La noticia recorrió Europa con la discreción de los actos que parecen pequeños, pero que en realidad reconfiguran mapas éticos enteros. El Príncipe Alberto II de Mónaco vetó, el 23 de noviembre de 2025, un proyecto de ley que habría legalizado el aborto a petición hasta las 12 semanas. El veto no solo detuvo una reforma legislativa impulsada desde 2023 por sectores favorables a la liberalización del aborto, sino que marcó un precedente de enorme valor simbólico: un jefe de Estado europeo ejerciendo su prerrogativa constitucional para frenar un cambio cultural que en la mayoría del continente parecía irreversible.
La decisión se insertó en un contexto global donde, según datos de la Organización Mundial de la Salud, 97% de las mujeres en Europa viven en países donde el aborto a petición es legal. Mónaco, con sus 39,000 habitantes, quedó prácticamente como una isla normativa, un punto que desafía la homogeneidad del continente.
Sin embargo, detrás de esta decisión hay algo más profundo: una discusión sobre identidad, derechos, límites del poder democrático, protección de la vida, acompañamiento a la mujer, y el rol de la fe en una nación cuya Constitución reconoce explícitamente a la Iglesia Católica como religión del Estado.
Los hechos: un veto con nombre propio
El proyecto de ley vetado había sido aprobado por el Consejo Nacional de Mónaco con 19 votos a favor y apenas 2 en contra. La propuesta contemplaba:
- Aborto a petición hasta las 12 semanas.
- Hasta 16 semanas en caso de violación.
- Reducción de la edad para prescindir del consentimiento parental de 18 a 15 años.
El Príncipe Alberto II, en entrevista con Monaco-Matin, confirmó que ordenó al gobierno no promulgar la norma. En palabras textuales: “Creo que el sistema actual refleja quiénes somos. Respeta nuestra identidad cultural, nuestra tradición y el papel de la religión católica. Y ofrece apoyo seguro y humano a las mujeres en situaciones difíciles”.
Con esta decisión, el actual marco legal —vigente desde 2009 y reformado parcialmente en 2019— permanece intacto:
- El aborto solo es legal en casos de violación, riesgo grave para la madre o malformación fetal grave.
- No se penaliza a mujeres monegascas que viajen al extranjero para realizarse el procedimiento.
Se trata de una legislación considerada por analistas como una de las más protectoras de la vida prenatal en Europa, junto a la de Malta y Polonia (antes de su reforma en 2023). El veto sorprendió dentro y fuera del Principado porque, aunque el soberano conserva un veto absoluto, rara vez lo ejerce para detener decisiones del parlamento electo.
Un acto que reabre la conversación ética
La prohibición del aborto a petición en gran parte de Europa se flexibilizó entre los años ochenta y dos mil, en un proceso que la politóloga española Marta Lagos describe como “la marea de liberalización más veloz en la historia de las democracias occidentales”. Por ello, la decisión del príncipe Alberto se coloca como una excepción disruptiva, comparable a:
- El rey Balduino de Bélgica (1990), quien abdicó temporalmente para no firmar la ley del aborto.
- El gran duque Enrique de Luxemburgo (2008), quien se negó a sancionar la ley de eutanasia.
- Hans-Adam II de Liechtenstein, quien ha reiterado que vetará cualquier intento de legalización del aborto.
La diferencia es que en Mónaco no se buscó ninguna operación constitucional para evitar el veto. El soberano lo ejerció plenamente, abiertamente y sin ambigüedades.
Para la filósofa francesa Chantal Delsol, autora de La gran separación, decisiones como esta revelan “la tensión entre el progreso moral percibido por las élites y la identidad histórica de los pueblos”. Es decir, no es solo una cuestión de derechos, sino de cómo una comunidad interpreta su propio pasado y su destino.
La Doctrina Social de la Iglesia y el valor de la identidad
La Constitución monegasca reconoce a la Iglesia Católica como religión del Estado, y el Príncipe subrayó su relevancia: “Esto confirma el lugar que ocupa la religión católica en nuestro país”. Desde la perspectiva de la Doctrina Social de la Iglesia, el acto del soberano coincide con principios centrales:
- La dignidad de la persona desde la concepción (Evangelium Vitae, n. 60).
- El deber del Estado de proteger a los vulnerables, especialmente quienes no pueden defenderse por sí mismos.
- La corresponsabilidad: proteger la vida y acompañar a la mujer con apoyo material, psicológico y social.
No se trata, según expertos como el teólogo italiano Massimo Faggioli, de una postura meramente religiosa, sino de una afirmación antropológica: “La vida humana es un bien indisponible”.
Testimonio humano: la historia de Camille
Para entender el impacto cultural de la decisión, basta escuchar a quienes viven en Mónaco. Camille A., de 27 años, trabajadora del sector hotelero, compartió su visión: “No estoy en contra de que otras mujeres decidan por sí mismas, pero aquí sentimos que la vida es algo sagrado. Mi abuela siempre decía: ‘en Mónaco la vida se cuida porque somos pocos’. Yo no sé si estoy totalmente a favor o en contra, pero me da paz que las decisiones no dependan solo del clima político”. Su testimonio refleja la tensión, pero también la coherencia cultural que muchos habitantes reconocen.
Las reacciones: silencio, apoyo y prudencia
Aunque organizaciones de derechos reproductivos expresaron su decepción, no hubo protestas masivas ni exigencias de reforma constitucional. Ello se explica por dos factores:
- La cultura política monegasca, basada en la institucionalidad, la estabilidad y la deferencia hacia la Casa Grimaldi.
- La percepción pública —según consultas citadas por Monaco-Matin— de que el acompañamiento social actual es “suficiente y humano”.
La ONG pro vida Choisir la Vie-Monaco calificó el veto como: “Un acto de valentía política y de coherencia histórica, un recordatorio de que incluso en Europa hay espacio para proteger a los no nacidos con dignidad y respeto a la mujer”. Por el contrario, el colectivo Femmes Libres 06 señaló que la decisión “retrasa al Principado respecto al resto de Europa”, aunque reconocieron que una reforma constitucional “no está en el horizonte”.
¿Un caso aislado o el inicio de una tendencia?
Especialistas en política europea advierten que el veto de Mónaco podría tener repercusiones simbólicas más allá del Principado.
- Marta Mijares, investigadora del Institut Catholique de Paris, afirma que “la defensa de la vida en Europa se ha desplazado a los márgenes geográficos, pero Mónaco demuestra que también puede venir desde el corazón del continente”.
- El demógrafo italiano Alessandro Rosina añade que el debate sobre políticas familiares y natalidad vuelve a adquirir centralidad, haciendo que algunos países reconsideren marcos éticos más amplios.
En un continente con tasas de fertilidad históricamente bajas —1.52 hijos por mujer en promedio, según Eurostat 2024—, el debate sobre la vida no es solo moral, sino también demográfico y económico.
Mónaco es diminuto en población y territorio, pero su decisión tuvo eco global. En tiempos donde muchas discusiones éticas se dan por concluidas, el veto del Príncipe Alberto recuerda que los pueblos conservan memoria, identidad y capacidad de decisión sobre sus valores fundamentales.
Para quienes defendemos el valor de la vida humana desde la concepción, el acto del soberano no es un gesto aislado, sino un recordatorio de que la protección de la vida y el acompañamiento a la mujer pueden ir juntos, sin reducir la conversación a un falso dilema.
La decisión también ilumina algo profundamente humano y profundamente mexicano: el valor de la familia, el respeto a la vida, la importancia de las raíces y la identidad. En un mundo donde la política parece cada vez más tecnocrática, Mónaco nos recuerda que la ley también es cultura, historia y conciencia moral.
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