¿Sigue siendo Estados Unidos el faro de la democracia?

Estados Unidos, considerado durante décadas el “faro de la democracia” y epicentro del orden liberal internacional, atraviesa una de las etapas políticas más complejas de su historia reciente. Polarización interna, cuestionamientos a la integridad de sus procesos electorales, tensiones raciales, desafíos económicos y un papel internacional en redefinición son elementos que configuran un escenario cargado de incertidumbre.

“Estamos viviendo un momento en que la política estadounidense se juega no solo en Washington, sino en las calles, en las redes sociales y en la conciencia de millones de ciudadanos”, explica el analista político Michael Shifter, expresidente del Diálogo Interamericano.

La pregunta es clara: ¿podrá Estados Unidos sostener su liderazgo democrático en medio de tantas fracturas internas?

Un sistema político tensionado

El sistema político estadounidense, basado en la división de poderes y en el protagonismo de dos grandes partidos —Demócrata y Republicano—, enfrenta una crisis de confianza. Una encuesta de Pew Research Center (2024) reveló que solo el 20% de los estadounidenses confía en que el gobierno federal “haga lo correcto la mayor parte del tiempo”, la cifra más baja en cinco décadas.

La polarización no solo divide al Congreso, sino a las familias y comunidades. Temas como el aborto, el control de armas, la inmigración o la política climática generan posturas irreconciliables. En palabras de la profesora Jennifer McCoy, de la Universidad Estatal de Georgia, “Estados Unidos experimenta una polarización perniciosa, en la que los adversarios políticos son vistos como enemigos existenciales”.

Elecciones: el termómetro de la democracia

Las elecciones presidenciales, programadas cada cuatro años, se han convertido en auténticos plebiscitos sobre la identidad del país. La elección de 2020, con la victoria de Joe Biden sobre Donald Trump, estuvo marcada por denuncias infundadas de fraude que desembocaron en el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021. Ese episodio, calificado por la congresista Liz Cheney como “el ataque más grave a la democracia desde la Guerra Civil”, sigue pesando en la vida política.

Hoy, de cara a los nuevos comicios de 2024 y más allá, persisten los debates sobre la integridad electoral. Estados como Georgia, Arizona y Texas aprobaron reformas que endurecen el voto anticipado y por correo, medidas que críticos consideran restrictivas. Para la activista comunitaria María González, residente en Houston, “muchos vecinos sienten que se les quiere limitar el derecho al voto, y eso erosiona la confianza en el sistema”.

Polarización y división ideológica

El Congreso se ha convertido en un reflejo de esta fractura. Los bloqueos legislativos son frecuentes: iniciativas sobre presupuesto, migración o seguridad se estancan por la falta de consensos. El politólogo Thomas Carothers lo resume así: “Estados Unidos no enfrenta solo un debate de ideas, sino una lucha por el alma de la nación”.

En la sociedad civil, las movilizaciones son constantes. Protestas como Black Lives Matter, marchas a favor del derecho al aborto tras la anulación del fallo Roe vs. Wade, o concentraciones de grupos conservadores pro-armas muestran la intensidad de las disputas.

Los temas internos más candentes

  1. Justicia social y desigualdad racial: los afroamericanos y latinos siguen enfrentando disparidades en ingresos, acceso a la salud y trato policial. Según el U.S. Census Bureau, en 2023 la pobreza afectó al 19.5% de los latinos y al 17% de los afroamericanos, frente al 8% de los blancos no hispanos.
  2. Economía y empleo: aunque el desempleo se mantiene bajo (3.8% en agosto 2024), la inflación y el costo de la vivienda golpean a millones. “Trabajo dos empleos y aún así apenas pago la renta”, dice Luis Ramírez, inmigrante mexicano en California.
  3. Salud y pandemia: la gestión del COVID-19 dejó huellas profundas. Más de un millón de muertes y debates sobre la cobertura médica evidenciaron la fragilidad del sistema sanitario.

Política exterior: entre continuidad y redefinición

En el plano internacional, Biden ha buscado recomponer alianzas dañadas durante la administración Trump. La OTAN, la relación con la Unión Europea y el apoyo a Ucrania frente a Rusia se han convertido en pilares de su política exterior. Sin embargo, la tensión con China por Taiwán y la guerra comercial sigue latente.

El Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS) advierte que “Estados Unidos ya no tiene la hegemonía absoluta, sino que disputa espacios con potencias emergentes”. En América Latina, la Casa Blanca intenta equilibrar la presión migratoria con programas de cooperación, pero el descontento en la región es evidente.

Desafíos institucionales y legales

Otro elemento clave son los procesos legales que involucran a figuras políticas. Donald Trump enfrenta múltiples causas judiciales, desde intentos de revertir los resultados de 2020 hasta manejo indebido de documentos clasificados. Aunque para sus seguidores se trata de una persecución política, para expertos como Laurence Tribe, profesor emérito de Harvard, “el imperio de la ley se pone a prueba con cada caso que involucra a un expresidente”.

A ello se suma la creciente influencia de los lobbies en el Congreso, la propagación de desinformación en redes sociales y la fragilidad en la confianza hacia los medios de comunicación.

Tendencias actuales y posibles escenarios

Joe Biden, a pesar de su avanzada edad, insiste en un liderazgo que busque unir al país. Su lema de campaña, “Restore the Soul of America”, refleja esa intención, aunque los resultados son limitados. La posibilidad de que Trump u otros candidatos republicanos de línea dura vuelvan a contender mantiene al país en vilo.

El futuro dependerá de tres factores:

  1. La capacidad de las instituciones para garantizar elecciones libres y seguras.
  2. La respuesta de la ciudadanía frente a la polarización y la desinformación.
  3. El papel de Estados Unidos en un mundo multipolar cada vez más competitivo.

En Detroit, ciudad símbolo de la clase trabajadora, Linda Thompson, maestra jubilada de 62 años, comparte su sentir: “Crecí creyendo que nuestra democracia era fuerte, pero ahora la veo frágil. Mis nietos me preguntan si vale la pena votar, y yo les digo que sí, que es nuestra responsabilidad. Pero entiendo su desconfianza. Algo se ha roto en la confianza hacia nuestros líderes”.

Estados Unidos se encuentra en un cruce de caminos. Sus valores democráticos, basados en la participación ciudadana, el respeto a la ley y la dignidad humana, están siendo puestos a prueba como pocas veces en su historia. Desde la visión de bien común y la responsabilidad solidaria, es claro que la reconstrucción de puentes y la búsqueda de consensos serán indispensables.

El mundo observa expectante. La pregunta sigue abierta: ¿podrá Estados Unidos superar sus divisiones internas y reafirmar su liderazgo moral y político en el siglo XXI?

 

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