia, la fe y el arte al servicio de un misterio. “Ningún visitante puede entrar y salir de ahí sin cambiar”, escribió The New York Times en una crónica de 2013 sobre el último cónclave.

De aula papal a teatro del Espíritu

Originalmente conocida como “Cappella Magna”, fue reconstruida por orden del papa Sixto IV entre 1477 y 1480. Los arquitectos Baccio Pontelli y Giovannino de’ Dolci le dieron su forma actual: una nave rectangular de proporciones precisas, con una bóveda que parece suspendida entre el juicio y la esperanza.

En sus muros laterales, un despliegue coral de maestros del Quattrocento —Botticelli, Perugino, Ghirlandaio, Signorelli— narra en secuencia la vida de Moisés y de Cristo, como dos alianzas que dialogan. “Es una catequesis visual sin igual, un Evangelio pintado”, señaló Barbara Jatta, directora de los Museos Vaticanos, en entrevista para L’Osservatore Romano.

Pero fue Miguel Ángel quien transformó el lugar en un drama teológico. Entre 1508 y 1512 pintó la bóveda con nueve escenas del Génesis, rodeadas por profetas, sibilas, antepasados de Cristo y jóvenes ignudi que desafían el equilibrio anatómico. Luego, entre 1536 y 1541, el Juicio Universal convirtió el altar en una visión de gloria y condena.

Pintar con angustia: el Juicio de Miguel Ángel

Tenía más de 60 años cuando aceptó el encargo. Pintó en soledad, envuelto en crisis personales y en una época convulsa. La obra —que escandalizó a algunos por sus desnudos— fue tan poderosa que, al verla por primera vez, el papa Paulo III cayó de rodillas: “Esto no es arte, es revelación”, exclamó según relata Giorgio Vasari.

“La Sixtina te confronta”, confesó en 2005 el entonces cardenal Jorge Bergoglio. “Miras el Juicio Final y te sabes observado”. Esa impresión se replica entre los electores, que emiten su voto bajo la mirada de Cristo resucitado que separa a salvados y condenados.

El cónclave: entre solemnidad y silencio absoluto

Desde 1996, con la Constitución Universi Dominici Gregis de Juan Pablo II, la Capilla Sixtina fue declarada sede exclusiva del cónclave. Aquí se celebrará, a partir del 7 de mayo de 2025, la elección del 267° sucesor de Pedro tras la muerte de Francisco.

La preparación del recinto es minuciosa: mesas de madera cubiertas con paño rojo burdeos, sillas personalizadas, una urna de plata y la famosa estufa donde arderán las papeletas. El rito inicia con una misa solemne y el ingreso procesional. Tras la orden “Extra omnes”, solo los cardenales permanecen en el recinto.

“La primera vez que escuché esa frase, sentí que el mundo quedaba atrás. Solo estábamos nosotros, la historia y el Espíritu”, relató el cardenal filipino Luis Tagle en 2013. En los días siguientes, se realizan hasta cuatro votaciones por jornada. Se necesita una mayoría de dos tercios para proclamar Papa. Si después de 33 o 34 escrutinios no hay elección, se procede a una segunda vuelta entre los dos más votados.

La fumata que hace temblar al mundo

Las chimeneas gemelas —una de hierro para quemar votos y otra para emitir humo— son ya parte del imaginario global. Blanca es la señal de elección; negra, de espera. Desde 2005, se emplean sustancias químicas para evitar confusión visual, como ocurrió en 1958.

El elegido se retira a la llamada “Sala de las Lágrimas”, donde se reviste con las vestiduras pontificias. Ahí, en privado, suele llorar. “Lo primero que sentí fue miedo”, confesó Benedicto XVI. “Después, una gran paz”. Es entonces cuando acepta su nombre y sale al balcón central de San Pedro, donde el cardenal protodiácono anuncia: Habemus Papam.

Un lugar donde el arte guía la conciencia

El papa Francisco solía decir que “la belleza salva”. Y si hay un lugar donde esa frase cobra carne, es la Capilla Sixtina. Aquí, donde los colores narran la salvación y la carne se vuelve alma en pintura, se define el rumbo de una Iglesia global.

Y como dijo el teólogo Hans Urs von Balthasar: “la verdad se hace creíble cuando es bella”. La Capilla Sixtina no es solo un museo: es un testimonio de esa belleza que impulsa a elegir no al más fuerte, sino al más justo.


“Yo era guía turística en los años 90, antes de la restauración. La gente apenas distinguía las figuras. Cuando vi por primera vez la bóveda restaurada, lloré. Era como ver nacer algo sagrado. Imaginar que ahí mismo se elige al Papa me estremece hasta hoy”.
—Lucia Mancini, ex guía del Vaticano, 72 años, Roma.

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