En menos de tres años, el Opus Dei ha pasado de ser visto como una singular “estructura de poder” dentro de la Iglesia a presentarse —por decisión explícita de los papas Francisco y León XIV— como un carisma que debe brillar sin escudos de privilegio jurídico. Lo que empezó en 2022 con el motu proprio Ad charisma tuendum, que cambió la relación de la Prelatura con la Curia romana, continuó en 2023 con la reforma de los cánones 295 y 296 del Código de Derecho Canónico, y desembocó en 2025 en la entrega al Papa León XIV del borrador de nuevos Estatutos.
Para muchos jóvenes católicos, todo esto suena a tecnicismo canónico. Pero en el fondo se trata de algo muy concreto: cómo se gobierna, cómo se controla y cómo se vive un carisma que, desde 1928, propone santificar la vida ordinaria, el trabajo y la familia en medio del mundo.
Un carisma nacido para la vida ordinaria
San Josemaría Escrivá fundó el Opus Dei convencido de que la santidad no era patrimonio de curas y monjas, sino llamada universal para la gente común: abogadas, ingenieros, madres de familia, médicos, estudiantes. La intuición central era sencilla y revolucionaria: el trabajo bien hecho, la familia y la vida cotidiana pueden ser lugar de encuentro con Dios.
En 1982, Juan Pablo II erigió el Opus Dei como primera prelatura personal de la Iglesia, una figura prevista por el Concilio Vaticano II para atender misiones pastorales específicas. Con la constitución Ut sit, la Prelatura recibía un marco jurídico propio, con un Prelado al frente y sacerdotes incardinados en ella, al servicio de miles de laicos extendidos en todo el mundo.
El terremoto silencioso de Ad charisma tuendum (2022)
En julio de 2022, el papa Francisco firma el motu proprio Ad charisma tuendum (“Para tutelar el carisma”). El texto hace dos cambios clave:
- Traslada la competencia sobre el Opus Dei del Dicasterio para los Obispos al Dicasterio para el Clero, y exige un informe anual, no cada cinco años, sobre la situación de la Prelatura y sus trabajos apostólicos.
- Indica que el Prelado ya no será obispo, ni recibirá la ordenación episcopal en el futuro, subrayando que el gobierno debe descansar más en el carisma que en el rango jerárquico.
Francisco lo explica con crudeza evangélica: se trata de evitar una lectura mundana del Opus Dei como “estructura de poder” y recordar que la Obra existe para servir la santidad de las personas en medio del mundo, no para acumular influencia interna.
La reforma del Código de Derecho Canónico (2023)
Un año después, el 8 de agosto de 2023, otra carta apostólica en forma de motu proprio modifica los cánones 295 y 296 sobre las prelaturas personales. Francisco dispone que:
- La prelatura personal se asimila a las asociaciones clericales públicas de derecho pontificio con facultad de incardinar clérigos.
- Se precisa que los laicos colaboran mediante “convenciones” o acuerdos con la prelatura; sus derechos y deberes se determinarán en los Estatutos.
En la práctica, el Opus Dei sigue siendo prelatura personal, pero su lugar en el mapa canónico se aclara: tiene clero propio, depende del Dicasterio para el Clero y se apoya en la cooperación libre de laicos. No es una diócesis paralela, ni una “Iglesia dentro de la Iglesia”.
El capítulo León XIV: estatutos, rumores y aclaraciones
Tras la muerte de Francisco en abril de 2025 y la elección de León XIV, el proceso entra en una fase decisiva. El Opus Dei celebra congresos, consulta a sus miembros y el 11 de junio de 2025 entrega a la Santa Sede el borrador de nuevos Estatutos, en un clima que la propia Prelatura describe como de “confianza en el Papa León XIV” y mucha oración.
En paralelo, algunos medios difunden la idea de un “ultimátum” del nuevo Papa al Opus Dei. La noticia corre por redes, sobre todo entre católicos jóvenes. Días después, la Oficina de Comunicación del Opus Dei sale al paso: no ha habido ninguna carta de ultimátum y el proceso se desarrolla con normalidad y diálogo con el Dicasterio para el Clero.
Para un lector laico, el dato clave es este: el Papa León XIV no ha desmontado el Opus Dei, ni ha suprimido su condición de prelatura; ha acompañado la fase final de una reforma iniciada por Francisco y enmarcada en la gran reestructuración de la Curia (Praedicate Evangelium).
Luis (nombre cambiado), ingeniero de software en CDMX y supernumerario del Opus Dei, recuerda cómo vivió las noticias desde 2022: “En Twitter todo eran titulares tipo ‘el Papa recorta poder al Opus Dei’. En mi día a día no cambió nada: seguía yendo a Misa antes de entrar a la oficina, cuidando a mis hijos y tratando de sacar adelante mi chamba. Pero me hizo preguntarme si no nos habíamos acostumbrado demasiado a la idea de ser ‘influyentes’. Al final, que el Prelado no sea obispo me ayudó a ver la Obra más como una familia de servicio y menos como una institución poderosa.”
El testimonio de Luis encarna el núcleo de la reforma: menos énfasis en la imagen pública, más en la coherencia de vida, la santificación del trabajo y la familia, y la comunión con el Papa y los obispos.
¿Recorte de poder o purificación del carisma?
Algunos observadores —especialmente críticos con el Opus Dei— han interpretado estos cambios como un “castigo” o una pérdida de influencia. Medios como Infovaticana o Silere non possum hablan de “reubicación jurídica y simbólica” y temen una dilución de la identidad.
Sin embargo, tanto Francisco como León XIV han insistido en otra lectura: proteger el carisma, evitar lógicas de poder y situar a la Prelatura en el marco jurídico que siempre tuvo previsto el Código. El mensaje oficial es claro: lo que cuenta no es el rango del Prelado, sino la fecundidad espiritual del Opus Dei, su capacidad para ayudar a la gente a vivir el Evangelio en el trabajo, la familia y la vida social.
Una lectura desde la Doctrina Social de la Iglesia
Estas reformas tocan puntos neurálgicos:
- Primacía de la persona sobre la estructura: el Opus Dei no existe para sí mismo, sino para ayudar a personas concretas a vivir la dignidad, el trabajo responsable, la familia y el bien común.
- Servicio al bien común eclesial: al integrarse más claramente en la Curia y en la disciplina común de las prelaturas, se evita el riesgo de funcionar como “isla de poder”.
- Legalidad y transparencia: informes anuales, estatutos aprobados por la Santa Sede y cánones claros son formas concretas de rendición de cuentas.
Para los jóvenes católicos —especialmente en México— el mensaje es exigente y esperanzador: menos clericalismo, más coherencia de vida; menos obsesión por la influencia, más compromiso con el trabajo honesto, la familia y la justicia social. Ahí se juega el verdadero futuro del Opus Dei y de cualquier carisma en la Iglesia del siglo XXI.
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