¿Revisión o ruptura? El incierto camino del T-MEC

A cinco años de su entrada en vigor, el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) enfrenta su primera gran prueba: el proceso de revisión y posible renegociación que definirá si su vigencia se extiende hasta 2042 o si queda sujeto a revisiones anuales a partir de 2036. El reloj ya corre: México y Estados Unidos iniciaron en septiembre de 2025 las consultas públicas, mientras Canadá se prepara para anunciar su propio calendario.

El ambiente no es menor: Washington mantiene una política de endurecimiento comercial, con investigaciones activas en sectores clave como semiconductores, farmacéuticos y automotriz, además de la amenaza de aranceles globales bajo la Sección 232. México, por su parte, ha respondido aumentando aranceles a más de mil fracciones de productos provenientes de países sin tratados de libre comercio, especialmente de China, buscando proteger su industria y, al mismo tiempo, atender las presiones de su principal socio comercial.

Escenarios en juego

De acuerdo con el especialista Kenneth Smith, exjefe negociador técnico del T-MEC, hay cuatro escenarios posibles:

  1. Una revisión con extensión de vigencia hasta 2042, sin renegociación profunda —ideal pero poco probable.
  2. Una renegociación enfocada en reglas de origen, particularmente en el sector automotriz, con extensión hasta 2042 —escenario probable.
  3. Revisión o renegociación sin acuerdo de extensión, lo que implicaría revisiones anuales hasta 2036 —considerado el más probable.
  4. El retiro unilateral de una de las partes, con seis meses de aviso —el menos probable, pero jurídicamente posible.

“Lo que hoy está en juego no es solamente un acuerdo comercial, sino el marco de certidumbre para millones de empleos en América del Norte”, advirtió Smith durante el Summit de Grandes Empresas de Coparmex, el pasado 19 de septiembre.

Medidas recientes: tensiones y respuestas

El endurecimiento estadounidense se refleja en múltiples frentes. Además de mantener un 35% de aranceles a bienes canadienses fuera del T-MEC, el Departamento de Comercio analiza la imposición de aranceles globales en sectores estratégicos, lo que afectaría directamente a México y Canadá como eslabones de la cadena productiva norteamericana.

México, en respuesta, anunció en su Paquete Económico 2026 la aplicación de aranceles a más de 1,000 fracciones arancelarias que incluyen industrias químicas, plásticos, vidrio, textiles, calzado, muebles, juguetes, aluminio, electrodomésticos y automotriz. Según la Secretaría de Economía, esta medida busca tres objetivos: incrementar ingresos fiscales, fortalecer la política industrial y frenar la triangulación de productos chinos hacia Estados Unidos a través de territorio mexicano.

Canadá, en contraste, retiró aranceles a productos estadounidenses dentro del T-MEC y, en la visita de su primer ministro Mark Carney a México, se comprometió junto con la presidenta Claudia Sheinbaum a fortalecer la coordinación trilateral.

El proceso de consultas públicas

Las consultas son, en los hechos, la antesala de una renegociación.

  • En México, el plazo para enviar propuestas y observaciones inició el 17 de septiembre y concluye el 15 de noviembre. Posteriormente, entre el 16 de noviembre de 2025 y el 30 de junio de 2026, la Secretaría de Economía analizará la información para definir la postura nacional.
  • En Estados Unidos, la Oficina del Representante Comercial (USTR) abrió el mismo día un proceso de 45 días, con recepción de documentos vía www.comments.ustr.gov, que culminará con una audiencia pública el 17 de noviembre en la Comisión de Comercio Internacional. El 2 de enero de 2026, la USTR enviará al Congreso un reporte con su evaluación del tratado.
  • En Canadá, ya se había realizado un primer ejercicio de consulta en 2024 y se espera que en otoño de 2025 anuncie un segundo periodo formal.

La relevancia de estas consultas es que abren la puerta a los sectores productivos, cámaras empresariales, sindicatos y ciudadanos en general para expresar su visión sobre el futuro del acuerdo.

Voces desde el sector productivo

Para María Fernanda Ortiz, directora de una empresa automotriz en Querétaro, la revisión del tratado es un momento de incertidumbre: “Dependemos en un 80% de exportaciones a Estados Unidos. Si cambian las reglas de origen, nuestras inversiones en maquinaria y certificaciones podrían quedar en riesgo. Necesitamos claridad para planear”.

Por su parte, Carlos Ramírez, pequeño productor textil en Puebla, ve la coyuntura como una oportunidad: “Los aranceles a China nos abren un espacio. Competir contra precios imposibles era insostenible. Ahora el reto es que el gobierno acompañe con financiamiento y capacitación para que realmente podamos aprovecharlo”.

Estos testimonios muestran que el T-MEC no es un asunto lejano: atraviesa directamente las decisiones de inversión, empleo y estabilidad de miles de familias mexicanas.

Riesgos y oportunidades

El mayor riesgo señalado por los especialistas es que no se logre un acuerdo para extender la vigencia del tratado. Esto dejaría al T-MEC sujeto a revisiones anuales, un escenario que minaría la certidumbre necesaria para atraer inversión extranjera directa (IED).

Por el contrario, una renegociación acotada a ciertos capítulos, particularmente automotriz, podría incluso fortalecer el tratado, siempre y cuando se logre consenso político en los tres países. En Estados Unidos, sin embargo, cualquier renegociación requeriría la aprobación de una nueva Trade Promotion Authority (TPA) por parte del Congreso, lo que introduce un factor de incertidumbre electoral y legislativa.

Conclusión: más que comercio, una decisión de futuro

El proceso de revisión del T-MEC es, en última instancia, un examen de confianza entre México, Estados Unidos y Canadá. Para México, significa la oportunidad de consolidar su papel en la cadena productiva de Norteamérica, siempre que logre articular una postura clara, que combine la defensa de su industria con la necesidad de cooperación regional.

La Doctrina Social de la Iglesia recuerda que la economía debe estar al servicio de la persona y del bien común. En este sentido, el debate sobre el T-MEC no puede reducirse a cifras de exportación: está en juego la estabilidad laboral de millones de familias, la competitividad de las empresas y la cohesión social.

En palabras de un trabajador automotriz de Saltillo, que pidió anonimato: “Lo que queremos es simple: un trabajo seguro para llevar comida a la mesa. Ojalá los gobiernos entiendan que detrás del tratado estamos nosotros, las personas”.

El reto está planteado. En los próximos meses, las consultas públicas y la negociación política definirán si el T-MEC se convierte en un ancla de certidumbre hacia 2042 o en una fuente de incertidumbre permanente.

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