Cuando las bombas dejaron de caer en 1945, el mundo despertó de una de las pesadillas más atroces de la historia. La Segunda Guerra Mundial, que comenzó en 1939 con la invasión alemana a Polonia, había consumido al planeta en un conflicto total: más de 70 millones de muertos, ciudades devastadas, genocidios y la introducción de un poder destructivo jamás visto, la bomba atómica. El final del conflicto no significó la paz inmediata, sino el inicio de un nuevo orden mundial lleno de tensiones, esperanzas y heridas que aún siguen abiertas.
El propósito de este reportaje es repasar los momentos clave del cierre de la guerra, entender sus consecuencias inmediatas y de largo plazo, y reflexionar sobre lo que la humanidad aprendió —y lo que aún parece olvidar— frente a las amenazas actuales de nuevas confrontaciones globales.
La rendición de Alemania: el Día de la Victoria en Europa
El 8 de mayo de 1945, conocido como el Día de la Victoria en Europa (V-E Day), el continente celebró la rendición incondicional de la Alemania nazi. La muerte de Adolf Hitler en su búnker de Berlín, el 30 de abril de ese mismo año, había acelerado un desenlace inevitable. El mariscal Wilhelm Keitel firmó la capitulación ante los Aliados en Reims y posteriormente en Berlín, en una ceremonia que fue transmitida al mundo como símbolo de esperanza.
“Sentíamos que volvíamos a nacer, aunque sabíamos que nada sería igual”, recuerda en sus memorias Margarete Klein, una enfermera alemana que vio la entrada de las tropas soviéticas en Berlín. Para millones de europeos, el fin del nazismo significaba sobrevivir, pero también afrontar un continente arruinado.
El Pacífico en llamas: Hiroshima, Nagasaki y el Día de la Victoria sobre Japón
Mientras Europa celebraba, en Asia la guerra seguía su curso. Japón, decidido a resistir hasta el final, enfrentaba una devastación cada vez mayor por los bombardeos convencionales. El 6 de agosto de 1945, Estados Unidos lanzó la primera bomba atómica sobre Hiroshima; tres días después, el 9 de agosto, Nagasaki sufrió el mismo destino. En cuestión de segundos, decenas de miles de personas murieron y las ciudades quedaron reducidas a cenizas.
La emperatriz Michiko, décadas más tarde, evocaría aquel trauma colectivo: “Japón vio en esos días la sombra más oscura de la humanidad y la posibilidad de su propia desaparición”.
Finalmente, el 2 de septiembre de 1945, Japón firmó la rendición en la bahía de Tokio, en el acorazado USS Missouri. Era el Día de la Victoria sobre Japón (V-J Day) y el verdadero final de la guerra.
Conferencias que moldearon el futuro: Yalta y Potsdam
Los vencedores comenzaron a planear el mundo de la posguerra incluso antes de que terminara el conflicto.
- Conferencia de Yalta (febrero de 1945): Roosevelt (EE.UU.), Churchill (Reino Unido) y Stalin (URSS) acordaron la división de Alemania, la creación de una nueva organización internacional (que sería la ONU) y la entrada soviética en la guerra contra Japón.
- Conferencia de Potsdam (julio de 1945): con Truman ya en la presidencia de EE.UU., las tensiones con la URSS comenzaron a notarse. Allí se exigió a Japón la rendición incondicional y se discutió el futuro de Europa del Este, sentando las bases de lo que pronto sería la Guerra Fría.
Consecuencias inmediatas: un nuevo mapa geopolítico
La guerra redibujó las fronteras y los equilibrios de poder:
- Alemania fue dividida en cuatro zonas de ocupación (EE.UU., URSS, Reino Unido y posteriormente Francia).
- Europa del Este quedó bajo la influencia soviética, lo que generó la “Cortina de Hierro”.
- Estados Unidos emergió como superpotencia económica y militar, junto con la URSS, marcando el inicio de la bipolaridad mundial.
La periodista polaca Ryszarda Król escribió en 1946: “Europa parecía un campo de ruinas donde dos gigantes, Washington y Moscú, comenzaban a mirarse con recelo”.
Juicios de Núremberg: justicia frente al horror
Entre 1945 y 1946 se llevaron a cabo los Juicios de Núremberg, donde se juzgó a los principales líderes nazis por crímenes de guerra y contra la humanidad. Fue la primera vez que la comunidad internacional estableció un precedente jurídico de responsabilidad individual frente a atrocidades masivas.
El fiscal jefe estadounidense, Robert H. Jackson, afirmó en su alegato: “Estos juicios no son venganza, sino un ejemplo para que ningún futuro tirano crea que sus crímenes quedarán impunes”.
Impacto a largo plazo: reconstrucción y esperanza
La creación de la ONU
En octubre de 1945 nació la Organización de las Naciones Unidas (ONU) con 51 países fundadores, entre ellos México, con la misión de promover la paz y prevenir nuevos conflictos. Era el eco de la Doctrina Social de la Iglesia que pide instituciones que busquen el bien común y la fraternidad universal.
Reconstrucción económica
El Plan Marshall (1948) canalizó más de 13 mil millones de dólares para reconstruir Europa Occidental, fortaleciendo la cooperación y sentando las bases del crecimiento económico. Japón, por su parte, fue reconstruido con apoyo estadounidense y se transformó en una potencia industrial en las décadas siguientes.
Las sociedades heridas
Más allá de los números, la guerra dejó huellas profundas en las familias. Millones de huérfanos, viudas y desplazados tuvieron que rehacer sus vidas. “Mi abuela siempre nos decía que lo más duro no fue la falta de comida, sino aprender a vivir con la ausencia de los que no volvieron”, comparte Hans Richter, nieto de un soldado alemán desaparecido en el frente oriental.
Reflexión: entre la memoria y las nuevas amenazas
El fin de la Segunda Guerra Mundial significó una promesa: “Nunca más”. Sin embargo, 80 años después, el mundo enfrenta tensiones geopolíticas que hacen eco de los viejos fantasmas: la invasión de Ucrania por parte de Rusia, los conflictos en Medio Oriente, las amenazas nucleares y el resurgimiento de nacionalismos extremos.
El Papa Francisco advirtió sobre el riesgo de una “Tercera Guerra Mundial en pedazos”, que sería devastadora en una era con armas más poderosas que en 1945. Es imperativo rechazar la lógica de la violencia y a construir caminos de reconciliación, justicia y fraternidad.
El fin de la guerra nos recuerda que la paz no es solo ausencia de balas, sino un compromiso activo de respeto, solidaridad y construcción de un futuro común. En palabras de un sobreviviente de Hiroshima, Shigeaki Mori: “No hay victoria en la guerra, solo lecciones que la humanidad olvida demasiado rápido”.
El 1945 marcó un parteaguas. Fue el cierre de un capítulo oscuro, pero también el inicio de un orden mundial donde los pueblos, desde sus heridas, eligieron reconstruir. Para México, que participó con el Escuadrón 201 en Filipinas, significó también un recordatorio de que la paz y la justicia son valores que se deben defender siempre.
Hoy, cuando el horizonte global muestra nubes de incertidumbre, recordar el final de la Segunda Guerra Mundial no es solo un ejercicio histórico, sino una advertencia: la paz nunca está garantizada, pero siempre es posible si elegimos la solidaridad y la fraternidad por encima del odio.
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