El proceso electoral 2023/2024 en que nos encontramos sin duda será recordado como uno de los más sucios de la historia del México moderno.
La grosera intromisión del gobierno encabezado por el presidente López Obrador, que un día sí, y el otro también, opinó desde el púlpito presidencial sobre los partidos políticos y sus candidatos, anticipando descaradamente el triunfo de su candidata a la que etiquetó como su “corcholata” motivando la presentación ante el Instituto Nacional Electoral (INE) de cientos de recursos sancionatorios por parte de la oposición.
De igual manera, siguiendo su mal ejemplo, gobernadores y presidentes municipales emanados del partido en el poder repitieron tales acciones ensuciando los procesos electorales al romper la equidad que como mandato constitucional deben tener las elecciones en nuestro país.
Por otro lado, el manejo de los recursos públicos con objetivos electorales disfrazados de apoyos sociales ha sido una práctica recurrente de estos malos gobiernos, “al pueblo pan y circo”, dicen, lo que nubla la posibilidad de ejercer un voto libre.
Las campañas políticas, en su gran mayoría, fueron anticipadas, violando las normas electorales y evadiendo la fiscalización por parte de la autoridad del origen de los recursos con los que se financiaron. Esto último puede ser muy grave pues puede haber una desviación de recursos públicos o financiamiento de parte del crimen organizado.
Los reiterados casos de presiones por parte del crimen organizado hacia la población para votar por tal o cual candidato, violando con ello la libertad de elección que tenemos los mexicanos garantizada en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
Como nunca en la historia, la violencia ejercida sobre candidatos de todos los partidos políticos fue latente, pues al menos 63 actores políticos, entre ellos 37 candidatos fueron asesinados y muchos más fueron amenazados en su persona, en su familia y en sus propiedades.
Lo peor de todo, es que pareciera que las autoridades competentes fueran testigos ciegos ante estas irregularidades, permitiendo que la elección “mas grande de la historia de México” fuera ensuciada.
No recuerdo otro proceso electoral con una sociedad tan dividida, tan encontrada, con tantos rencores de por medio, eso sin duda no puede ser bueno.
A estas irregularidades habremos de sumar las ocurridas durante la jornada electoral, en donde “misteriosamente” cientos de espacios en los que se habrían de instalar las casillas amanecieron con sus puertas encadenadas, hubo robo de urnas, explosiones de bombas molotov dañando diversas urnas, y la estrella de la jornada: un dudoso PREP presentado por la presidenta del Consejo General del INE horas después de lo previsto.
En estos días se llevan a cabo los recuentos de votos en los Consejos Distritales Electorales y en breve habremos de conocer los que pudieran ser los resultados definitivos de las diversas elecciones desarrolladas el pasado 2 de junio.
Aún nos faltará conocer cuántos recursos jurídicos habrán de presentarse ante los Tribunales Electorales correspondientes, impugnando los resultados electorales y desde luego habremos de estar al pendiente del contenido de las resoluciones, por lo que el camino aún es largo y tortuoso.
Es mi opinión, que ante toda la evidencia que hemos conocido a lo largo de los meses desde el inicio del presente proceso electoral, podemos afirmar que éste ha sido el más irregular de la historia democrática de México.
Las autoridades electorales y judiciales competentes ya nos darán su veredicto y sabremos quienes habrán de ocupar los cargos en juego, pero sin duda que todos y cada uno de ellos tienen una gran responsabilidad para recomponer el ambiente político y social de nuestro país, ponerse a trabajar para todos, escuchando las propuestas de unos y otros y tratar, en medida de lo posible, encontrar en dónde está el bien común, ese debe ser el futuro de México.
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