Ucrania: pintar para no rendirse

A 30 kilómetros de la frontera rusa, Járkov ha soportado ataques aéreos constantes desde el inicio de la invasión rusa a Ucrania en 2022. Más de 220 mil ventanas permanecen rotas en esta ciudad de 1.4 millones de habitantes, pero lo que para algunos representa ruina, para otros se ha convertido en un lienzo de resistencia. Artistas como Dina Chmuzh, de 27 años, han transformado los rastros de destrucción en símbolos de identidad nacional, memoria colectiva y esperanza.

“Sentimos rabia y tristeza, pero también una alegría desesperada que nos da fuerza y amor por la vida”, afirma Chmuzh, mientras señala una flor pintada en un panel de madera que cubre una ventana destruida. Ese rojo intenso —explica— representa el amor y el renacimiento.

El arte como refugio ante la barbarie

Desde el inicio del conflicto, miles de personas han abandonado Járkov, buscando refugio en el oeste de Ucrania o en otros países. Sin embargo, quienes permanecen han encontrado una forma de sanar el dolor colectivo a través del arte urbano. Chmuzh, como otros jóvenes creadores, ha utilizado paneles de aglomerado, esos mismos que cubren las ventanas dañadas, para crear murales llenos de fuerza y emoción.

“No creo en la desesperación. Eso es lo que quiere el enemigo: que nos rindamos”, explica. Una de sus obras más conmovedoras, Las flores de la furia, muestra cómo el pueblo ucraniano se ha transformado en una fuerza combativa, dolida pero hermosa en su fortaleza.

Memoria viva en forma de poema

El arte de Chmuzh no se limita a la pintura. Convencida del poder de la palabra, comenzó a plasmar poemas completos sobre los paneles. “Las palabras aún son más difíciles de ignorar que las imágenes”, dice. Insiste en escribir los versos completos, aunque sean largos. Su decisión, dice, ha llevado a muchos transeúntes a buscar a los autores en internet, provocando un redescubrimiento de la literatura ucraniana contemporánea.

Entre los poetas homenajeados están Victoria Amelina y Maksim Krivtsov, ambos asesinados durante la guerra. Un verso de Krivtsov, pintado sobre una vitrina destruida, reza: “Bienvenidos al espectáculo ‘guerra’: ¡el más aterrador del mundo!”. Otro, de Artem Polezhaka, mezcla ironía con humanidad: “Vitia ya era un idiota antes de la guerra”, recordando que los soldados siguen siendo personas comunes, con historias previas al conflicto.

Una identidad que resurge entre escombros

Járkov fue durante décadas una ciudad con fuerte influencia rusa, especialmente durante la era soviética. Muchas personas, incluso dentro de Ucrania, desconocen su relevancia cultural. Para Chmuzh, el arte callejero es también una forma de reivindicación: “Existe una desconexión con la cultura ucraniana actual. Nosotros queremos que la ciudad hable en voz alta sobre quiénes somos”.

En esa línea trabaja también Katerina Bushtruk, artista de 27 años, quien ha dispersado decenas de letras Ї —una letra exclusiva del alfabeto ucraniano— hechas en vidrio espejado por toda la ciudad. “Es una forma de decir: somos ucranianos, no rusos. Tenemos nuestro idioma, nuestra cultura y nuestra dignidad”, explica.

Gamlet, los grafitis y las flores del dolor

Otro referente del arte urbano en Járkov es Gamlet Zinkivski. Su estilo monocromático contrasta con el colorido de Chmuzh, pero su mensaje es igual de poderoso. En una acera marcada por una bomba de racimo que dejó una forma parecida a pétalos, escribió: “Estas flores no las puedo olvidar”. En otro mural, más al norte, puede leerse: “Las llaves extrañan sus puertas”, evocando la nostalgia y el duelo de quienes han perdido su hogar.

Estos artistas no trabajan por encargo ni buscan fama. “Es arte para resistir, no para gustar”, resume Gamlet en una entrevista con Radio Free Europe.

El poder transformador del arte

Pese a los bombardeos, el arte se ha mantenido. Hay calles enteras donde las ventanas rotas están cubiertas con poemas, retratos de soldados caídos, dibujos infantiles o símbolos patrios. Algunas piezas han sido completadas por personas anónimas, como ocurrió con una plegaria escrita por Oleg Kadanov. Un transeúnte agregó con marcador negro: “Todo estará bien mientras sigamos haciendo lo que podamos”.

Este tipo de interacción ha generado una dinámica comunitaria inesperada. Lo que comenzó como una expresión individual se ha convertido en un proyecto colectivo de memoria y esperanza. Según cifras del Instituto de Arte Contemporáneo de Ucrania, se han documentado más de 800 intervenciones artísticas espontáneas en Járkov desde 2022.

Una flor contra el olvido

Chmuzh recuerda con especial emoción una mañana de octubre de 2022, cuando soldados ucranianos se detuvieron a leer uno de sus murales. “Esto es genial. ¿Por qué solo tú estás haciendo esto?”, le preguntaron. “Ese día entendí que sí vale la pena”, afirma.

Hoy, a pesar del peligro constante, Dina continúa pintando. Sus obras no solo embellecen lo que antes era ruina: transmiten un mensaje de dignidad que interpela a todo el país… y al mundo.

El arte como expresión de dignidad

El caso de Járkov nos recuerda que la cultura no es un lujo de tiempos de paz, sino un recurso vital para preservar la dignidad en medio del horror. En la Doctrina Social de la Iglesia se reconoce que “la cultura expresa la esencia del hombre, su conciencia de sí mismo, de sus valores y de su destino” (Compendio de la Doctrina Social, n. 557).

En una ciudad que ha sido golpeada por la muerte, la injusticia y la invasión, el arte callejero se ha vuelto sacramento de la memoria, vehículo de verdad y acto de resistencia. En palabras de Chmuzh: “Mientras podamos pintar, aún no hemos sido vencidos”.

 

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