Cuando el cardenal Robert Francis Prevost fue nombrado prefecto del Dicasterio para los Obispos en 2023, el Papa Francisco no solo puso en sus manos la tarea técnica de supervisar los nombramientos episcopales. Le confió una misión pastoral de alcance global: renovar, discernir y acompañar el rostro del episcopado católico en un mundo fragmentado. Hoy, como Papa León XIV, su experiencia en esa función estratégica ilumina el camino que puede seguir la Iglesia: una transformación silenciosa pero firme hacia un liderazgo más cercano, más humilde y más evangelizador.
Conocimiento íntimo del clero mundial
Durante sus años al frente del Dicasterio, Prevost tuvo acceso a los expedientes, las trayectorias y las realidades pastorales de cientos de obispos en los cinco continentes. En palabras de un miembro de la curia romana, “nadie conocía mejor que él los perfiles de liderazgo que han marcado a la Iglesia de las últimas décadas: sus aciertos, sus heridas, sus luces y sombras”.
Su gestión mostró un criterio claro: promover pastores antes que administradores. En palabras suyas durante una intervención en las congregaciones previas al cónclave, filtrada a la prensa: “El obispo no puede ser solo un gestor ni un diplomático. Tiene que oler a rebaño, llorar con su gente y anunciar el Evangelio con valentía”. Esta sensibilidad no es nueva: se fraguó en las parroquias peruanas de Chiclayo, donde sirvió casi dos décadas y enfrentó desde abusos institucionales hasta la pobreza más extrema.
Una reforma silenciosa: más corazón pastoral que poder curial
El cambio impulsado por Prevost no se tradujo en grandes titulares, sino en decisiones concretas. De 2023 a 2025, bajo su conducción, se observaron señales de renovación en los nombramientos episcopales:
- En Europa, se rompió con el perfil exclusivamente académico para priorizar a sacerdotes con experiencia parroquial, diálogo interreligioso y trabajo social.
- En África, se fortaleció la promoción de líderes que encarnaran la doctrina social de la Iglesia y resistieran presiones políticas o étnicas.
- En Asia, se buscó un equilibrio entre respeto a las culturas locales y fidelidad doctrinal, apostando por obispos capaces de navegar contextos hostiles al cristianismo.
Un excolaborador del Dicasterio señala que “Prevost aplicaba una regla sencilla pero poderosa: buscar hombres de oración, cercanos a la gente y que vivan lo que predican”.
Renovación del episcopado: entre la sinodalidad y la integridad
El gran desafío que ahora enfrenta León XIV como Papa es ampliar esta renovación a escala estructural. Con una visión heredada de Francisco, el nuevo pontífice parece decidido a consolidar una Iglesia sinodal que no se imponga desde Roma, sino que escuche y camine junto a sus comunidades.
En su homilía con los cardenales electores, el Papa afirmó con claridad: “No basta la magnificencia de nuestras estructuras ni la grandiosidad de nuestras construcciones. Lo que transforma al mundo es la santidad de sus miembros”. Esa santidad, para él, comienza por los obispos.
Ya como Papa, en su primer mensaje desde el balcón, reiteró: “Ayudémonos los unos a los otros a construir puentes con el diálogo, el encuentro… para ser un solo pueblo, siempre en paz”. Esta mirada dialogante y pastoral anticipa la orientación de los próximos nombramientos episcopales bajo su pontificado.
¿Hacia dónde va el episcopado con León XIV?
Las preguntas que hoy flotan en el Vaticano no son menores: ¿Consolidará León XIV esta tendencia? ¿Revisará los protocolos de selección de obispos? ¿Cómo renovará el perfil del episcopado en regiones donde aún prevalece el clericalismo o la desconexión con el pueblo?
Hay señales claras de que el Papa quiere avanzar. En diversas ocasiones ha defendido públicamente que los nuevos obispos deben ser “hombres de comunión, de oración y discernimiento”, y ha condenado “la cultura de la promoción eclesiástica como carrera personal”.
Como hijo espiritual de San Agustín, su lema episcopal “In illo uno unum” (“en aquel uno, uno solo”) adquiere especial relevancia: una llamada a la unidad profunda no basada en uniformidad estructural, sino en comunión interior. Esta perspectiva agustiniana puede ser la clave para formar obispos que, en vez de polarizar, sanen, escuchen y unan.
Un Papa que conoce la raíz del cambio
León XIV no es un outsider improvisado. Conoce desde adentro los desafíos del episcopado global. Ha escuchado sus heridas, ha acompañado sus procesos y ahora, como sucesor de Pedro, tiene la oportunidad de consolidar un nuevo perfil de liderazgo eclesial. Uno más pastoral que doctrinal, más cercano que distante, más fraterno que jerárquico. Su pontificado podría marcar un antes y un después en la historia reciente de la Iglesia. Porque como él mismo ha dicho: “La santidad de la Iglesia no se mide por el esplendor de sus templos, sino por la luz que irradia cada obispo en su comunidad”.
Facebook: Yo Influyo