El presidente Donald Trump, en su segundo mandato, ha logrado lo que se propuso desde su primera campaña: un paquete fiscal que reduce drásticamente los impuestos a las grandes corporaciones y altos ingresos, al tiempo que promete dinamizar la economía estadounidense. El Congreso, ahora con mayoría republicana, aprobó la controversial reforma fiscal con 52 votos a favor y 48 en contra en el Senado, y una ajustada mayoría en la Cámara de Representantes.
Las consecuencias de esta decisión no solo afectarán a Estados Unidos. Economistas, analistas políticos y ciudadanos de a pie se preguntan: ¿quién gana realmente con esta reforma? ¿Y quién pagará la factura?
¿Qué contiene el nuevo plan fiscal?
El plan, bautizado como American Tax Prosperity Act 2025, tiene como ejes centrales:
- Reducción del impuesto corporativo del 21% al 15%, el nivel más bajo desde la Segunda Guerra Mundial.
- Recortes fiscales para los más ricos: quienes ganan más de 500 mil dólares anuales verán sus impuestos recortados en un 5%.
- Mantenimiento temporal de recortes para clase media que expiran en 2029.
- Eliminación de algunas deducciones estatales y locales que afectan principalmente a estados demócratas.
“El pueblo estadounidense merece más dinero en su bolsillo y menos intervención del gobierno”, declaró el presidente Trump al firmar la ley, en un evento transmitido desde la Casa Blanca.
Una victoria política, una derrota social
La aprobación de la reforma ha sido calificada como una “victoria política rotunda” para Trump, que retoma su agenda de desregulación y reducción del gasto público. Sin embargo, la victoria política no se traduce necesariamente en bienestar social.
La Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO, por sus siglas en inglés) advirtió que la reforma podría incrementar el déficit fiscal en 3.5 billones de dólares en la próxima década. Esto llevará a una presión creciente para recortar programas sociales como Medicare, Medicaid y la asistencia alimentaria.
“La pregunta no es si esto beneficiará a los más ricos, sino cuánto tiempo tomará para que los más pobres sientan el impacto negativo”, alertó Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía, en una entrevista para The New York Times.
El impacto global: temores de una recesión y tensiones comerciales
Los mercados reaccionaron inicialmente con optimismo, pero el temor a un aumento de las tasas de interés y un dólar más fuerte ha generado volatilidad en las bolsas internacionales.
“Lo que ocurre en Estados Unidos no se queda en Estados Unidos”, explicó Carmen Reinhart, ex economista en jefe del Banco Mundial. “Los recortes masivos sin sustento financiero pueden desatar una recesión global si generan desequilibrios fiscales insostenibles.”
México, como principal socio comercial de Estados Unidos, podría verse afectado de varias maneras:
- Exportaciones vulnerables: con un dólar fuerte y menor consumo en EE.UU., las exportaciones mexicanas podrían desacelerarse.
- Aumento de la presión migratoria: una economía estadounidense menos inclusiva puede incentivar a trabajadores migrantes a buscar opciones en otros mercados.
- Volatilidad financiera: los mercados emergentes, incluyendo México, son tradicionalmente los más afectados por los cambios fiscales y monetarios estadounidenses.
Para Ana González, una mexicana que trabaja en una fábrica de autopartes en Michigan, la noticia no es buena. “Ya vimos en el primer mandato de Trump cómo muchas fábricas cerraron o despidieron gente cuando las empresas empezaron a pagar menos impuestos pero no aumentaron sueldos”, cuenta con preocupación. “Ahora temo perder mi trabajo o que me paguen menos”.
Casos como el de Ana se replican en decenas de comunidades obreras y agrícolas donde la promesa de crecimiento económico no ha llegado nunca. La desigualdad se amplía, mientras los grandes corporativos celebran.
Reacciones en Washington y el mundo
La oposición demócrata no tardó en condenar la reforma. Alexandria Ocasio-Cortez, líder progresista, calificó la medida como “un asalto directo a los trabajadores y un regalo a las élites económicas”.
En Europa, el presidente francés Emmanuel Macron expresó su inquietud por la “espiral de competencia fiscal a la baja” que podría desencadenar la reforma. “Si los países compiten por quién cobra menos impuestos a los ricos, todos perderemos”, advirtió.
Por su parte, Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo, instó a los gobiernos a “mantener la estabilidad fiscal y proteger a las clases vulnerables”.
Los riesgos para la democracia
Más allá de la economía, analistas advierten de un riesgo democrático: una concentración aún mayor del poder económico puede traducirse en influencia desmedida sobre la política y las instituciones.
“El dinero concentrado en pocas manos debilita los contrapesos democráticos”, subrayó Thomas Piketty, autor de El capital en el siglo XXI, quien alertó sobre la creciente desigualdad global.
La Doctrina Social de la Iglesia, por su parte, siempre ha insistido en que la economía debe estar al servicio del hombre y no al revés. Los principios de justicia social, solidaridad y destino universal de los bienes parecen estar en riesgo ante políticas que priorizan la rentabilidad sin considerar el bien común.
El plan fiscal aprobado representa, sin duda, una victoria política para Trump y los sectores más conservadores de Estados Unidos. Sin embargo, para millones de trabajadores, migrantes y pequeñas empresas, el panorama es sombrío.
La sociedad civil deberá ser vigilante y proactiva ante los efectos de esta reforma. Las voces que defienden la equidad, la justicia y el respeto a la dignidad humana tendrán un papel crucial en los años por venir.
Como afirma el Papa Francisco en Fratelli Tutti: “La política no puede someterse a la economía, y ésta no debe someterse al dictado de los paradigmas eficientistas de la tecnocracia”.
Estados Unidos y el mundo entran en una nueva etapa de incertidumbre. El desenlace dependerá de la capacidad de los ciudadanos y sus líderes para buscar un equilibrio entre prosperidad económica y justicia social.
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