Vivir con miedo, un país a obscuras

En México, el 60.5% de la población de 18 años o más se siente insegura en su ciudad, según la Encuesta Nacional de Seguridad Urbana (ENSU, INEGI, 2024). Esta cifra, aunque ligeramente menor que en años anteriores, sigue siendo alarmante. Pero detrás de los porcentajes hay una realidad que duele, una que convierte la dignidad humana en moneda de cambio en territorios dominados por la violencia, la impunidad y el abandono estatal.

“Cuando salgo a trabajar dejo una carta en la mesa, por si no regreso. Vivo con miedo desde hace años, y lo peor es que me he acostumbrado”, cuenta con resignación Mariana, enfermera de Ciudad Juárez. Como ella, millones de mexicanos han hecho del miedo su compañero cotidiano.

Datos que quiebran el discurso

El Plan Nacional de Desarrollo (PND) asegura que la seguridad es “una prioridad del gobierno” y que se basa en la “pacificación del país”. Sin embargo, los datos del propio Estado y de organizaciones civiles cuentan otra historia:

  • Más de 30 mil homicidios dolosos al año se siguen registrando, una cifra que no ha logrado bajar significativamente en este sexenio (INEGI, 2023).
  • En los últimos cinco años, más de 110 mil personas han desaparecido en el país, de acuerdo con cifras oficiales.
  • La impunidad en delitos graves supera el 95%, según el Índice Global de Impunidad en México (IGI-MEX, 2022).
  • En 2023, fueron asesinadas 852 mujeres por razones de género; apenas el 30% fueron investigados como feminicidios.

“La seguridad no se construye con slogans ni abrazos, sino con instituciones sólidas, justicia efectiva y presencia del Estado en cada rincón del país”, advierte Juan Salgado, investigador de seguridad en Fundar.

Militarización sin protección

Aunque el gobierno ha priorizado el despliegue de la Guardia Nacional, con más de 120 mil elementos activos, organizaciones como Causa en Común y Seguridad Sin Guerra han alertado que esta estrategia no ha reducido la violencia ni ha fortalecido a las policías civiles.

“La militarización solo es un maquillaje. En mi comunidad, la Guardia Nacional pasa en sus camionetas, pero no se detienen. No patrullan, no investigan, no protegen”, señala Don Felipe, campesino de Michoacán, donde los grupos del crimen organizado siguen cobrando derecho de piso.

Niños bajo fuego

La Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM) ha documentado un alarmante aumento en el reclutamiento de niñas, niños y adolescentes por parte del crimen organizado. En zonas como Guerrero, Zacatecas y Tamaulipas, las escuelas cierran por balaceras, y los niños aprenden a tirarse al piso antes que a leer.

“Nos tocó correr al baño y quedarnos encerrados. Yo pensé que ya no salía de ahí”, cuenta Javier, de 10 años, estudiante en Chilpancingo. ¿Qué dignidad humana puede florecer cuando la infancia crece entre balas?

Justicia que no llega

De acuerdo con el estudio “Impunidad. Una aproximación desde la ciudadanía” de Nosotrxs, solo 1 de cada 10 delitos es denunciado, y de esos, menos del 1% llega a sentencia condenatoria.

“La víctima queda dos veces vulnerada: primero por el agresor y luego por un sistema que la ignora, la humilla y la revictimiza”, afirma Leticia Ramírez, abogada defensora en Oaxaca.

¿Y la persona?

El PND repite que su modelo es “centrado en la persona”, pero nunca explica cómo protege su vida, su paz, su derecho a caminar sin miedo ni a exigir justicia sin represalias. No hay dignidad posible cuando el Estado finge no ver territorios tomados, mujeres asesinadas, periodistas silenciados y ciudadanos secuestrados por la violencia.

Dignidad es vivir sin miedo

La seguridad es la base de toda libertad. Sin ella, no hay educación, salud, ni participación ciudadana que funcione. Vivir sin miedo no es un lujo, es un derecho.

Si la dignidad está al centro, como presume el discurso oficial, que se note en:

  • Justicia que funcione
  • Policías formadas y civilizadas
  • Protección para la infancia
  • Instituciones autónomas, no cómplices
  • Y territorios donde sea el ciudadano quien mande, no el criminal

Porque sin seguridad no hay democracia, ni comunidad, ni esperanza.

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