Mujeres de buena voluntad que alimentan al prójimo

Aun en la precariedad, hay personas que se atreven a ayudar a los demás, su recompensa va más allá de la remuneración económica.


Personas preparando alimento para los comedores comunicatarios


No, en la actual administración no se aplica aquella popular frase de campaña de ‘Primero los pobres’. Hay sectores de la sociedad que están padeciendo por las medidas de austeridad implementadas por la llamada 4T.

Una de ellas es la eliminación del presupuesto federal destinado a más de cinco mil comedores comunitarios que atendían a cerca de medio millón de personas.

El argumento del presidente fue que se está llevando a cabo una revisión a los programas sociales, en especial, en la otrora Secretaría de Desarrollo Social, ya que, dijo, los recursos llegaban de manera parcial o no llegaban a las personas a quienes estaban destinados.

Y aunque hubiese irregularidades, la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum, no le siguió el juego al mandatario tabasqueño. Ella optó por hacer las revisiones pertinentes mientras continúan en operación los comedores comunitarios. Inclusive, ya hay un funcionario que fue cesado de sus actividades por irregularidades encontradas en la entrega del apoyo alimenticio.

Pero, ante la situación de desamparo por el Gobierno Federal, hay una esperanza para aquellos que quedaron olvidados a su suerte.

Un grupo de voluntarias que atiende a poco más de 60 personas al día, entre adultos de la tercera edad, mujeres, jóvenes y niños, personas en pobreza o que viven en la calle, que desde temprana hora esperan afuera del comedor comunitario ubicado a un costado de una iglesia en el Estado de México.

Guadalupe, de 52 años, es quien dirige al equipo de voluntarias que ofrecen disponibilidad, fuerza física, tiempo y entusiasmo para servir al prójimo. Ella asegura que su recompensa no es el dinero –no recibe paga alguna–, sino saber que le quitó una preocupación a una persona que ni siquiera sabía lo que iba a comer.

“La ayuda no es mucha, pero ellos lo agradecen”, indica.

Con otras cuatro compañeras, casi a diario atienden a las personas; en ocasiones se turnan con algunos grupos de la iglesia que se ofrecen a cubrir su labor.

Guadalupe cuenta que, además de cubrir la necesidad alimentaria, el comedor comunitario ha servido para que personas que se encontraban completamente aisladas encuentren a un compañero que les ayuda a sobrellevar su situación de precariedad.

“Aquí se han formado grandes amistades. Ya no son las personas desconfiadas que eran cuando llegaron. El compartir el alimento tiene un efecto especial en ellos. A veces sin querer se les sale una sonrisa que poco a poco se multiplica en los demás”, recuerda.

Los recursos para que el comedor comunitario siga en pie provienen de la misma iglesia o de donaciones en especie de personas u empresas que conocen de la labor y se animan a aportar con ‘su granito de arena’.

Señala que para ella y para sus compañeras, a las que llama ‘hermanas’, atender el comedor comunitario les ha dado grandes alegrías.

Guadalupe relata que la idea de constituir un comedor comunitario surgió porque era evidente la presencia de personas que pedían limosna en las periferias del templo, “siempre pensé que nos ponían a prueba –a los fieles–, a ver si muy caritativos ya que ni siquiera los volteamos a ver las necesidades de quien tenemos a lado”.

Fue ante este contexto que se organizaron, y junto con su párroco hicieron una realidad el comedor comunitario. Al principio era atendido por personas de la tercera edad, pues fueron la únicas que se animaron a responder al llamado de servir al prójimo.

“Una vez me tocó venir a ayudar y vi que era demasiado trabajo para los señoras y señores ya grandes. Decidí convocar a las demás para hacerles ver que nos necesitaban” y fue así que ahora existe un apoyo de varios grupos, inclusive, los mismos que van a comer, ofrecer su ayuda, “es su forma de agradecer y no se desprecia”, indica.

Con respecto a las decisiones del gobierno, como la cancelación del apoyo a los comedores comunitarios, Guadalupe prefiere no opinar, “Siempre es la misma historia, siempre decepcionan. Vamos de mal en peor”, apunta.

Actualmente, la operación de comedores comunitarios –a excepción de la Ciudad de México– es por parte de iglesias de diferentes denominaciones, esfuerzos ciudadanos o por asociaciones civiles porque como en muchos otros casos, personas ajenas al gobierno se están haciendo cargo de uno de los muchos espacios olvidados de la actual administración.

 

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