La imagen de Salvador Allende resistiendo dentro del Palacio de La Moneda el 11 de septiembre de 1973 no solo es parte de la historia de Chile, sino un símbolo mundial de dignidad política. Su muerte, más que el final de una vida, fue el preludio de una de las dictaduras más largas y sangrientas del continente. Entender ese momento es clave para comprender los riesgos que enfrentan las democracias en América Latina aún hoy.
“¡Pagaré con mi vida la lealtad del pueblo!”, dijo Allende en su última alocución radial. Lo hizo mientras el palacio presidencial ardía bajo los bombardeos de la aviación chilena. Su decisión de no rendirse fue vista por muchos como un acto de heroísmo, pero también como la derrota de un proyecto democrático asediado por intereses internos y externos.
¿Quién fue Salvador Allende?
Médico, político y fundador del Partido Socialista de Chile, Salvador Allende fue el primer presidente marxista elegido democráticamente en el mundo. Asumió el poder en 1970 con su coalición “Unidad Popular”, prometiendo una vía pacífica hacia el socialismo, bajo el lema “la vía chilena al socialismo con empanadas y vino tinto”.
Su programa incluía la nacionalización del cobre, una reforma agraria profunda y políticas redistributivas a favor de los más pobres. Pero el camino no fue fácil: enfrentó una creciente polarización, sabotajes económicos internos y una fuerte oposición mediática, empresarial y parlamentaria. En paralelo, Estados Unidos —a través de la CIA— financió campañas para desestabilizar su gobierno, como han confirmado documentos desclasificados.
El golpe del 11 de septiembre de 1973
Desde las primeras horas de la mañana, las fuerzas armadas chilenas, lideradas por el general Augusto Pinochet, ejecutaron el golpe de Estado. Los militares cercaron Santiago, cortaron comunicaciones y bombardearon La Moneda. Allende, armado con un fusil AK-47 que le regalara Fidel Castro, decidió resistir desde el interior del palacio junto a un grupo reducido de colaboradores.
Según testigos como el doctor Enrique Paris y el periodista Augusto Olivares, Allende rechazó en todo momento rendirse o abandonar el lugar. En su último mensaje, transmitido por Radio Magallanes, afirmó:
“Tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo…”
Poco después, el presidente fue hallado muerto en el salón Independencia. Las versiones oficiales hablaron de suicidio. Otras, de ejecución. La justicia chilena, tras múltiples investigaciones, concluyó en 2011 que la muerte fue suicidio con arma de fuego, aunque persisten las dudas y heridas abiertas en muchos sectores.
El comienzo del horror: la dictadura militar
La caída de Allende dio paso a una dictadura encabezada por Augusto Pinochet, que duró 17 años. Según el Informe Rettig y el Informe Valech, más de 3,000 personas fueron asesinadas o desaparecidas, y más de 38,000 fueron torturadas. Centros de detención como Villa Grimaldi o Londres 38 se convirtieron en símbolos del terror.
Las universidades fueron intervenidas, los partidos disueltos, la prensa silenciada y los sindicatos aplastados. La nueva Constitución de 1980, redactada sin participación democrática, consolidó un modelo económico neoliberal que aún tiene efectos sociales profundos en Chile, como las grandes desigualdades que detonaron el estallido social de 2019.
¿Cómo se recuerda a Allende hoy?
En Chile, Allende no es solo una figura histórica: es una herida abierta, pero también una bandera. Para muchos, representa el último intento serio de construir un modelo socialista democrático en América Latina. Para otros, fue un dirigente ideologizado que condujo al país a un callejón sin salida.
En 2003, el entonces presidente Ricardo Lagos inauguró una estatua de Allende frente a La Moneda, como gesto de reparación histórica. En 2023, en el 50º aniversario del golpe, se realizaron múltiples actos de conmemoración, con la participación de líderes como Gabriel Boric, quien declaró:
“Allende nos enseñó que se puede luchar por la justicia sin recurrir al odio”.
En el extranjero, su figura sigue siendo admirada por movimientos de izquierda, defensores de derechos humanos y académicos. Su caso es estudiado como uno de los ejemplos más dramáticos de intervención extranjera en una democracia por motivos ideológicos y económicos.
Una historia que sigue interrogando a América Latina
¿Por qué sigue doliendo tanto el nombre de Allende? Porque representa muchas preguntas sin respuesta: ¿Puede sobrevivir un proyecto socialista sin represión ni autoritarismo? ¿Es posible resistir al poder económico global desde el sur? ¿Cuánto vale la vida de un presidente cuando su pueblo está en riesgo?
El escritor Eduardo Galeano dijo alguna vez:
“Allende murió solo en un palacio rodeado, pero murió con más dignidad que todos los que lo traicionaron juntos”.
Esa dignidad sigue siendo ejemplo para generaciones que sueñan con otro mundo posible. En un continente donde los golpes de Estado nunca parecen desaparecer del todo —como en Bolivia en 2019, Honduras en 2009 o los intentos en Brasil—, la historia de Allende es un llamado urgente a defender la legalidad, los derechos y la democracia desde abajo.
VII. Un testimonio que atraviesa generaciones
Luis Reyes, hoy jubilado y entonces estudiante de medicina en Santiago en 1973, recuerda con los ojos húmedos:
“Yo no era de izquierda, pero cuando escuché su voz aquel día, supe que ese hombre no era un político cualquiera. Nos enseñó que se puede morir con la cabeza en alto. Y eso nunca lo olvidé”.
Su nieta, Camila, es dirigente estudiantil y afirma que fue por su abuelo que empezó a leer sobre Allende:
“No quiero repetir su historia, pero sí su ética. La política es servicio, no negocio”.
La muerte que sembró vida
La figura de Salvador Allende sigue generando división, pero también reflexión. Fue fusilado simbólicamente por las élites, aunque físicamente haya muerto por su propia mano. Lo cierto es que su muerte no fue el final, sino el inicio de una memoria que interpela a todos: ¿qué tan lejos estás dispuesto a llegar por defender tus convicciones democráticas?
La política debe ser expresión de caridad y servicio al bien común. Allende, con todas sus contradicciones, intentó dignificar a los últimos, a los pobres, a los invisibles. Y pagó con su vida. En un mundo donde la política suele asociarse al cinismo, su historia sigue siendo semilla de esperanza.
FUENTES CONSULTADAS
- Informe Rettig (1991) e Informe Valech (2004).
- Biblioteca Nacional de Chile.
- Archivos desclasificados por la CIA sobre Chile (National Security Archive).
- “Salvador Allende” de Jorge Timossi (biografía).
- Testimonios de memoriachile.cl y Museo de la Memoria y los Derechos Humanos.
- Entrevistas en prensa: La Tercera, El País, BBC Mundo.
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