Escasez de agua amenaza al planeta

Más de 2,200 millones de personas en el mundo carecen de acceso a servicios de agua potable gestionados de forma segura, de acuerdo a cálculos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Este déficit representa un reto creciente para gobiernos, organismos internacionales y comunidades, especialmente ante el incremento de la demanda y los efectos del cambio climático.

Durante la Semana Mundial del Agua, que se celebra en Estocolmo bajo el lema Agua para la acción climática, se analizan las conexiones entre el suministro de agua y el calentamiento global. Expertos señalan que el agua potable es fundamental no sólo para la salud, sino también para el desarrollo económico, la producción de energía y alimentos, y el mantenimiento de ecosistemas. Un suministro confiable, indican, es esencial para la adaptación a un planeta cada vez más cálido.

Actualmente, alrededor del 50 por ciento de la población mundial experimenta algún nivel de escasez de agua al menos un mes al año, y se prevé que para 2025 alrededor de mil 800 millones de personas enfrenten una situación de “escasez absoluta”. En paralelo, las áreas afectadas por sequías extremas se han triplicado desde los años ochenta, lo que evidencia un cambio acelerado en los patrones climáticos.

La crisis ya es evidente en diferentes regiones. En Siria, la peor sequía en 36 años ha reducido en 40 por ciento la producción de trigo, con impactos directos en la seguridad alimentaria. En el sureste de Europa, países como Turquía, Serbia y Hungría registran bajos niveles en sus represas y han impuesto restricciones en el suministro doméstico. En el Reino Unido, algunas regiones han implementado medidas de emergencia para extraer agua de ríos locales debido a niveles críticos en sus reservas.

En Ucrania, en zonas bajo control ruso, los daños a la infraestructura han obligado a que comunidades dependan de camiones cisterna para acceder al agua. En Gaza, organizaciones humanitarias advierten sobre el impacto de las restricciones al suministro en la población civil, lo que ha intensificado la emergencia sanitaria.

Frente a este escenario, diferentes países buscan estrategias para garantizar la disponibilidad del recurso. Durante la reunión de ONU-Agua en Estocolmo, se han destacado los avances de Bután, Ruanda y Arabia Saudita en la gestión sostenible del agua y el saneamiento, en línea con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Estos casos sirven como ejemplo para otras naciones con limitaciones similares.

El financiamiento es otro de los temas centrales. Organismos internacionales discuten mecanismos de inversión que permitan ampliar el acceso al agua y al saneamiento seguro. Se analizan modelos innovadores que integran recursos públicos, privados y multilaterales, con el fin de impulsar infraestructura, tecnología y programas de educación hídrica.

La llamada economía azul también ha cobrado relevancia como enfoque de gestión. Este modelo plantea el uso eficiente y la reutilización del agua en sectores industriales, el desarrollo de biotecnología marina y la protección de ecosistemas acuáticos para garantizar su sostenibilidad a largo plazo.

El Banco Mundial y otros organismos multilaterales han iniciado programas para acelerar soluciones en países con mayor vulnerabilidad. Estas estrategias incluyen inversiones en infraestructura, promoción de tecnologías de reciclaje de agua y fortalecimiento de capacidades locales para mejorar la gobernanza de los recursos hídricos.

En países como España, expertos advierten que la inversión en el sector ha disminuido de manera constante en las últimas décadas, lo que ha limitado la capacidad de respuesta frente a sequías recurrentes. Se han planteado reformas que impulsen la reutilización del agua y la modernización de plantas de tratamiento y desalación.

La desalación se ha convertido en una alternativa para territorios con estrés hídrico prolongado. En Chipre, después de tres años de sequía, este proceso es ya la principal fuente de agua potable. En Cataluña, autoridades trabajan en ampliar la capacidad de sus plantas, con el objetivo de diversificar las fuentes de suministro y reducir la dependencia de los embalses tradicionales.

Los informes más recientes de organismos internacionales señalan que la gestión del agua será uno de los mayores desafíos de las próximas décadas. La falta de acceso no sólo afecta el bienestar de millones de personas, sino que también tiene implicaciones en la producción agrícola, el crecimiento económico y la estabilidad social.

El compromiso internacional, las políticas públicas eficientes, la inversión en infraestructura y la cooperación entre naciones son considerados elementos clave para avanzar hacia el objetivo de garantizar agua segura y sostenible para todos.

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