Coalición Por México al Frente

CDMX 2018: una elección podrida

La Coalición “Por México al Frente” entre PRD, PAN y Movimiento Ciudadano, tiene potencial electoral en muchas entidades y no me refiero al número de votos que puedan conseguir, sino a que contiene un atractivo político. Las alianzas PAN-PRD son las que lograron en muchos estados que el PRI dejara de gobernar, después de 70 u 80 años de gobierno continuo. En algunos estados la alianza PRD-PAN ha representado que gobernadores anteriores que ofendieron a los ciudadanos con actos desmesurados de corrupción, despotismo o ineptitud, estén detenidos o en procesos judiciales. Y en esta época de gran decepción hacia la democracia, para muchos votantes esos simples logros son suficientes para justificar el sufragio, incluso, si el nuevo gobernador de esa coalición no logra grandes cosas, pero no es afectado por escándalos de corrupción, es muy probable que vuelvan a votar por esos partidos. Por ello, en la gran mayoría del país, el Frente tiene sentido y tiene futuro.



En cambio, en la Ciudad de México la realidad es diferente. Aquí el PRD ha gobernado 20 años y después de ellos, el partido ya no es ni la sombra de lo que fue. Abandonado por los distintos grupos y corrientes de izquierda que lo conformaron, sólo quedó la estructura clientelar que con base en el dinero público ha construido en las distintas demarcaciones de esta ciudad. Otra de las grandes desgracias políticas de la CDMX es que todos sus Jefes de Gobierno, en lugar de dedicarse 100% a gobernarla, se han deslumbrado pensando en que el cargo es un paso previo para la candidatura presidencial. Eso ha llevado a que, aunque han tenido 20 años ininterrumpidos, y casi en todos, gran mayoría en el órgano legislativo, los gobiernos perredistas no han gobernado ni con planeación, ni con previsión, ni con continuidad. Nuestra ciudad está inmersa en una megalópolis que está al límite del caos en diversas áreas clave de su funcionamiento. Las palabras “desbordada”, “saturada”, “colapsada”, son términos usuales para los citadinos y para las mismas autoridades cuando tratan de explicar lo que sucede en la capital.

La ciudad, por tanto, cohabita con los siniestros y el desastre. A diario los capitalinos amanecen sabiendo que pueden ser víctimas de una ruptura del frágil equilibrio con que operan los servicios urbanos esenciales: el agua, el drenaje, la luz, la basura, la vialidad, el transporte colectivo, el estacionamiento, la contaminación, además de la constante tensión e incertidumbre por la delincuencia, que ha aumentado fuertemente en los últimos años, la vocación depredadora de los desarrolladores inmobiliarios, que no tienen freno para construir donde quieren, y el próximo terremoto que sabemos que algún día vendrá. Ante esta realidad, si algo necesitaba nuestra ciudad, eran gobiernos que actuaran con base en una planificación responsable, estrictos en la aplicación de las normas y con visión de futuro. Pero no ha sido así.

Desde que llegó al poder, la izquierda experimentó distintos modelos de gobierno. Con Cárdenas, que duró 2 años solamente, no lograba perfilar qué tipo de gobierno quería, cuando ya tenía que renunciar para irse a la candidatura presidencial. Con López Obrador vivimos un reciclage del nacionalismo revolucionario y su vena paternalista y anti-institucional. Con Ebrard, se consolidó la estructura clientelar y caciquil a nivel territorial, al más añejo estilo priísta y, por otro lado, en el campo legislativo, se quiso dar una imagen de progresismo y modernidad, aprobando leyes que atentan contra la vida prenatal, y otras, promovidas por grupos que abanderan la diversidad sexual y la ideología de género. De Miguel Mancera nunca se supo qué quería realmente para la ciudad, ni aún ahora se entiende, pero mucho por lo que la gente votó por él fue por el tema de la seguridad, que en el entonces DF se mantuvo en niveles aceptables, mientras otras entidades eran azotadas por la violencia. Aún en ese tema, el desempeño de su gobierno ha sido decepcionante. Y no digamos su debilidad para limitar a los negociantes del desarrollo urbano, la privatización de diversos espacios públicos y el reforzamiento del poder de los caciques territoriales que se han formado en distintas zonas de la ciudad. Últimamente, la prensa nacional ha puesto sus ojos en uno de ellos: Mauricio Toledo, en Coyoacán, pero las asociaciones vecinales dicen que han denunciado, desde hace tiempo, practicas similares en Álvaro Obregón con Leonel Luna, o en Gustavo A Madero con Víctor Hugo Lobo.

La esperanza o la alternativa para muchos ciudadanos durante años, para cambiar eso, fue el PAN. Pero la Coalición que a nivel nacional se hizo con el PRD, agarró a los blanquiazules capitalinos con los dedos en la puerta. Aquí en la ciudad, los gobiernos delegacionales perredistas y sus respectivos grupos de poder que controlan la Asamblea Legislativa, representan lo que muchos vecinos quieren que ya termine, desde hace tiempo, y ahora el PAN aparece como su aliado. Es así que Morena (por default) se fue volviendo la alternativa para muchos que demandan ya un cambio y que se desmonten las estructuras de control clientelar que estos jefes políticos han construido con dinero público, colusión con grupos de interés y corrupción en distintas demarcaciones.

Sin embargo, ante esa nueva esperanza, los capitalinos nos encontramos con que Morena ha recurrido para postular como candidatos, a antiguos perredistas que ya fueron delegados y que actuaron precisamente como los que ahora la ciudadanía rechaza. Es el caso de Víctor Hugo Romo en Miguel Hidalgo, Francisco Chiguil en Gustavo A. Madero, Armando Quintero en Iztacalco, María Rojo en Coyoacán, e incluso un expanista como Fadlala Akabani, en Benito Juárez.

Si el PRD tiene esperanza aún de ganar algunas alcaldías es, principalmente, por la estructura de control del voto que posee en las colonias populares, con base en el otorgamiento de programas sociales, dádivas constantes: tinacos, tablets, mochilas, pants, etc… y finalmente la compra del voto en efectivo, todo en lo que ha gastado dinerales, en lugar de invertirlo en servicios urbanos y un proyecto digno de ciudad. Y ante ello, Morena responde con la misma medicina. Hay que agregar a esto, que la mayoría de los aspirantes independientes a diputados, aquí en la ciudad, fueron dados de baja por el INE, debido al fraude en las firmas recolectadas, y será igual con otros aspirantes independientes a alcaldes. Es entonces que, ante este panorama, no nos queda más que voltear la cara para buscar siquiera un refugio donde no huela así de feo, pues la contienda electoral del 2018 en la CDMX se echó a perder, está podrida.

 

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