Cuando el desierto aprende a dar agua

En la árida costa peruana, donde la lluvia anual no supera los 20 milímetros y el acceso al agua potable es un sueño distante para miles, una tecnología silenciosa está transformando el paisaje y la vida cotidiana: los atrapanieblas. Son estructuras simples —mallas tensadas entre dos postes— capaces de convertir la niebla del Pacífico en agua utilizable. Lo sorprendente no es solo su eficiencia, sino su costo reducido, su bajo impacto ambiental y la fuerza comunitaria que generan a su alrededor.

El desafío que enfrentan estas comunidades no es menor. Según datos de WaterAid Perú, más de 3 millones de peruanos viven sin acceso seguro al agua potable, y las zonas periurbanas de Lima —una megaciudad levantada en pleno desierto— enfrentan cortes frecuentes, camiones cisterna costosos y fuentes contaminadas. En palabras del ingeniero hidrólogo Ernesto Suárez, citado por la Universidad de Ingeniería y Tecnología (UTEC): “La escasez de agua ya no es un problema futuro para Lima; es una emergencia cotidiana que exige soluciones creativas.”

Los atrapanieblas han surgido como una de esas soluciones. Y, aunque no reemplazan los sistemas convencionales, sí ofrecen una alternativa real a comunidades históricamente abandonadas.

Cómo funcionan: capturar la garúa, gota a gota

Cada estructura —de aproximadamente 6 metros de altura por 4 de ancho, según las especificaciones de Peruanos Sin Agua— se instala en zonas altas, expuestas a los vientos que empujan la niebla costera conocida como garúa. Allí ocurre la magia científica:

  1. La niebla toca la malla de polietileno o polipropileno.
  2. Las micropartículas de agua chocan, se acumulan y forman gotas.
  3. Las gotas caen por gravedad hacia un canal.
  4. Ese canal las conduce a una tubería.
  5. La tubería desemboca en un tanque de almacenamiento.

El proceso es limpio, silencioso y no requiere energía eléctrica. Según Activesustainability (2024), cada atrapanieblas puede recolectar hasta 400 litros diarios durante la temporada de mayor humedad. Es suficiente para cubrir necesidades básicas de una familia en zonas donde antes no había absolutamente nada.

En el asentamiento humano El Trébol, en Lima, ya funcionan 23 atrapanieblas que recolectaron más de 10,000 litros en una temporada, beneficiando a unas 60 personas. Los habitantes participaron directamente en la instalación, mantenimiento y distribución.
El costo promedio por unidad —entre 300 y 500 dólares— lo convierte en una tecnología accesible, especialmente cuando se compara con el precio que pagan las familias por el agua transportada en camiones cisterna, que según El País puede llegar a ser hasta 10 veces más cara que el agua de red.

“Antes caminaba dos horas por agua”: la vida que se transforma

Si algo demuestra la fuerza de esta tecnología es la voz de quienes ya viven sus efectos.
María Huamán, vecina de El Trébol, relató en un testimonio recogido por la ONG Peruanos Sin Agua: “Antes caminaba casi dos horas para llenar dos baldes. Ahora el agua cae del cerro y llega directo al tanque. No es perfecta, pero nos devolvió tiempo, salud y dignidad.”

Otro habitante de la zona, José Aguirre, compartió con BBC Mundo cómo la llegada de los atrapanieblas cambió incluso las relaciones dentro de la comunidad: “Cuando instalamos las mallas trabajamos juntos. Era trabajo pesado, pero era nuestro proyecto. Ahora cuidamos el agua entre todos. Esto nos unió.”

Estos testimonios muestran un elemento clave en todo proyecto comunitario: el agua no es solo un recurso físico, sino un tejido social. Hay que recordar  que “el destino universal de los bienes debe garantizar que todos tengan lo necesario para vivir con dignidad”. Los atrapanieblas no solo proveen agua; también devuelven corresponsabilidad, solidaridad y sentido de comunidad.

Ciencia accesible: por qué funcionan tan bien en Perú

El fenómeno que hace posible esta tecnología tiene nombre: niebla costera o camanchaca, presente en la franja desértica del Pacífico. Entre los meses de junio y octubre, la humedad sobrepasa fácilmente el 90 %, mientras que la temperatura se mantiene baja. Es un ambiente ideal para que las redes capturen microgotas.

El ingeniero ambiental Abel Cruz, fundador de Peruanos Sin Agua y uno de los mayores impulsores de esta tecnología en Latinoamérica, explica en entrevistas: “Perú es un país con agua en el aire. No nos falta el recurso: nos faltaba una manera de atraparlo”.

De acuerdo con la UTEC, un sistema bien ubicado puede operar hasta 10 años, con mantenimiento básico.
El agua recolectada suele utilizarse para riego, limpieza e higiene; y, con filtración y desinfección complementaria, puede hacerse apta para consumo humano.

Existen incluso variantes más avanzadas —como los llamados fog catchers 3D— que incrementan el volumen de recolección al multiplicar las superficies de contacto, aunque requieren mayor inversión.

Impacto ambiental: cero emisiones, máximo beneficio

En tiempos de crisis climática, cuando los megaproyectos hídricos implican enormes costos energéticos, esta tecnología destaca por su sostenibilidad. Los atrapanieblas:

  • no consumen electricidad,
  • no alteran el suelo de manera significativa,
  • no generan emisiones,
  • aprovechan un recurso renovable que se regenera a diario.

Según el informe “Soluciones basadas en la naturaleza” de ONU Medio Ambiente (2023), este tipo de tecnologías son esenciales para los países que enfrentan estrés hídrico, pues ofrecen resiliencia climática y reducen la dependencia de infraestructura costosa o vulnerable.

En palabras de la especialista en cambio climático de la CEPAL, María González, citada por El Diario.es: “Las soluciones más eficaces no siempre son las más sofisticadas; a veces son las que se integran mejor con la naturaleza y la comunidad.”

Desafíos: mantenimiento, vandalismo y falta de políticas a largo plazo

Aunque los resultados son alentadores, no todo es perfecto.

  1. Mantenimiento constante:
    Las mallas deben limpiarse y revisarse regularmente, algo difícil en comunidades con recursos limitados.
  2. Vandalismo o robo:
    Al estar instaladas en zonas abiertas, algunas estructuras han sido dañadas o desmontadas.
  3. Escalabilidad sin apoyo estatal:
    Organizaciones civiles y universidades han impulsado los proyectos, pero su expansión requiere políticas hídricas claras y financiamiento sostenible.
  4. Distribución justa del agua:
    En algunos proyectos iniciales hubo tensiones internas. El sociólogo peruano Carlos Salazar advierte:

“El agua es un bien tan preciado que, si la gobernanza comunitaria no es sólida, puede generar conflictos en vez de resolverlos.”

Estos retos muestran que la tecnología es solo una parte de la solución; la otra es institucional y comunitaria.

¿Puede esta solución replicarse en México?

México no es ajeno a la crisis hídrica. Estados como Baja California, Sonora y Oaxaca tienen zonas con niebla costera abundante. Desde 2010, la UNAM ha estudiado la viabilidad de sistemas de captación de niebla en Baja California, con resultados positivos.

La ingeniería mexicana Paula Pérez, investigadora de recursos hídricos, señala: “México no puede darse el lujo de ignorar tecnologías de bajo costo y alta eficiencia como los atrapanieblas. Son una pieza clave para un modelo de cuidado y justicia hídrica.”

Integrar estas soluciones reafirma valores profundamente mexicanos: solidaridad comunitaria, ingenio frente a la adversidad y respeto por la casa común, como recuerda el papa Francisco en Laudato si’: “No somos dueños de la naturaleza, sino custodios de un bien que debemos compartir.”

Los atrapanieblas son más que una red que captura gotas: son una metáfora poderosa. Demuestran que, incluso en los contextos más adversos, la creatividad puede abrir caminos donde antes solo había desierto. Son un recordatorio de que las soluciones a la crisis climática no siempre requieren presupuestos astronómicos, sino voluntad y organización.

En un continente donde millones luchan por acceder a lo más básico, estas mallas elevadas sobre los cerros parecen decirle al mundo: sí es posible. Gota a gota, comunidad a comunidad, están devolviendo algo que nunca debería faltar: agua, vida y esperanza.

@yoinfluyo

Facebook: Yo Influyo
comentarios@yoinfluyo.com

Compartir

Lo más visto

También te puede interesar

No hemos podido validar su suscripción.
Se ha realizado su suscripción.

Newsletter

Suscríbase a nuestra newsletter para recibir nuestras novedades.