Mujeres en la diplomacia complementan y enriquecen

Cada 24 de junio, el mundo conmemora el Día Internacional de las Mujeres en la Diplomacia, una fecha que no busca enfrentar a hombres y mujeres, sino reconocer que las relaciones internacionales más duraderas, humanas y eficaces se construyen cuando ambos cooperan desde sus propias fortalezas. Lejos de una lógica de competencia, la diplomacia del siglo XXI exige complementariedad, sensibilidad y corresponsabilidad.

Origen y sentido de la conmemoración

La celebración fue instaurada en 2022 por la Asamblea General de la ONU como un gesto de reconocimiento al trabajo silencioso, persistente y altamente eficaz de miles de mujeres que, en un mundo históricamente dominado por hombres, han logrado abrirse paso para contribuir en la resolución de conflictos, la promoción del diálogo, la defensa de los derechos humanos y la construcción de alianzas para el desarrollo sostenible.

“Reconocer a las mujeres diplomáticas es también reconocer que la paz no se construye con testosterona, sino con empatía, escucha y colaboración”, señala Amina Mohammed, vicesecretaria general de la ONU.

Participación femenina: cifras que inspiran y retan

Según el informe “Women in Diplomacy 2024”, solo el 25% de los embajadores a nivel mundial son mujeres. Aunque se ha avanzado, especialmente en Europa Occidental y América Latina, regiones como África Subsahariana y Medio Oriente siguen mostrando una escasa representación femenina. A pesar de ello, el impacto de las mujeres diplomáticas ha sido notable: han liderado procesos de reconciliación, impulsado tratados sobre igualdad de género, y han sido clave en misiones humanitarias.

Entre los casos más emblemáticos se encuentran figuras como Michelle Bachelet, Alta Comisionada para los Derechos Humanos, o Madeleine Albright, primera mujer en ocupar la Secretaría de Estado de EE.UU. Ambas demostraron que el liderazgo femenino no compite con el masculino, sino que lo complementa, lo enriquece y lo equilibra.

Desafíos persistentes: ¿por qué siguen siendo minoría?

A pesar de los avances, las mujeres enfrentan barreras estructurales: redes de poder masculinas, estereotipos sobre su capacidad para negociar, y una cultura diplomática tradicional que privilegia la autoridad jerárquica sobre la empatía.

“El machismo sigue presente, aunque disfrazado de formalismo”, reconoce una diplomática española. “Muchos aún creen que una mujer no puede negociar tratados de defensa o liderar diálogos de alto nivel.”

Además, muchas diplomáticas enfrentan una doble carga: profesional y familiar. La falta de políticas de corresponsabilidad en los servicios exteriores de muchos países dificulta su avance y permanencia en puestos clave.

Logros que transforman

Aun así, las historias de éxito abundan. En América Latina, María Ángela Holguín, excanciller colombiana, fue clave en los procesos de paz en su país. En África, Amina J. Mohammed, ha liderado agendas de sostenibilidad con visión de justicia social. En Europa, diplomáticas como Federica Mogherini han desempeñado roles cruciales como Alta Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores.

Estas mujeres no llegaron a reemplazar a los hombres, sino a ofrecer una forma diferente de mirar los conflictos, articular consensos y tender puentes.

Complementariedad, no competencia

No se trata de suplantar una diplomacia masculina con una femenina, sino de reconocer que solo trabajando con ambos “pulmones” —como decía el Papa Juan Pablo II— el cuerpo diplomático puede respirar con plenitud. Hombres y mujeres, con sus dones particulares, pueden tejer una red más sólida, humana y eficaz de cooperación global.

“No se trata de feminizar la diplomacia, sino de humanizarla”, afirma Ana María Menéndez, asesora del Secretario General de la ONU. “Y para eso necesitamos tanto la lógica estratégica como la emocional, tanto la firmeza como la escucha, tanto la visión de conjunto como la atención al detalle.”

Hacia una diplomacia verdaderamente inclusiva

Organismos como ONU Mujeres, la Unión Europea y la Alianza Global por la Igualdad de Género han lanzado múltiples programas para apoyar la participación femenina en la diplomacia. Pero también es momento de que cada cancillería revise sus procesos de selección, promoción y formación desde una perspectiva de igualdad real.

En México, el Instituto Matías Romero ha iniciado programas específicos para fortalecer el liderazgo de mujeres jóvenes en diplomacia. Y, como señala Vanessa Rubio, exsubsecretaria de Relaciones Exteriores, “la diplomacia mexicana tiene una larga tradición de mujeres fuertes, pero aún falta visibilizar más su trabajo”.

Una agregada diplómatica mexicana de una embajada en Europa nos ha comentado que “No llegué a la diplomacia para ser una cuota. Llegué porque tengo algo que aportar. Y muchas veces, ese aporte fue justamente ver lo que otros no veían: el impacto humano detrás de un tratado comercial.”

En un mundo fragmentado por conflictos, intereses geopolíticos y narrativas excluyentes, la diplomacia necesita tanto la voz firme del hombre como la mirada empática de la mujer. Celebrar el Día Internacional de las Mujeres en la Diplomacia no es un gesto feminista, sino profundamente humano: reconocer que nuestras diferencias, lejos de dividirnos, pueden ser nuestra mayor fortaleza.

Porque ante el reto de construir la paz, ningún talento sobra. Al contrario, se necesitan todos.

 

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