Cada 26 de septiembre, el mundo conmemora el Día Internacional para la Eliminación Total de las Armas Nucleares, una fecha proclamada por la ONU para recordar que mientras exista este armamento, la humanidad permanecerá bajo una amenaza constante. Más allá de su poder destructivo, las armas nucleares representan un símbolo de desigualdad y de inseguridad global: unos pocos países concentran la capacidad de destruir el planeta, mientras la mayoría queda expuesta a sus consecuencias.
La conmemoración busca visibilizar la urgencia de avanzar hacia un mundo libre de este peligro, fomentando el diálogo, los tratados internacionales y la presión ciudadana en favor del desarme.
El origen de la conmemoración
El 26 de septiembre se celebra el Día Internacional para la Eliminación Total de las Armas Nucleares, una iniciativa impulsada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) con el propósito de avanzar hacia un mundo libre de este tipo de armamento.
La preocupación por el desarme nuclear está presente desde los inicios de la ONU: la primera resolución adoptada por la Asamblea General en 1946 ya incluía este tema como prioridad. Sin embargo, más de siete décadas después, los avances han sido limitados.
Un paso importante se dio el 7 de julio de 2017, cuando se adoptó el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares (TPAN), considerado el primer acuerdo multilateral jurídicamente vinculante para prohibir este tipo de armamento. El tratado busca prevenir las consecuencias humanitarias y medioambientales catastróficas que ocasionaría su uso.
No obstante, los principales países poseedores de armas nucleares, entre ellos Estados Unidos y Rusia, no lo han ratificado, lo que limita su alcance. Actualmente, en el mundo se estima la existencia de 14,500 armas nucleares, mientras que las potencias continúan destinando recursos a la modernización de sus arsenales.
Armas nucleares: definición y características
Las armas nucleares son explosivos de enorme poder destructivo que utilizan la energía liberada en reacciones nucleares, ya sea de fisión o de fusión.
El origen de estas armas se remonta a los avances científicos de la década de 1930, particularmente al descubrimiento de la fisión nuclear. El físico húngaro Leó Szilárd fue quien patentó en 1934 la idea de una reacción en cadena, sin prever que su hallazgo sería utilizado en la construcción de la bomba atómica.
El 6 de agosto de 1945, Estados Unidos lanzó la primera bomba nuclear sobre la ciudad japonesa de Hiroshima, causando la muerte inmediata de unas 80,000 personas. Tres días después, el 9 de agosto, otra bomba fue detonada sobre Nagasaki, dejando un saldo similar de víctimas mortales y decenas de miles de heridos.
El principio de funcionamiento varía según el tipo:
- Bombas de fisión: utilizan uranio o plutonio, alcanzando temperaturas extremas y ondas de choque masivas.
- Bombas de fusión o termonucleares: conocidas como bombas de hidrógeno, liberan hasta mil veces más energía que una bomba de fisión, alcanzando temperaturas de entre 20 y 400 millones de grados centígrados.
Sus efectos no se limitan al impacto inmediato: la radiación resultante contamina aire, agua y suelo durante décadas, generando enfermedades como cáncer, malformaciones y daños genéticos en poblaciones humanas y animales.
Los países con poder nuclear
Actualmente, nueve países poseen oficialmente armas nucleares. De ellos, Estados Unidos y Rusia concentran el 92% del arsenal mundial.
- Estados Unidos: 7,700 cabezas nucleares.
- Rusia: 8,500 cabezas nucleares.
- Reino Unido: 225 cabezas nucleares.
- Francia: 300 cabezas nucleares.
- China: 250 cabezas nucleares.
- India: 90–110 cabezas nucleares.
- Pakistán: 100–120 cabezas nucleares.
- Israel: 80 cabezas nucleares.
- Corea del Norte: alrededor de 10 cabezas nucleares.
Los principales instrumentos internacionales en esta materia son el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (TNP), en vigor desde 1970, y el Tratado de Prohibición Completa de Ensayos Nucleares (TPCE) de 1996, aún sin entrar en vigor por falta de ratificaciones.
La llamada “disuasión nuclear” es la estrategia que justifica la posesión de armas bajo la lógica de la represalia: evitar un ataque mediante la amenaza de una respuesta devastadora. Durante la Guerra Fría, esta idea dio lugar a la doctrina de la “destrucción mutua asegurada”, que suponía que un ataque de una superpotencia sería respondido con la misma fuerza, provocando la aniquilación de ambos bandos.
El Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) vigila el cumplimiento de los acuerdos, mientras que la OTAN mantiene que la defensa nuclear seguirá siendo parte de su estrategia hasta que desaparezcan estas armas, aunque en discurso dice apoyar el desarme global.
Inseguridad global y riesgos actuales
El panorama actual refleja un escenario de creciente inseguridad nuclear. China expande rápidamente su arsenal con la construcción de nuevos silos, alterando el equilibrio estratégico global. Francia y Reino Unido mantienen programas activos de modernización de sus cabezas nucleares, lo que alienta la posibilidad de una nueva carrera armamentista.
La tensión también se alimenta de la retórica de gobiernos autoritarios y la falta de transparencia sobre el uso y paradero del material nuclear. En Medio Oriente, las disputas entre Israel e Irán incluyen acusaciones cruzadas sobre programas secretos y discursos propagandísticos que aumentan el riesgo de confrontación.
El recuerdo de Hiroshima y Nagasaki continúa como recordatorio del impacto humanitario. Las bombas Little Boy y Fat Man no solo devastaron ciudades enteras y mataron a decenas de miles de personas en cuestión de segundos, sino que también dejaron cicatrices físicas y psicológicas que persisten en los sobrevivientes.
Organizaciones como la Campaña Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares (ICAN) — ganadora del Premio Nobel de la Paz en 2017 — y líderes como el médico costarricense Carlos Umaña han insistido en que la única forma de eliminar el riesgo es la prohibición y erradicación completa de este armamento.
La narrativa de “enemigos” y “otredad” que justificó su uso en 1945 se mantiene vigente en discursos actuales que alimentan la desconfianza, perpetuando conflictos y postergando soluciones diplomáticas.
Un llamado urgente a la paz mundial
El Día Internacional para la Eliminación Total de las Armas Nucleares no es solo una fecha simbólica, sino un recordatorio de la fragilidad de la paz mundial. A casi ocho décadas de Hiroshima y Nagasaki, el riesgo sigue latente: arsenales modernizados, tensiones geopolíticas y discursos de confrontación mantienen vivo el fantasma de una catástrofe nuclear. Reiterar el compromiso con el desarme, fortalecer los tratados internacionales y promover la cooperación entre naciones es una tarea impostergable.
La conmemoración del 26 de septiembre nos invita a reflexionar y a actuar, porque solo un mundo sin armas nucleares puede garantizar un futuro seguro y digno para las próximas generaciones.
Te puede interesar: 2 de octubre: memoria, resistencia y la urgencia de la no violencia
Facebook: Yo Influyo