Un pastor para el mundo, el nuevo Papa León XIV tiene su propia forma de relacionarse con los fieles, pero la luz de sus predecesores marca la continuidad
Juan Pablo II: un amor multitudinario
Pocas figuras en la historia reciente han construido un vínculo tan profundo y universal con los fieles como san Juan Pablo II. Su carisma rompió todas las fronteras: desde la histórica frase “¡Si me equivoco en mi italiano, me corrigen!” hasta las multitudes que coreaban “¡Juan Pablo Segundo, te quiere todo el mundo!”, el papa polaco forjó una relación directa, emocional y misionera con millones. Fue el papa de los abrazos masivos, del rostro visible del Evangelio en las plazas, de las lágrimas compartidas ante el atentado de 1981 y del jubilo compartido en cada Jornada Mundial de la Juventud (JMJ). Su conexión fue tan fuerte que pueblos enteros lo adoptaron como uno de los suyos: “¡Juan Pablo, hermano, ya eres mexicano!” era un canto popular en sus visitas a América Latina.
Esa cercanía no fue solo emotiva, sino también personal. Su habilidad con los idiomas, su disposición a besar la tierra de cada nación y su capacidad para reír con los niños y debatir con los intelectuales lo volvieron el pastor global por excelencia. Cuando falleció en 2005, más de tres millones de peregrinos acudieron a despedirlo: una despedida que fue también un testimonio del lazo que había tejido entre el trono de Pedro y el corazón del pueblo.
Benedicto XVI: ternura intelectual
Benedicto XVI, en contraste, cultivó una relación más íntima y reflexiva. Su inicio estuvo marcado por ciertas reservas en algunos sectores, pero con el tiempo emergió la figura de un pastor tímido pero cálido, de sonrisa serena y mirada atenta. En su trato personal, era notablemente afectuoso, sobre todo con niños y ancianos. A los jóvenes terminó conquistándolos como “el abuelo sabio” de la JMJ, especialmente en Madrid 2011, donde incluso bajo un aguacero los jóvenes permanecieron en adoración, cautivados por su testimonio de fe silenciosa.
Aunque no fue un papa de masas, su obra escrita tocó a miles. Sus libros sobre Jesús fortalecieron la fe de muchos, y su defensa de la liturgia tradicional le ganó respeto entre fieles que buscaban profundidad. Su renuncia en 2013 provocó una ola de gratitud sincera. En su despedida, el grito “¡Danke, Heiliger Vater!” resonó en muchas lenguas. Benedicto construyó, con humildad, una relación de confianza basada en la verdad, la belleza y la ternura.
Francisco: el abrazo global
Desde su aparición en el balcón pidiendo la bendición del pueblo, el papa Francisco supo generar cercanía con gestos concretos. Su pontificado fue una sucesión de abrazos, besos, visitas sorpresivas y palabras sencillas que tocaron el alma del pueblo. En su lenguaje sin adornos y su actitud corporal –deteniéndose con enfermos, niños, migrantes– se percibía al pastor que huele a oveja.
Millones vieron en él la encarnación del Jesús cercano. Así lo sintieron quienes vivieron su presencia en Filipinas en 2015, donde 6 millones de personas asistieron a misa bajo lluvia, o aquellos que se emocionaban al ver cómo hacía subir niños al papamóvil. A pesar de las tensiones con sectores tradicionales, Francisco mantuvo un vínculo sólido con la mayoría de los fieles. Su muerte en 2025 fue llorada como la de un padre espiritual; el pueblo sintió que había perdido a un amigo de verdad, un papa de la compasión vivida.
León XIV: cercanía que comienza a florecer
Aunque su pontificado apenas comienza, León XIV ya muestra señales claras de una relación esperanzadora con el pueblo fiel. Su experiencia misionera en Perú, su vida entre comunidades sencillas y su fama de “pastor cercano” lo preceden. Al ser elegido, la alegría en Chiclayo fue espontánea: campanas, vítores, agradecimientos. Su identidad bicultural –hijo de inmigrantes españoles e italianos en EE.UU.– le permite conectar con fieles diversos: jóvenes biculturales, migrantes, latinoamericanos.
Sus primeros gestos como Papa han sido elocuentes: palabras breves y humildes, una sonrisa sincera, agradecimientos sentidos. En lugar de discursos altisonantes, se limitó a bendecir y pedir caminar “tomados de la mano de Dios”. Su talante conciliador ya le ha valido el apodo de “el Papa puente”, y muchos fieles ven en él una figura capaz de unir sin desdibujar, de hablar sin imponer, de escuchar sin condescendencia.
El hecho de que comunidades antes distantes –como algunos tradicionalistas moderados o jóvenes desencantados– muestren entusiasmo es indicio de que León XIV podría construir una relación basada en la esperanza compartida. Su enfoque sinodal, su raíz agustiniana (“Con ustedes soy cristiano y para ustedes, obispo”), y su tono sereno marcan una nueva etapa.
León XIV, el pastor que une
Juan Pablo II conquistó con carisma, Benedicto XVI con profundidad, Francisco con gestos. León XIV podría hacerlo con escucha. Si logra conjugar lo mejor de cada uno –la ternura vibrante de Juan Pablo II, la sabiduría humilde de Benedicto y la misericordia viva de Francisco– estará en camino de forjar una relación única con los fieles del siglo XXI.
No se trata de imitar, sino de encarnar. Y en esa encarnación humilde pero decidida, León XIV podría convertirse en el padre espiritual que la Iglesia necesita: un hombre que no busca brillar, sino reflejar la luz de Cristo, como él mismo dijo: “desaparecer para que permanezca Cristo”. La relación entre León XIV y el pueblo fiel apenas comienza, pero ya se percibe una corriente de afecto, expectativa y comunión que podría florecer en una de las más fecundas historias de amor entre el Papa y su pueblo.
Dimensión | Juan Pablo II (1978–2005) | Benedicto XVI (2005–2013) | Francisco (2013–2025) | León XIV (2025–) |
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Relación con los fieles | – Masivamente querido: multitudes gritaban “¡JP2, te queremos!”; era aclamado como héroe de la fe, especialmente por jóvenes en JMJ y familias en eventos globales.– Conexión emocional: su carisma hacía sentir a cada persona amada; hablaba muchos idiomas, adaptaba gestos culturales (besar tierra, vestir trajes típicos) ganando corazones en cada país.– Pastor universal: fieles de todo el mundo lo veían como padre cercano. Al morir, millones lloraron su partida, confirmando el lazo profundo forjado en 27 años de visitas, palabras y gestos inolvidables. | – Respeto y afecto creciente: al inicio distante para algunos, acabó siendo percibido como “abuelo sabio”. Los fieles valoraron su humildad, su enseñanza clara y su mirada bondadosa en las audiencias.– Círculos específicos: ganó devoción de amantes de la liturgia tradicional (por su apertura al rito antiguo) y de intelectuales católicos (por su profundidad).– Cariño en la despedida: su renuncia provocó oleada de simpatía; muchos fieles le agradecieron su servicio con lágrimas. Murió con fama de santo humilde entre quienes comprendieron su corazón pastoral. | – Arrolladora popularidad: rápidamente se ganó a la gente con su cercanía; apodado “el papa de la gente”. Plaza abarrotada en audiencias, abrazos a enfermos con titulares mundiales, conexión inmediata con masas y con individuos (llamadas personales, etc.).– También divisiones: amplió apoyo de alejados de la Iglesia, pero enfrentó críticas de minorías tradicionalistas que lo vieron controvertido. Aun así, mantenía a la mayoría inspirada y unida en torno a su figura.– Despedida multitudinaria: unos 250 mil acudieron a velarlo, fieles expresando que con él “perdieron un pedazo de sí mismos” de tanto que lo querían. | – Grandes expectativas: fieles en América y Perú lo celebran como “uno de los nuestros”. Se confía en su capacidad de unir una Iglesia polarizada, por su empatía con distintos sectores.– Cercanía demostrada: en su diócesis era querido por todos, “tenía tiempo para cada persona”. Como Papa, sus primeras palabras invitaron a caminar juntos de la mano de Dios, mostrando humildad y deseo de comunión.– Por confirmar: si encarna lo mejor de JP2, BXVI y Francisco, puede ganarse un amor generalizado. De momento, hay ambiente de esperanza y entusiasmo entre los fieles, viendo en León XIV a un pastor comprensivo que sabrá escuchar y guiar. |
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