Podríamos hablar de una manera histórica de la mujer, y no entrarían en los libros las hazañas que realizaron. Tampoco tendría sentido hablar desde un punto de vista político, los cambios y avances que lograron, o la cultura, la educación cómo ha sido enriquecida por ella. Si tuviéramos que escribir cada logro de las mujeres, estaríamos mucho tiempo escribiendo… quizás una vida.
Pero sí podemos mencionar hoy a las mujeres que día a día le sonríen a la vida y pelean batallas.
Hablo de ellas, las mujeres, que salen a trabajar, a mantener una familia, cansadas, enfermas; hablo de ellas que pasan horas cuidando a sus nietos; hablo de las que cocinan, estudian, trabajan, y hacen todo por amor. A aquellas que son capaces de perdonar, sonreír. Se sabe que ser mujer es ser fuerte.
No necesitan relacionarse con la violencia, desnudarse, ni transgredir a nadie. Para ser mujer, demostrando todos sus quehaceres en la vida: no necesitan pelearse con los hombres, están a la vista y todos las recordamos y respetamos con gran cariño.
Dicen:
“Necesitamos enseñarle que ser mujer es ser igual en dignidad. Somos complementarias con los hombres. Para una sana sociedad y construcción de la familia. Necesitamos reafirmar derechos, propios de toda persona humana.
Todos juntos, que nadie quede afuera, porque nuestro lugar es único, y la rivalidad no nos los da. La dignidad de ser mujer reside en que muchas veces de forma silenciosa y abnegada, somos el corazón de la familia; dar a luz, criar a nuestros hijos, trabajar, estudiar, cuidar a los ancianos de nuestro entorno, o múltiples actividades simultáneamente, y varios etc., no hacen más que resaltar toda nuestra dignidad, que, teniendo como modelo a la Santísima Virgen María, se puede sintetizar en saber AMAR. Vivir sirviendo y amando hasta no dar mas”.
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