México y América Latina inician 2026 con un cambio claro en los hábitos de consumo. Después de un 2025 marcado por la resiliencia, el crecimiento acelerado del comercio electrónico, el uso extendido de billeteras digitales y un consumidor capaz de adaptarse a la inflación, los datos muestran una transición hacia perfiles más cautelosos, con mayor peso de lo comunitario y una relación más cuidadosa con la tecnología.
El entorno también está cambiando. La presión económica, la preocupación por la seguridad, los procesos electorales en varios países y la saturación de contenidos digitales están influyendo en las decisiones de compra. Un análisis de LatAm Intersect identifica cuatro movimientos que definirán el consumo en 2026: del consumidor resiliente al incierto, de la sostenibilidad individual a lo comunitario, del autocuidado a la nostalgia y de la curiosidad por la inteligencia artificial a la búsqueda de confianza.
“La región mostró una fortaleza importante en 2025, pero ahora esa resiliencia se transforma en una mayor necesidad de seguridad, estabilidad y valor comprobable”, explica Livia Gammardella, Head de Marketing & Digital de LatAm Intersect. “Los consumidores ya no se conforman con mensajes inspiradores; esperan que las marcas demuestren que entienden su realidad”.
El primer cambio apunta a un consumidor más prudente. Aunque en 2025 el consumo de los hogares superó el crecimiento del PIB en varias economías y más de la mitad de los hogares utilizó siete o más canales de compra, para 2026 se prevé un giro hacia la cautela. El cincuenta y dos por ciento de los consumidores está preocupado por su situación financiera, mientras que el crimen y la violencia desplazaron a la inflación como la principal preocupación en la región. En este contexto, se espera que aumenten las decisiones de mantenimiento y reparación, por encima de la compra de productos nuevos.
El segundo cambio refuerza la importancia de lo local y lo comunitario. El interés por productos nacionales ya venía creciendo —cincuenta y cuatro por ciento de los mexicanos, sesenta por ciento de los brasileños y cincuenta y nueve por ciento de los colombianos quieren comprar más productos locales—, pero en 2026 esta preferencia se amplía hacia experiencias presenciales y vínculos más cercanos. El setenta y cinco por ciento de los consumidores afirma que preferiría marcas locales si la calidad se mantiene, y el comercio experiencial comienza a ganar terreno frente a los modelos de venta puramente transaccionales. Ejemplos como la sandalia “Encardida” de Havaianas, renombrada por los propios usuarios, muestran cómo las comunidades participan activamente en la construcción de las marcas.
En el plano emocional, el análisis señala un regreso al pasado como respuesta a la incertidumbre y la fatiga digital. Aunque en 2025 el bienestar fue una prioridad de gasto para el cuarenta y ocho por ciento de los consumidores, la nostalgia gana espacio, sobre todo entre los jóvenes. La Generación Z encabeza esta tendencia: cincuenta y cuatro por ciento prefiere estéticas vintage y cincuenta por ciento se siente atraído por medios del pasado. En Colombia, cincuenta y tres por ciento considera que el país era mejor en 1975, y en Brasil, noventa y dos por ciento de los jóvenes notó un aumento de contenidos retro durante 2025. Esto se refleja en una mayor búsqueda de objetos físicos, rituales cotidianos y marcas con historia.
La relación con la tecnología también está cambiando. Si bien sesenta y cinco por ciento de los consumidores ya utiliza inteligencia artificial, persisten dudas sobre su uso y sus posibles riesgos. Para 2026, la aceptación de estas herramientas dependerá de la confianza que generen. El sesenta y dos por ciento de los consumidores a nivel global confiaría más en marcas que expliquen de forma clara cómo usan la inteligencia artificial, mientras que en Brasil el uso de estas tecnologías como apoyo emocional creció del diez al cuarenta y cuatro por ciento en un año.
“En 2026 el reto para las marcas será ser coherentes en un contexto de incertidumbre económica, cansancio digital y desconfianza institucional”, concluye Gammardella. “El consumidor latinoamericano ya no quiere promesas, quiere pruebas: estabilidad financiera, cercanía comunitaria, referencias culturales conocidas y una tecnología que sea clara y transparente”.
Ante este panorama, el estudio identifica cuatro líneas de acción para el próximo año: narrativas basadas en hechos comprobables, microcomunidades que conecten lo digital con lo presencial, el regreso de la nostalgia reinterpretada desde una mirada actual y ecosistemas de influencia donde convivan creadores, voces locales y usuarios reales para validar la autenticidad de las marcas.
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