El silbato del cambio sonó en Arabia Saudita. Un país donde hasta hace pocos años las mujeres tenían prohibido practicar deportes, hoy presume una liga de fútbol femenil profesional que busca abrirse paso en la élite mundial. Entre reformas históricas, fichajes internacionales y críticas por sportswashing, el balón se convirtió en símbolo de apertura y de disputa en la arena social saudí.
De la prohibición al cambio: mujeres saudíes en la cancha
Históricamente, las mujeres en Arabia Saudita han enfrentado una discriminación sistemática que limitaba su participación en la vida pública, política y deportiva en la nación. Según informes de Human Rights Watch y Amnistía Internacional, las autoridades saudíes reprimieron activistas y movimientos en defensa de los derechos femeninos, al tiempo que negaban a mujeres y niñas la posibilidad de practicar deportes en igualdad a los varones. Hasta 2018, incluso se les prohibía participar en actividades físicas dentro de las escuelas, así como asistir a los estadios como espectadoras.
Los cambios comenzaron a asomarse con la Visión 2030, un programa gubernamental impulsado por el príncipe heredero Mohamed bin Salmán, con el objetivo de diversificar la economía y transformar el tejido social del país. El levantamiento de restricciones deportivas coincidió con reformas simbólicas como el movimiento Mujeres al volante, que permitió a las saudíes conducir por primera vez. Simultáneamente, en 2013 se inauguró en Khobar el primer centro deportivo exclusivo para niñas, y en 2017 el Ministerio de Educación autorizó la educación física en las escuelas públicas.
El acceso de las mujeres a los estadios también se modificó. A partir de 2018, familias completas pudieron ingresar a tres recintos que hasta entonces eran exclusivos para hombres. La apertura fue aprovechada por el Estado saudí para proyectar una imagen internacional distinta. El patrocinio de la Copa Mundial Femenina de 2023 por parte de la autoridad estatal de turismo reflejó un intento por posicionar al reino como promotor del deporte femenino, a pesar de las críticas de organizaciones que denunciaron un intento de invisibilizar la represión interna.
Una liga femenina con sello profesional
La creación de la liga femenina saudí es parte de una estrategia integral para desarrollar el fútbol femenino en el país. El plan incluye no solo la organización de un campeonato nacional, sino también la formación de entrenadoras, árbitras y una selección nacional con aspiraciones mundialistas a futuro.
Tras varios intentos fallidos la liga se consolidó, y actualmente afronta su tercer año de profesionalización. Los salarios que reciben las jugadoras se consideran competitivos en comparación con otros países, de acuerdo con testimonios de algunos entrenadores extranjeros que trabajan en el reino. La liga está integrada por diez equipos, seis de ellos vinculados directamente a clubes históricos de la primera división masculina: Al Nassr, Al Ahli, Al Shabab, Al Qadisiyah, Al-Ittihad y Al Hilal.
Los partidos se disputan en estadios con instalaciones de calidad y son transmitidos por la plataforma DAZN, lo que ha contribuido a dar visibilidad internacional a la competición. Sin embargo, la asistencia a los encuentros sigue siendo limitada, pues la mayoría de los clubes dependen de grupos de animación organizados desde la propia institución, y llenar los estadios continúa siendo un desafío.
La normativa actual establece que los equipos solo pueden contar con un máximo de cinco futbolistas extranjeras en cancha y seis en la plantilla, lo que refleja un esfuerzo por equilibrar el desarrollo local con la atracción internacional. Aunque todavía se observa a jugadoras vistiendo hiyab, cada vez más futbolistas optan por jugar sin él, un gesto simbólico dentro de la apertura y lucha social que atraviesa el país.
Estrellas extranjeras, el nuevo imán del fútbol saudí
El atractivo de la liga saudí no solo se mide en reformas locales, sino también en su capacidad para atraer talento internacional. Ofertas de entre 1.000 y 5.000 euros al mes, libres de impuestos y con vivienda incluida, han convertido al campeonato en una opción competitiva frente a ligas de mayor tradición. Para jugar en primera división, el requisito es haber sido convocada a la selección de su país en el último Mundial; en segunda división, basta con experiencia en ligas profesionales equivalentes.
En comparación con ligas como la española, donde el salario mínimo anual ronda los 21.000 euros, las cifras saudíes resultan atractivas, especialmente frente a la Liga MX Femenil, cuyos sueldos pueden ir de los 2,800 a los 4,500 pesos mensuales.
El fichaje de Ashleigh Plumptre, destacada exjugadora del Leicester, por el Al-Ittihad marcó un punto de inflexión. Su llegada fue acompañada de nombres reconocidos como Keira Hamraoui (ex Barcelona y PSG) y futbolistas españolas como Patricia Padilla y María Cirauqui. El movimiento busca replicar la estrategia de la liga masculina, que ha captado figuras como Cristiano Ronaldo, Neymar y Karim Benzema.
Avances y tensiones en la apertura
El fútbol femenil saudí avanza en medio de contradicciones y alertas sociales. Mientras algunas jugadoras disfrutan de condiciones profesionales y entrenamientos de cinco a seis veces por semana, otras aún deben ocultar su identidad con seudónimos o jugar cubiertas para evitar conflictos familiares. El conservadurismo persiste, aunque cada año se observan mayores libertades en materia de derechos humanos.
La selección nacional femenina se conformó tras una convocatoria en redes sociales en 2022, que atrajo a más de 400 interesadas. De ahí surgió un equipo que debutó con victoria ante Seychelles. La entrenadora alemana Monika Staab, pionera en este proceso, destacó la mezcla de jugadoras a tiempo completo y estudiantes universitarias, un reflejo de la transición que vive el país.
En el ámbito social, el avance del deporte femenino se enmarca en los objetivos de Visión 2030, que busca diversificar la economía y ampliar la participación de las mujeres en el mercado laboral. En 2018, la presencia femenina en la fuerza de trabajo apenas alcanzaba el 19%. Para 2023, la cifra ascendió a 37%, superando las propias proyecciones oficiales.
Organizaciones como Amnistía Internacional sostienen que las reformas no han sido suficientes, y denuncian que la estrategia gubernamental utiliza el deporte como distractor frente a un historial persistente de violaciones a los derechos humanos. Aún con ascensos en índices globales, Arabia Saudita continúa rezagada. En el Índice Global de Brecha de Género, pasó del puesto 145 de 149 en 2018 al 131 en 2023, un avance modesto ante las deudas pendientes.
Sportswashing y las críticas que persiguen al reino
El auge del fútbol femenino saudí forma parte de una estrategia mayor encabezada por el príncipe heredero Mohamed bin Salmán desde 2007. Bajo su liderazgo, el país lanzó la iniciativa Visión 2030, que busca impulsar inversiones masivas en sectores como cultura y deporte con el respaldo del fondo soberano saudí, valorado en aproximadamente 600 mil millones de dólares.
No obstante, organizaciones internacionales cuestionan estas medidas y señalan que forman parte de un ejercicio de sportswashing, es decir, utilizar el deporte para mejorar la imagen internacional mientras persisten restricciones a la libertad de expresión y desigualdades de género.
La crítica es directa. Aunque se han creado ligas y se promueve la inclusión de mujeres en actividades antes prohibidas, aún existen limitaciones sociales y culturales que las relegan a ciudadanas de segunda categoría. Los activistas sostienen que la promoción del fútbol femenino no elimina la falta de derechos básicos, ni disimula la represión contra voces críticas dentro del país.
Entre el sueño mundialista y la comparación global
Los planes oficiales proyectan a Arabia Saudita como un futuro anfitrión deportivo mundial, con objetivos que incluyen el crecimiento del fútbol femenino y la eventual clasificación de su selección a un Mundial. La estrategia se enlaza con otras apuestas de alto perfil: la organización de la Supercopa de España e Italia, el Rally Dakar, un Gran Premio de Fórmula 1, y la reciente confirmación del Mundial de fútbol masculino de 2034.
La ambición contrasta con la realidad deportiva. La selección femenina saudí ocupa el puesto 172 del ranking FIFA, lo que refleja un camino incipiente frente a potencias consolidadas. En comparación, Estados Unidos cuenta con una sólida estructura que incluye más de 375,000 futbolistas en secundaria y varias ligas profesionales. En Europa, la Euro 2022 marcó un parteaguas con audiencias récords y un mercado proyectado en 686 millones de euros para 2033. En México, la Liga MX Femenil ha registrado un crecimiento sostenido en asistencia y audiencia televisiva, consolidando una base de seguidores cada vez más amplia.
Para las jugadoras saudíes, el reto es enorme. “Si logramos clasificarnos, sería una locura, un sueño”, confesó la delantera Layan Jouhari, quien milita en el Al-Ittihad y en la selección nacional. Sus palabras resumen la paradoja de un proyecto que, aunque avanza con pasos rápidos gracias a la inversión, aún enfrenta un camino largo y accidentado en lo social, deportivo y cultural.
Entre la modernización y la deuda pendiente
El auge del fútbol femenil saudí refleja un cambio real en el acceso de las mujeres al deporte, impulsado por la Visión 2030 y una inversión sin precedentes. Aún con ello, la apertura deportiva convive con un trasfondo de desigualdad y restricciones sociales que siguen marcando el día a día de millones de mujeres.
La profesionalización de la liga y el sueño de un Mundial representan avances innegables, pero también exponen las tensiones entre la proyección internacional y la vida interna de un país que aún lucha por cerrar sus brechas de género. El balón rueda, pero la verdadera victoria está en juego más allá de la cancha.
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