Cuidar también es política pública

En Uruguay, cuidar dejó de ser un asunto “doméstico” para convertirse en política de Estado. Desde 2015, el país sudamericano implementó uno de los Sistemas Nacionales Integrales de Cuidados (SNIC) más ambiciosos y estructurados del mundo, con resultados tangibles en la equidad de género, el bienestar de la infancia, la autonomía de personas mayores y dependientes, y el empleo formal en el sector del cuidado. Mientras tanto, en México, millones de mujeres siguen cargando solas con el trabajo no remunerado del cuidado. ¿Qué hizo Uruguay y cómo puede México transitar ese camino?

El contexto que dio origen al SNIC

Uruguay ya mostraba, a principios del siglo XXI, altos niveles de envejecimiento poblacional: más del 19% de su población tenía 60 años o más (INE, 2012), y se proyectaba que en 2050 la proporción superaría el 30%. Además, estudios del Instituto Nacional de las Mujeres (INMUJERES) y la CEPAL revelaban que las mujeres uruguayas dedicaban en promedio tres veces más horas semanales que los hombres al trabajo no remunerado de cuidados.

Ante esa realidad demográfica y social, el Frente Amplio impulsó desde el Ejecutivo y el Parlamento una estrategia de corresponsabilidad social en los cuidados. Tras un proceso de diálogo multisectorial, en 2015 se aprobó la Ley 19.353 que dio nacimiento al SNIC. Este sistema implicó no solo una nueva institucionalidad, sino una transformación cultural.

¿Qué es el Sistema Nacional de Cuidados de Uruguay?

El SNIC es un conjunto de políticas articuladas para garantizar el derecho a cuidar, ser cuidado y cuidar en condiciones dignas. Abarca a cuatro poblaciones prioritarias:

  • Primera infancia (0 a 3 años)
  • Personas mayores en situación de dependencia
  • Personas con discapacidad
  • Personas cuidadoras (formales e informales)

Sus pilares fundamentales son:

  1. Universalidad y corresponsabilidad: el cuidado es un derecho social, no un privilegio ni una obligación exclusiva de las familias, y menos aún de las mujeres.
  2. Formación y profesionalización: se crearon carreras técnicas y programas de certificación para cuidadoras, lo que formalizó miles de empleos en el sector.
  3. Servicios públicos accesibles: aumento sustancial en la cobertura de centros de atención infantil, asistencia domiciliaria para personas mayores y discapacidad, y redes de teleasistencia.
  4. Articulación interinstitucional: el sistema se coordina desde el Ministerio de Desarrollo Social (MIDES), con participación de los ministerios de Salud, Educación, Trabajo, Economía y el BPS (equivalente al IMSS).
  5. Presupuesto con perspectiva de género y cuidados: se asignan recursos específicos, auditados y con metas claras.

Resultados tangibles: cifras que hablan

Según el Tercer Informe de Seguimiento del SNIC (2022):

  • La cobertura de educación y atención en la primera infancia (0 a 3 años) pasó del 43% en 2015 al 70% en 2021.
  • Más de 16,000 personas mayores en situación de dependencia reciben servicios de cuidados domiciliarios o centros diurnos.
  • Se profesionalizó a más de 7,500 personas como trabajadoras del cuidado, el 98% mujeres.
  • El 85% de los hogares uruguayos perciben una mejora en la conciliación trabajo-familia gracias al sistema.
  • La inversión pública en cuidados alcanzó el 0.8% del PIB, con planes para llegar al 2% en el mediano plazo.

Una cuidadora profesional, Mariela Bentancur, compartió su experiencia:

“Antes cuidaba sin seguro ni contrato. Hoy tengo capacitación, estabilidad y sé que estoy haciendo algo que vale y es reconocido. El sistema me dio dignidad” (testimonio recogido por El Observador, 2023).

México frente al espejo: ¿en qué punto estamos?

México carece, hasta ahora, de un Sistema Nacional de Cuidados como política pública integral. Durante el sexenio de Andrés Manuel López Obrador se desmontaron estructuras existentes como las estancias infantiles y el Programa de Apoyo a Madres Trabajadoras. Aunque la Constitución ya reconoce el derecho al cuidado (reforma de 2020), su implementación es incipiente y fragmentada.

Claudia Sheinbaum ha prometido la construcción de un Sistema Nacional de Cuidados en su administración. Según su plan de gobierno, se contempla la creación de centros comunitarios, políticas de formación para cuidadoras, incentivos fiscales para empresas que promuevan la corresponsabilidad, y un organismo rector del sistema.

Mariana Gómez del Campo, senadora y activista por los derechos de las mujeres, comentó:

“No es suficiente reconocer el derecho al cuidado, hay que operativizarlo con recursos, instituciones y un cambio cultural profundo. Uruguay lo hizo y es nuestra brújula regional.”

Lecciones que México puede aprender

  1. Diagnóstico claro y base legal sólida: Uruguay comenzó con datos duros sobre el tiempo de cuidado no remunerado, envejecimiento y demandas sociales. México debe robustecer su estadística en la ENUT y encuestas de discapacidad y dependencia.
  2. Participación multisectorial: el éxito del modelo uruguayo se debe a la alianza entre sociedad civil, academia, organismos internacionales y partidos políticos. En México urge articular esfuerzos más allá de un solo poder o ideología.
  3. Financiamiento progresivo y realista: Uruguay inició con el 0.5% del PIB y lo fue incrementando. México podría destinar parte de los recursos del presupuesto social, e incluso canalizar recursos de fideicomisos, a este fin.
  4. Cuidar no es gasto, es inversión social: la OIT ha estimado que por cada dólar invertido en cuidado, se generan 2.5 en retorno económico. Además, mejora el empleo femenino, la salud mental, el rendimiento escolar y la cohesión social.

Cuidar es construir país

Uruguay nos muestra que cuidar no es un asunto privado ni exclusivo de las mujeres. Es un derecho, una necesidad y una inversión para el futuro. En su modelo hay una ruta clara para México: empezar con una voluntad política firme, dotar al sistema de estructura legal y presupuestaria, y reconocer el trabajo de millones de personas, sobre todo mujeres, que sostienen la vida sin reconocimiento ni apoyo.

Como dijo la socióloga uruguaya Karina Batthyány: “El sistema de cuidados no solo redistribuye tareas, redistribuye poder.”

Es hora de que México lo entienda así.

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